A lo largo de toda la semana no han faltado clientes en las jugueterías. | S.Y.

«Me pido esto, esto y esto también». Martina e Inés, dos hermanas que este año empiezan a disfrutar realmente de la llegada de los Reyes Magos no pueden contenerse ante las estanterías repletas de juguetes. Acudir en compañía de niños pequeños (ellas tienes 3 y 4 años) a una juguetería a pocos días de la llegada de los Reyes Magos es una tarea recomendable solo para espíritus muy sosegados y equilibrados. Lo corrobora Esperanza Tur, propietaria de la Juguetería Tur de Vila, donde tiene lugar la escena. «Es complicado venir con ellos y además hay que tener mucho cuidado porque con determinadas edades ya entienden mucho», comenta al mismo tiempo que empaqueta juguetes con destreza en un intento de menguar las largas colas que a media mañana se forman frente al mostrador.

Uno de los nombres que más se repiten en las listas de peticiones es ya para muchas familias un viejo conocido. Se trata de Furby, un híbrido entre ratón, gato, murciélago y búho que aspira a consolidar su hueco en las estanterías de los niños de las Pitiüses. «¿Cómo un tamagotchi? Que va, ese no tiene nada que hacer al lado de este, que viene con aplicaciones móviles y adopta diferentes personalidades según los cuidados que recibe», describe Esperanza que, modas aparte, ve positivo que últimamente los niños se sientan atraídos por juguetes «cada vez más unisex». Y en ese saco incluye también a otros productos estrella de la Navidad: las tabletas, una victoria que nadie ponía en duda, o los utensilios para cocinar, que han convencido tanto a niños como a niñas, posiblemente gracias al poder de la televisión, donde los programas dedicados a los fogones están también a la orden del día.

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