Joan Marí, en la nueva sala de reuniones de Cáritas Diocesana. | Toni Escobar

Joan Marí Torres, de Sant Rafel, está casado y tiene dos hijos. Desde su jubilación está al frente de Cáritas. «Vine a hacerme socio y un amigo me dijo que tenía que ayudar. Cuando me jubilé empece a venir por aquí». En diciembre cumplirá nueve años dirigiendo Cáritas Diocesana.

—¿Qué se ha ganado con la reforma de la sede de Cáritas?

—Esto es como pasar de algo obsoleto completamente. Era incómodo. Había peligro de las instalaciones y no cumplía ninguna norma de seguridad. Cáritas estaba antes en Santa Cruz y cuando se fundó fue en Dalt Vila. Ahora estamos en la Casa de la Iglesia, en la calle Felipe II, como siempre, para dar el servicio a la gente que viene.

—¿Y el presupuesto de la reforma?

—El presupuesto era 300.000 euros, que no es moco de pavo. Teníamos la obligación de ponerla ya en marcha. Hablamos con dos arquitectos que hicieron el proyecto. Me gustó mucho que lo realizaran según la necesidad. Tuvimos la suerte deque nos donó el proyecto y la dirección de obra. Además, en la junta directiva de Cáritas hay un maestro de obras, Paco Cabrera, y ha sido una gran ayuda, junto a los arquitectos, poder pedirle a él lo que necesitamos. También entró la ayuda del Plan Leader, que sin ellos no hubiera sido posible. El Leader tiene unos plazos y tenía que acabar ahora. Tuvimos la suerte que desde el Ayuntamiento de Eivissa, la exalcaldesa Virgina Marí, y sus funcionarios, nos dieron el permiso y nos libramos de las tasas. También hay empresas que nos han ayudado y otras que lo harán.

—¿Qué destacaría de esta reforma?

—Era imprescindible tener una sala de reuniones para la gente que nos viene como para los de aquí. Tiene una gran capacidad. Es un lugar muy útil. También el despacho del voluntariado y la acogida. Me parece más que decente. Lo que se trata es de que la gente que venga tenga una mejor calidad de servicio, como les corresponde. La residencia Reina Sofía sale de la gente de Cáritas de entonces, como también el centro Betania. Cada época tiene unas necesidades propias que desde Cáritas se ha tratado de responder. Y ahora, dentro de los programas que hay, el de reinserción social. En la memoria se recoge que un centenar de personas pasaron por Can Pep Xico y A Tot Drap y 27 personas han encontrado trabajo. Aquí ves que la dedicación que tenemos a ellos tiene respuesta.

—Hablando de la memoria se recoge que ha habido un aumento del 9% de los usuarios.

—Sí. Ahora está todo informatizado y eso quiere decir que si hay esté numero es que son personas diferentes que han pasado por aquí. Nunca habíamos tenido la posibilidad de contar tan bien y conocer la realidad que había, como ahora.

—¿Cuál es el colectivo que está en peor situación?

—Antes eran los inmigrantes, pero ahora se empieza a ver gente de aquí. Sus familias les ayudan pero al ser permanente llega un momento en que no se puede. Son derivaciones nuevas. Intentamos que los que atendemos salgan mucho mejor que los que han venido.

—¿Se han encontrado casos a los que no han podido llegar?

—Está bastante organizado. La atención social no es sólo de Cáritas. hace años no estaba desarrollado pero ahora no hay ni un sólo ayuntamiento que no tenga un presupuesto para las personas más necesitadas. Esto ayuda a responder a la sociedad de Eivissa. También está Cruz Roja y otras asociaciones.

—¿Recibe Cáritas ayuda de las instituciones?

—Tenemos convenios. La Mesa de Exclusión Social la propuso Cáritas en 2006 y se ha conseguido consolidar. En el Consell d’Alcaldes se determinó hacer un centro en es Gorg que incluye un centro de baja exigencia porque aquí estamos abandonados. Todos los políticos, de un sitio y de otro, lo apoyaron y lo vieron bien. Esto sigue. Llegaron a hacer la maqueta pero después con la crisis quedó parado. Mientras tanto, en el centro de día atendemos a la gente de la calle y también el comedor. Tienen unos gastos que los están pagando. El albergue es del Ayuntamiento de Eivissa y tiene 20 plazas para toda la isla. ¿Qué le parece? La familia Vilàs se ocupó de los menús diarios del comedor desde 2009 hasta el 31 de diciembre de 2014 y eso hay que recordarlo. Es un donativo muy grande que ha hecho a la sociedad de Eivissa. Nos siguen ayudando en otras cosas. La comida ha pasado a depender de la Mesa contra la Exclusión Social mientras que llegue el edificio nuevo. Son 40 personas del comedor, 20 de albergue y 15 menus diarios a Sant Antoni y Santa Eulària. Atendemos a 90 personas al día.

—¿Ha tenido la oportunidad de ponerse en contacto con los nuevos cargos del Consell y de Vila?

