La tercera semana de agosto arrancó como la segunda de septiembre; es decir, con una buena dosis de gota fría. Con cierto adelanto, el fenómeno metereológico típico del Mediterráneo tras meses de intenso calor se dejó notar en Eivissa. Y de qué manera. ¿No queríamos caldo? Pues toma dos tazas. Tanto ha llovido en apenas dos días que las reservas hídricas de la isla han recuperado buena parte de su capacidad haciendo olvidar la sequía que tan angustiados nos tenía, sobre todo a los vecinos de Sant Josep.

Que este tipo de tormentas ocasionen inundaciones en zonas puntuales es hasta cierto punto normal, pero Eivissa no puede permitirse en pleno mes de agosto parecer una cloaca desde la que fluyan fecales, desechos y hasta roedores. Es imperdonable que, año tras año, suceda lo mismo en la isla del lujo y el glamour. Las administraciones, sin excusas, tienen la obligación de modernizar el sistema de canalizaciones y el alcantarillado de la ciudad, así como el drenaje de vías de nueva construcción como la carretera del aeropuerto. Es inconcebible que se inunde a las primeras de cambio provocando imágenes como la que acompaña el artículo.

También conocimos a principios de semana la situación que verano tras verano padecen los vecinos del barrio de sa Penya. La llegada masiva de okupas y la conducta incívica de algunos, empeñados en mantener la zona 'alta' cual vertedero merece una reacción contundente por parte del gobierno local. El desalojo de los ocupantes ilegales de las infraviviendas y la inversión pública y privada para revalorizar el barrio son prioritarios si queremos recuperar una parte fundamental de nuestro Patrimonio.

También han bajado revueltas las aguas por Sant Josep, donde el miércoles presentó su dimisión el jefe de la Policía Local tras liberar presuntamente a un detenido cuando al parecer, recibió presiones por parte de un nutrido grupo de amigos de éste. El asunto tomó un misterioso giro cuando, al día siguiente, acudieron al ayuntamiento para apoyar al jefe de policía y evitar que 'Agustinet' acepte su renuncia.

La semana ha traído novedades en relación al grupo empresarial de Abel Matutes. Por un lado, el conglomerado persigue las licencias para edificar en Platja d'en Bossa, revalorizar la zona y conectarla a Sant Jordi. Planes que, por el momento, no comparten las administraciones local e insular. Por otro lado, este periódico dio a conocer el miércoles que la naviera Baleària, participada por Matutes en un 42%, podría ser la primera en enlazar Cuba con EEUU después de conseguir la licencia de transportes marítimo norteamericana.

En otro orden de cosas, el jueves la Autoritat Portuària anunció su apuesta por construir un edificio y una plaza en es Martell, en el puerto de Eivissa. Además, este diario informó sobre el proyecto de Salut de recuperar el servicio de atención primaria en Can Misses.

En clave de sucesos, Eivissa ha vivido días críticos relacionados con el mar, después de que las hélices de sendos barcos golpearan a un submarinista, primero, y a un pequeño de 12 años mientras nadaba. Además, un turista de 30 años falleció el viernes tras ahogarse en una piscina de Sant Antoni. En este mismo municipio, la Policía denunció a varias personas por exhibir pitones, un mono tití y un guacamayo. Otro altercado sorprendente fue la feliz intervención de la Policía Nacional para evitar que un perturbado arrojara al vacío a su exmujer en Vila desde un sexto piso. De locos.