La matrona Carmen Vidal, ayer, en la sala de prensa del nuevo Hospital Can Misses. | Toni Escobar

A Carmen Vidal le queda un año para jubilarse. Atrás dejará 45 años dedicados a la profesión de matrona, de los cuales 39 los ha vivido en Eivissa, lo que le ha permitido estar presente en la apertura de los dos Can Misses y pasar a la historia realizando su trabajo. Y es que Vidal se lleva para el recuerdo haber podido asistir el primer parto de los dos hospitales. Desde José, que nació el 22 de diciembre de 1984 a las 16,20 horas, a Dragos, que llegó al mundo el pasado 9 de marzo a las 18,25 horas, han pasado 30 años y tres meses, pero han contado con una misma protagonista: Carmen.

La gesta se ha podido cumplir gracias a la «generosidad» de sus compañeras, que sabían que le hacía ilusión. «La urgencia la recibió mi compañera Marga Boned y me cedió el parto, aunque a ella también le hubiera gustado. Me dejó asistirlo y estoy super agradecida», asegura Vidal, que apunta que «fue una casualidad que estuviera trabajando, ya que no era mi turno».

Con este parto pudo estrenar las nuevas Unidades de Trabajo de Parto y Recuperación (UTPR) del nuevo Can Misses, unas habitaciones donde las madres pueden desarrollar todo el proceso de dilatación, expulsión y recuperación en una misma estancia, lo que supone un «cambio positivo enorme», según la matrona, porque «el traslado estresa mucho a la madre y poder parir en el mismo sitio es mucho más relajante».

Sin lámpara en el parto

Del primer parto, del que guarda recortes de periódico, recuerda como anécdota que no se les encendía una lámpara del paritorio. «Menos mal que había una ventana y con la luz de fuera pudimos solucionar el momento», explica Carmen, que asegura que con los años han cambiado muchas cosas, porque «hay más aparatajes y más medios», pero que el trabajo del parto sigue siendo «igual». «Ahora si hay una complicación puede haber una asistencia mucho más rápida y más efectiva que antes. En Can Misses empezamos que no había ginecólogo de guardia, todo lo teníamos que asumir en un momento crítico», destaca Vidal, que reconoce que «ahora no se si sería tan arriesgada y tirada para adelante como antes, pero entonces había que sacarlo como fuera». En este sentido, cuenta que las matronas más jóvenes «se sorprenden porque, aunque están más preparadas en cuanto a estudios, en cuanto a práctica nosotras tenemos más rodaje».

Además de estos dos partos que pasarán a la historia, Carmen ha asistido una sexta parte de los nacimientos de Eivissa, lo que supone más de 3.000 partos a sus espaldas. De todos ellos, ha vivido algunos más especiales, como los de su hermana, así como de amigos o compañeros del hospital, con los cuales reconoce que «estás más nerviosa», ya que «con las personas que conoces sufres más, pero también piensas que nadie lo va a hacer mejor que tú».

Vuelta al parto natural

Carmen Vidal (Barcelona, 1951) estudió enfermería en Barcelona y llegó a Eivissa en 1977, donde empezó trabajando en s’Ambulatori. Desde entonces asegura que han cambiado muchas cosas, como la asistencia a los partos de los padres. «Al principio, los maridos no podían entrar y cuando empezaron a entrar no estaban acostumbrados y se nos caían, recuerdo uno que se rompió la nariz», explica Vidal, que dice que ahora «vienen más preparados y concienciados». La matrona también comenta que fue en s’Ambulatori donde atendió algún parto gemelar, que al ser de riesgo los asiste el ginecólogo, «pero entonces no se hacían ecografías como ahora». «Me encontré con un parto en el que venía un bebé y cuando esperaba la placenta, apareció otro niño». Aunque ha habido cambios, Carmen apunta que los ciclos vuelven y ahora se habla de nuevo de partos naturales, que antes era «lo habitual». «Empezamos de no tener nada a tener mucho y ahora volvemos al principio».

Durante estos años, esta barcelonesa, que pasa a la historia de Eivissa, también ha sido «reivindicativa» luchando para ampliar el personal de su servicio. Ahora, que le falta un año para cumplir 65 años y jubilarse, dice que es una etapa que le da «un poco de respeto». Atrás deja mucha historia y por delante le queda un año para seguir ayudando a traer bebés al mundo, con esta profesión que considera «vocacional» y con la que vive cada parto como si fuera el primero «porque todos son únicos».