—Estamos en ello. Tenemos que tener con ellos las mejores relaciones que podamos y con la esperanza de poder entendernos. Acaban de llegar y lo que sé es que seguirán con lo estipulado más otras cosas que vayan surgiendo.

—¿No llama la atención que a escasos metros del albergue y el comedor se encuentra el puerto de Eivissa que proyecta una imagen de lujo?

—Los yates más lujosos están al lado y a unos metros está nuestra gente. Hay un abismo de lo más exagerado. En Eivissa nos conocemos todos. Es un sitio pequeño y vemos las realidades de otro. Es como una moratoria social en todos los aspectos. Aquí está todo el mundo.

—¿Cree qué debería de haber más concienciación social de las necesidades de Eivissa?

—Naturalmente. Tradicionalmente los ibicencos hemos vivido en una sociedad diseminada y más autosuficientes que nosotros hay pocos, pero cuando había algún problema, como una mujer que se había quedado viuda con sus hijos, los vecinos se unían para ayudarle y tirar adelante. Ahora nos hemos hecho más urbanitas y es otro modo de vivir. También mucha gente ha venido a ayudarnos. Hay una respuesta real de la sociedad. No es ni mejor ni peor. Es distinta, pero sí responde.

—Entonces son solidarios los ibicencos.

—Sí. No hay suficiente conciencia pero hay una predisposición de ayuda. A lo mejor no hacemos lo que tenemos que hacer.

—¿A qué se refiere?

—En el informe Foesa constató en Balears el poco interés de la sociedad en asociarse, de vecinos, de fútbol. Hay una costumbre a la autosuficiencia, mira a lo suyo. Si conoces una asociación, verás que hay un núcleo reducido que lo lleva pero la mayoría de la gente, de los socios, que va algún día.

—¿No piensa que con el turismo ha venido mucha riqueza pero también pobreza?

—Aquí lo que veo es que en Eivissa estamos desbordados. Estamos masificando la isla. Somos 130.000 habitantes y 542 kilómetros cuadrados. La isla no crece. El avión más grande del mundo vino a Eivissa en los años 70. Trabajaba entonces en los autocares y aquel día no podíamos descargarlo. Ahora hay un cambio a la calidad más que a la cantidad.

—¿Cómo afecta eso a Cáritas?

—Si un empresario hotelero pone más categoría necesita personal preparado para ello. Ahora hay un problema nuevo que es la vivienda. Hay gente que no puede cumplir un contrato porque no encuentra sitio para quedarse.

—¿Acuden a ustedes?

—Sí. Hay una ristra de gente que viene. Se les ayuda y hacemos lo que podemos, pero otra cosa es que lo encuentren. Según las estadísticas, nunca ha habido tantos contratos pero los que salen tampoco son para salvar un familiar ni pagar un alquiler. El alquiler es lo más difícil de llevar. En invierno sí encuentras, pero ahora vemos que entre el que quiere especular, ganar todo lo que puede y con una temporada más corta en la que has de vivir todo el año de estos meses pues hay estas subidas.

—Pero cuando acaba la temporada, hay trabajadores que no se pueden ir porque no tienen dinero para regresar.

—Ése es otro problema. En los sitios de costa ocurre esto. Creo que hay esfuerzos para que la temporada sea más larga, que durante el año se pueda vivir mejor y, sobre todo, que los contratos lo cubran. Ahora, la especulación de la vivienda tiene que meterle mano alguien. Viene todo de la masificación. Son efectos colaterales que hay. Tenemos leyes buenas para hacer las cosas pero luego no tenemos la capacidad para inspeccionar.

—¿Confía en que bajen los números de asistencia de Cáritas?

—De las personas que lo pasan mal, los últimos son los que están en la calle. Aquí vienen medio centenar de personas a desayunar. El centro de día está abierto a todos. Tenemos unos programas para ellos. Hay gente que está muy deteriorada y de éstos los que están respondiendo van a Can Pep Xico. Esto es lo primordial. Más que dar alimento lo que trabajamos es en la inserción de estas personas, en ayudarles a buscar una vida mejor, pero siempre teniendo en cuenta que la persona que viene es el centro nuestro. A esta persona se le acompaña y sabiendo que es él que tiene la voluntad de responder.

—¿El centro de atención integral sería entonces una buena solución para este colectivo?

—Ya hacemos atención integral, pero el centro sería para atender a todos los sin techo. Y , lo básico, es el centro de baja exigencia, que pueden ser atendidos todos, al margen del estado en el que se encuentre. Solución paras todo lo veo difícil, pero les ayudaría en el camino de fortalecer y evitar como están ahora. Entiendo que a las personas necesitadas tenemos que ayudarlas todos los que se dedican a asuntos sociales, codo con codo. No puede ir cada uno por su lado porque se pierden recursos. A Cáritas nos interesa que haya un buen entendimiento y unas buenas prácticas de conocerse y de reunirse.