Carlos, con un niño keniata.

«Cuidado con, cuidado con, cuidado con…». Básicamente estas son las palabras que mas escuche antes de viajar a Kenia. Incluso, hasta en el centro de vacunación internacional, donde la doctora me preguntó que por qué viajaba ahora a este país con todo el tema del terrorismo, Ebola, Malaria, Sida... y es que los datos dicen que el 6,3% de la población de este país esta infectada por esta enfermedad.

Sin embargo, la decisión estaba tomada hacía bastante tiempo. Soy una persona que me suelo cuestionar prácticamente todo, pero en esta ocasión opté por seguir mi instinto y confiar en que todo saldría bien. Y así fue.

Nada mas aterrizar en África, ya empiezas a notar que estas en un lugar diferente. Se respira tranquilidad, no hay prisas, y sobre todo porque te sientes observado. Y es que aún a día de hoy los blancos, aquí conocidos como musungus somos como una atracción nacional en algunas zonas, sobre todo en donde me encuentro yo ahora mismo: Kabarnet, una ciudad de cerca de 30.000 habitantes, con un núcleo urbano bastante pequeño compuesto principalmente por una carretera con un par de edificios que no superan las cuatro alturas.

La bienvenida fue fantástica. Desde el primer momento Rutto y Christine, me trataron genial y me lo pusieron todo muy fácil. El recibimiento en el orfanato con los niños fue también inmejorable, todos son extremadamente cariños, cercanos, educados y agradecidos, y desde el primer momento empatizamos muy bien a pesar de que varios de ellos tienen historias francamente desoladoras.

Las condiciones en el orfanato no son las mejores ya que su gestión deja mucho que desear y no permiten la ayuda de Bamba en las instalaciones a pesar de que se ocupa entre otras cosas de pagar la educación secundaria de todos los niños del orfanato.

En las instalaciones hay falta de comida, limpieza, espacio y camas, duermen tres niños en cada cama individual. Además, en las diferentes visitas que hemos hecho a las aldeas, he podido ver de cerca y compartir en primera persona las dificultades para subsistir de la gran mayoría de la población además de la injusticia y discriminación latente hacia la mujer que debe aguantar cualquier posición o conducta de su marido.

Por otro lado me alegra profundamente ver la labor que lleva a cabo Bamba, como atiende a los mas necesitados, como cuida a los niños, sus estudios, a las mujeres mas desfavorecidas y enfermas. Ante todo ver que el dinero o los recursos llegan realmente a quien lo necesita.

Personalmente considero ésta una de las ventajas de las organizaciones pequeñas.

Estoy convencido que no tardare en volver porque ha sido de los sitios donde más me he reído en mi vida.

Ahora siguiente parada, Tanzania.