La estación de autobuses se enfrentó ayer a su segunda jornada en funcionamiento justo el mismo día en el que se registra un aumento de las temperaturas. Y dentro de las instalaciones no iba a ser menos. Decenas de usuarios que esperaban el autobús en el anden no paraban de darse aire con los benditos abanicos que la misma empresa concesionaria regala a diestro y siniestro. Aún así, los menos afortunados no dudaban en tirar de folletos, mapas o periódicos. Cualquier cosa era aceptable con tal de hacer correr un pequeño flujo de aire. Otros llegaban a la estación arrastrando maletas, con la gota de sudor en el rostro y deseosos de encontrar un sitio donde aposentar su trasero. Pero tampoco hubo suerte. Demasiada gente para tan poco banco. Y de hecho, Olga, una de las usuarias que se encontraban en la estación, mostró su enfado al no haber asientos reservados para gente con movilidad reducida.
Los que tuvieron menos suerte fueron aquellos que, después de llegar mapa en mano hasta la nueva estación, veían su deseo de coger el autobús de Sant Antoni frustrado. Y es que, tal y como les explicaba una de las informadoras del Cetis, está línea ayer aún salía de Isidor Macabich.

Y así, entre unos que se dejaban los ojos para ver un pequeño mapa colgado en la taquilla de venta de billetes (que hasta el momento solo sirve para eso), otros que no acertaban a ver la línea deseada y unos cuantos más que se asaron a pie de andén, pasó el segundo día de la nueva estación. En Isidor Macabich, por su parte, numerosas personas se agolpaban para saber dónde estaban esos autobuses que, hasta hace unos días, estaban allí.