Aquel 22 de mayo de 2011 Marienna Sánchez-Jáuregui debió pensar que le había tocado, al menos, el premio gordo de la lotería. Y como ella, lo debían pensar todos sus compañeros [por aquel entonces] de partido, que se abrazaban efusivamente a ella en el fortín popular del Gala Night. Esa noche, la noche electoral, Jáuregui fue la reina del escenario, repartiendo besos a diestro y siniestro. Enrique Fajarnés, Miquel Jerez, Pere Palau, José Sala, Vicent Serra y un largo etcétera de varones que a golpe de codazos cayeron rendidos a los brazos de la nueva alcaldesa. Pero así es la fama, lo rápido que tardas en subir, lo haces en bajar. Solo dos años ha durado Jáuregui en su trono de reina. Y no ha durado, no solo por su mala gestión, también porque no sabía que ese premio que le tocó el 22 de mayo de 2011 venía con un dardo envenenado, que eran sus propios compañeros. Unos compañeros de viaje que, lejos de saber el significado de la palabra lealtad, han apostado por lo que se conoce como dar una puñalada trasera, salvar su culo caiga quien caiga y, por supuesto, poner a resguardo su asiento. La alcaldesa no confió y no delegó en su gente y no es de extrañar cuando sus propios concejales entran a matar, a destrozar cual apisonadora como lo han hecho Joan Daura o Nacho Rodrigo. Unos celos y unas envidias que han acabado por sacar a la luz los desastres que se hacen en Can Botino y que, al final, los únicos afectados son la misma institución, la ciudad y, por ende, los ciudadanos. Jáuregui no ha sabido gestionar pero el PP tampoco ha sabido controlar esta lucha de titanes a tres bandas [Jáuregui-Daura-Rodrigo] que lo único que han demostrado es la avaricia por el poder. Y esperen que el espectáculo continúa.