La furgoneta blanca de UMES de Cruz Roja ya se ha convertido en uno de los símbolos de las noches de invierno en la ciudad de Eivissa.

Son las siete y media de la tarde y en la sede de Cruz Roja en Vila la actividad ya es frenética. Como cada lunes, miércoles y viernes desde 2009, los voluntarios de la Unidad Móvil de Emergencia Social (UMES) ya ultiman hasta el último detalle para comenzar, a partir de las 20,30, a recorrer las calles de Eivissa atendiendo a las personas sin hogar de la ciudad.

Hoy son Carlos, Manuela y Tasha, aunque realmente son más de quince las personas anónimas que emplean parte de su tiempo libre para ayudar sin recibir a cambio ningún tipo de remuneración económica. «No sé si son personas especiales, lo que si sé es que son gente con unas ganas enormes de ayudar y que lo dan todo por las personas necesitadas», explica Flora Aznar, encargada de UMES.

Para poder llevar a cabo su objetivo sólo tienen una furgoneta de la Cruz Roja, caldo con fideos, leche caliente con cacao, bollos de La Florinata y de La Granja de Es Viver, mantas cedidas por varios hoteles de Eivissa y, sobre todo, toneladas de comprensión. Según Aznar, de esto último es lo más necesario puesto que las personas que acuden a la llamada del servicio no pasan precisamente por su mejor momento emocional y personal. «Cada uno ha sido golpeado por la vida de muy distinta manera, los hay que acaban de salir de la cárcel, a los que han robado sus pertenencias y no tienen nada, otros que se quedaron sin trabajo y duermen donde pueden o algunos que no pueden superar su adicción al alcohol y las drogas, y por eso, realmente a veces más que una manta o un cacao lo que necesitan es alguien que les escuche».