La playa de s’Arenal se tiñó ayer de rojo tras la batalla campal entre los ejércitos romano y cartaginés, que emplearon cuatro toneladas de tomates en la undécima edición de una celebración que este año no pudo contar con el tradicional desembarco de las fuerzas púnicas por la falta de disponibilidad de amarres en el puerto portmanyí.

Además, la fiesta vio mermada sus efectivos en relación a anteriores convocatorias, especialmente en el bando cartaginés, que solía ser más numeroso que el romano pero que esta vez fue incluso menor. También influyó un mayor control por parte de los organizadores y las fuerzas de seguridad sobre la incorporación de espontáneos al campo de batalla.

No obstante, el combate no dejó de ser encarnizado, sin llegar al punto de provocar ningún incidente relevante, según indicó la Policía Local y Protección Civil, que solo registraron algunas contusiones y morados entre las tropas. «Este año los tomates han sido un poco verdes y hacían daño de verdad, pero ya se sabe que hay que protegerse», comentó Santiago Ribas, del bando romano.

Así, fue media hora de aguerrido enfrentamiento en el que los romanos exhibieron un mayor ingenio bélico al usar los contenedores de tomates como escudo, algo que los cartagineses no acertaron a imitar hasta el tramo final de la contienda. Sin embargo, el coraje y la resistencia de las tropas de Asdrúbal Barca equilibraron la lucha hasta que no quedaron tomates que arrojar al enemigo.

A su vez, las primeras filas del público, que se esforzaban en fotografiar y grabar el conflicto, también recibieron alguna salpicadura, tan inevitable como fortuita.

Antes de la batalla, las tropas cartaginesas se concentraron ante el ayuntamiento de Sant Antoni. Allí, unas 70 personas, perfectamente ataviadas con las indumentarias púnicas y protegidos con cascos y escudos, desfilaron por las calles del centro para dirigirse a s’Arenal, encabezados por su líder, Pep Prats, que ejercía de Asdrúbal Barca, y una amazona checa, Zlata, que portaba el estandarte cartaginés.

Entre ellos también se encontraba un grupo de workers británicos que participaban por tercer año en la Fiesta de Cartagineses y Romanos. También había quien se estrenaba, como David, un chico de 7 años que se unió al desfile aunque probablemente no tomara parte de la querra de tomates, recomendada para mayores de 12 años.

Por su parte, unos 90 romanos se reunieron en Cala de Bou y desfilaron por el Paseo Marítimo, capitaneados por la agustinera Carolina Serra, quien hizo las veces de Gneu Escipió, y Faustino, el jinete que abanderaba las tropas romanas.
En el transcurso de ambos recorridos, algunos soldados se añadieron a sus respectivos ejércitos, aunque no hicieron variar excesivamente el tamaño de las huestes.

Una vez allí, se escenificó el simulacro de tratado de paz, que evidentemente no prosperó. Guerreros y público, que llenaba el Paseo Marítimo, se habían citado para ver una batalla y los tomates empezaron a volar.

Tras la batalla, ambos ejércitos firmaron el armisticio con una barbacoa, a la espera de los conciertos de Morning Drivers y Los Inhumanos, que cerrarían la velada.