En la calle Fosc casi todas las viviendas han sido rehabilitadas, sin embargo, solo quedan dos propietarios en quince casas.

Amenazados, agredidos, robados y en medio de la suciedad. Así viven los vecinos de la calle Fosc de sa Penya que un día se compraron una vivienda, la rehabilitaron, le pusieron decoración de diseño y pensaron que podría ser un hogar. O peor aún, así vivían los vecinos que finalmente decidieron abandonar sus propiedades, vencidos tras haber sufrido robos o agresiones, cansados de que su calle huela a orina y de que en su portal se trafique con cocaína y heroína, y desesperanzados porque a través de los años, y a pesar de las promesas políticas, todo sigue igual.

Este es un resumen de lo que han relatado a este periódico tres vecinos de esta calle. Uno que abandonó el barrio, otro que está a punto de hacerlo, y el tercero que lo ha intentado muchas veces pero que no puede permitírselo económicamente. Como era de esperar, todos han pedido anonimato para relatar sus experiencias y para denunciar a los ocupantes ilegales de sa Penya de etnia gitana, concretamente de las calles Alt y Retir, como los responsables de la inseguridad y la suciedad de la zona, así como también para criticar la escasísima presencia policial que hay en este barrio, famoso por ser el punto más conflictivo de la Isla, en pleno Patrimonio de la Humanidad.

«Maldita la hora que compré, fue un engaño total», confiesa uno de los dos propietarios que aún resisten en esta calle, pero que ya anunciado su marcha. «Es una pena que por circunstancias del barrio y por el total desamparo en el que nos encontramos, nos tengamos que marchar. Solamente quedamos dos vecinos de un montón que éramos, gente joven, gente que nos habíamos gastado un montón en rehabilitar patrimonio. Nos deberían estar agradecidos», criticó el propietario, que destacó que en la calle Fosc hay al menos una quincena de viviendas rehabilitadas que ahora, en su mayoría, están abandonadas.

«Yo cierro esto y me voy»

Este propietario compró «aconsejado» por el Institut balear de l’Habitatge (Ibavi) dos ruinas de 30 m2 y las convirtió en un loft de diseño de 60m2. En total, invirtió 230.000 euros a los que ahora prefiere renunciar. «Yo la casa la he puesto a la venta y ya me da igual que se venda o no, yo cierro esto y me voy», anuncia, no sin antes detallar cómo es vivir en esta zona. «Ves un desfile de zombies cocainómanos yendo a comprar por las noches, o desde el restaurante ves como se están picando en las escaleras de arriba. El año pasado estaban traficando con cocaína en la puerta de mi casa, la escondían en mi ventana. Llamé 17 veces a la policía nacional y no vino. Es una vergüenza», explicó.

Su vecino, el segundo que queda en esta calle, vive en sa Penya desde hace catorce años y confiesa que intentó dejar el barrio varias veces sin éxito porque no puede pagar la hipoteca de su casa y un alquiler en otra zona.

Por su parte, advierte de la gran cantidad de robos con fuerza que hay en esta calle y explica que los ladrones llegan a arrancar las rejas de las ventanas y a romper puertas para desvalijar las viviendas. «Robaron siete casas en las últimas dos semanas, son robos con fuerza, no son hurtos. Lo puedes comprobar, están todas las denuncias puestas en la Policía Nacional», destacó este vecino, que indicó que estas críticas y quejas también se pueden leer a través del grupo de facebook Salvem sa Penya.

«Nos merecemos seguridad»

En el muro de este grupo, sin ir más, lejos el pasado 19 de mayo se publicaba: «Los vecinos de sa Penya están con miedo. Parece ser que hay un muchacho en falta de sus drogas que tiene al barrio amedrentado. Pega golpes por las calles, rompe cosas y se vuelve loco (...) Creo que nos merecemos una seguridad apropiada y que ustedes hagan lo que tengan que hacer antes de que mate a alguien (...) Los robos son incesantes y la policía ni se digna en hacer su trabajo de ir a ver que pasa, solo responden con vengan a hacer una denuncia», relata.

A la inseguridad externa se une la falta de condiciones internas. Al vecino que quiere marcharse de su casa desde hace tres años se le inunda el baño e incluso la cocina por una boca de riego de la calle Retir que se filtra en su techo, una avería que con llamar a un fontanero no se arregla y de la que ni Aqualia ni el Ayuntamiento se hacen cargo, según denuncia. «Tienen ese interés en que el barrio no prospere y están haciendo que nos marchemos», lamentó.

Ninguno de los vecinos se cree la última promesa política que les hicieron: en este mes de junio, las conflictivas calles Alt i Retir serán «sitiadas y desalojadas».