Albert Pla, cantante y actor.

Albert Pla i Álvarez (Sabadell, Barcelona, 22 de septiembre de 1966) es un cantautor español que «dota a sus canciones de una particular personalidad extrema, a veces de cierto contenido polémico, y en otras ocasiones con un toque infantil». Ésta es la definición que se encuentra en wikipedia de este peculiar artista que actúa esta noche en Las Dalias junto al guitarrista flamenco Diego Cortés. Algo que supone una gran ayuda, teniendo en cuenta de quién estamos hablando. Un hombre al que durante los últimos años le ha perseguido la polémica y del que no se sabe nunca dónde está el límite entre el artista y el personaje. Algo que precisamente demuestra durante esta entrevista, donde ha respondido prácticamente con monosílabos.

—¿Dónde acaba el cantante y dónde empieza el personaje que se ha convertido en un filón para los medios de comunicación?

—Empieza al principio. Termina al final.

—Declaraciones como «mataría a los de Podemos ahora que todavia no tienen guardaespaldas» o «a mí me da asco ser español». ¿Le benefician o le perjudican a la hora de vender discos o encontrar un papel como actor?

—No sé.

—¿Asegura que «se la suda la política y la economía». ¿Tan mal está el país? ¿Tendría alguna receta?

—Mis opiniones sobre política son ilegales y anticonstitucionales. Si fueran difundidas podrían ser penadas por la ley.

—¿Cómo le sienta el haberse convertido en un referente de los antisistema?

—Anti antisistema

—Ahora llega a Eivissa con Diego Cortés, para revistar los mejores temas de su discografía. Con su amplia trayectoria, ¿ha sido fácil resumir?

—Improvisamos repertorio. Depende del estado de ánimo del respetable y nuestras reacciones ante su conducta.

—Siempre se ha mostrado muy crítico con la industria discográfica ¿cómo la ve actualmente?

—A mí mal, a ellos peor.

—Aún así sigue siendo un artista muy prolífico... He leído que tiene más ideas que nunca...

—Me falta tiempo para enseñarlas todas. Qué corta es la vida.

—Sigue fiel a sí mismo. ¿Qué le haría cambiar?

—¿Una guerra nuclear?