Subir a usuarios con silla de ruedas siempre es difícil pero el esfuerzo merece la pena.

Catina y su marido fueron de los más madrugadores de la jornada. Su hijo Marc, a sus siete años, era la primera vez que iba a montar en velero y ellos no se lo iban a perder «por nada del mundo».

Ellos tres, más el pequeño Joan, hermano de Marc, fueron sólo algunos de los participantes en la cuarta edición de la jornada Navegando con Apneef. «Como siempre siete personas se nos han apuntado a última hora así que este año viajaremos hasta Formentera casi sesenta», explicaba Carmen Boned, presidenta de Apneef, a la entrada del Club Náutico Ibiza.

«Hay de todo, desde aquellos que ya repiten hasta algunos que se han atrevido por primera vez este año movidos por el boca a boca y porque saben que es una jornada inolvidable para todos los que viajamos», continuaba la propia Boned, mientras tomaba nota de todos los que iban llegando.

Precisamente uno de los que repite es Antonio Martín que, a pesar de viajar en silla de ruedas, es ya todo un lobo de mar que quiere viajar siempre junto al timón. «Nosotros somos unos habituales desde que hace tres años probamos y vimos que se lo pasaba genial y que la sonrisa no se le quitaba en varios días», explicaba su padre minutos antes del embarque.

Tres veleros y un catamarán

Todos los participantes viajaron en tres veleros, el Gacela, el ADV y el Stelrac, y en el catamarán Capitán Hook hacia Formentera en un viaje que hizo las delicias de todos los participantes. «En nuestro barco solemos llevar siempre unos seis o siete niños y todos se lo pasan en grande viendo como izamos las velas y viendo como, si hace viento, hacemos pequeñas competiciones», explicaba Carlos Tur, el patrón del Stelrac y abuelo de Carlos, otro de los niños participantes.

La travesía los llevó hasta la menor de las Pitiüses donde, tras abarloar uno de los veleros al Capitán Hook y atravesar dos barcos para llegar a tierra, Pablo, Ignacio, Alejandro, Antonio o Carlos se pudieron bañar en s’Estany des Peix. Después una paella en Bellavista, y tras descansar un poco, vuelta a Eivissa sobre las siete de la tarde, y a pensar ya en el año que viene.