Imagen promocional del trío compuesto por Watling, Alejandro Pelayo y Óscar Ybarra

Aún con la voz algo cansada después de aterrizar el lunes en Madrid desde Colombia, donde el domingo arrasaron en un concierto en Medellín, Leonor Watling ya tiene preparadas las maletas para viajar con su grupo Marlango a Formentera, donde está previsto que actúen mañana a partir de las 24,00 horas. Asegura que no le importa «la paliza», porque será «todo un sueño» tocar en julio en un lugar como la plaza de Sant Ferran. Allí les esperan con los brazos abiertos y con ganas de escuchar a uno de los grupos que se han convertido en un referente de la música española.

—De Colombia a Madrid, de Madrid a Formentera... Estarán agotados...
—Un poco sí, pero merece la pena el viaje hasta Formentera. Estar allí en julio es un lujo además de un sueño. La pena es que yo no podré quedarme para disfrutar algunos días más y por eso tendré envidia eterna a mis compañeros que sí tienen ese privilegio.

—La gente les espera con muchas ganas. ¿Qué se podrán encontrar en el concierto?
—Fundamentalmente a cinco músicos con muchas ganas de tocar en un sitio tan mágico como Formentera. Del trío vamos únicamente Alejandro Pelayo y yo, pero nos acompañarán un batería, un bajo y una guitarra que son estupendos.

—¿Cómo será la actuación?
—Eso es algo imprevisible. Nunca hay dos conciertos iguales, porque podemos encontrarnos con un público al que le guste que toquemos todos los temas del tirón o a otro que prefiera una actuación más tranquila y relajada. Siempre llevamos los ingredientes y los utensilios, pero nunca tenemos la comida preparada porque ésta se cocina en el momento. Eso sí, habrá temas de nuestros cinco discos, incluido el último, Un día extraordinario.

—Precisamente con él dieron un giro a su trayectoria al grabarlo en castellano. ¿Por qué lo hicieron?
—Pues la verdad es que el proceso fue algo muy natural. Desde la primera gira hacíamos versiones en castellano de canciones que nos gustaban mucho de Nacho Mastretta o Golpes Bajos y después, a lo largo de estos años, hemos grabado versiones de otros grandes como Los Amaya o Antonio Vega. Por eso no creo que fuera algo traumático para nosotros.

—¿Por qué hubo que esperar al quinto disco para este cambio?
—Tal vez porque aunque para mí tanto el castellano como el inglés son mis idiomas maternos siempre me resultó más difícil escribir en español. Además, nos ha costado mucho disfrutar musicalmente del castellano y conseguir que el cambio no fuera algo forzado y metido con calzador. Queríamos que fuera una evolución lógica y creo que lo conseguimos.

—¿Y ha gustado este cambio?
—Estamos muy contentos. De las ventas ya no te puedes fiar porque puedes haber vendido poquísimo y luego llenar un estadio para un concierto. Lo importante es comprobar que a la gente le gusta lo que escribes.

—Tal vez Un día extraordinario haya gustado mucho porque es muy optimista, ideal para estos tiempos...
—Sinceramente, no lo sé. Creo que el disco es una manera de afrontar con otra cara el bajón que produce abrir el periódico o ver las noticias cada día. Vivir un día extraordinario depende de nosotros y no de la prima de riesgo ni de los ajustes de los gobiernos que ahogan a los ciudadanos.

—¿Un golpe de optimismo directo al corazón?
—Pienso que sí. Tenemos que pensar que no todo es negativo y, por eso, nuestra obligación como músicos es intentar animar lo más posible a quien escucha nuestras canciones.

—Pero siendo objetivos, España no pasa por el mejor momento, sobre todo en cine y música.
—Por supuesto, no podemos negarlo. Pero también es verdad que no están peor el cine y la música que la sanidad y educación. Y si recortan de estas últimas, ¿cómo no van a recortar en cine? Aún así, creo que el problema del cine y la música no sólo es un tema económico.

—¿Entonces?
—La cultura, como el cine o la música, no es cuestión de gustos. Es como un bosque donde tiene que haber todo tipo de plantas. No podemos cuidar sólo los grandes robles y los pinos, hay que mantener también las pequeños ejemplares para que el ecosistema no se venga abajo. Todos somos fundamentales.

—Por último, usted es madre, actriz, cantante, directora de cortos... ¿Cómo lo hace para compaginar su vida laboral y familiar?
—(Risas) Bueno, soy una afortunada. Tener este trabajo me permite, cuando no estás rodando o de gira, pasar muchas horas con mis dos hijos. En comparación con las mujeres que trabajan de 09,00 a 19,00 horas soy una privilegiada. Ellas, junto a las mujeres que no tienen trabajo, son a las que hay que destacar.