Ante la falta de soluciones por parte de las autoridades, Joachim Stracke, dueño del restaurante La Scala, ha decidido armarse de paciencia y pintar y decorar la valla con plantas pagadas con dinero de su propio bolsillo. | AMANDA AGUADO

Nada más cruzar el Portal de ses Taules el turista que bordea la muralla de Dalt Vila se encuentra con la emblemática plaza de Sa Carrossa. En ella, muy cerca de la escultura de Isidor Macabich, enormes eucaliptus y palmeras dan la bienvenida al visitante desde tiempos inmemoriales creando un pequeño oasis de tranquilidad.

Sin embargo, desde hace casi cinco años, una gran uralita de color gris se ha unido al paisaje. Se trata de la protección que cubre un edificio de tres plantas que hace esquina y que se encuentra en ruinas junto al restaurante La Scala, un pequeño local que lleva casi dos décadas funcionando. «Ya hemos perdido la cuenta del tiempo que lleva esto colocado pero a pesar de que hemos hecho múltiples reclamaciones y escritos al Ayuntamiento de Eivissa nunca nadie ha venido a darnos ninguna explicación ni a enterarse por el tema», explica Joachim Stracke, dueño del restaurante.

Ante esto, los afectados han decidido armarse de paciencia. «Como vemos que la situación puede ir para largo y para que el paisaje no sea tan horrible para los turistas nosotros mismos hemos decidido camuflar como podemos la uralita, pintándola y decorándola con plantas que hemos pagado de nuestro bolsillo», asegura el propio Stracke. Algo que no impide que los pacientes vecinos sigan pidiendo la retirada de la valla y que se arregle la estructura de la vivienda.