Son las doce del mediodía en Sant Antoni. La temporada de verano ha terminado y con ella se fueron los últimos turistas. Es martes, pero podría ser cualquier otro día. Estamos en noviembre y brilla el sol, día apto para ociosos y paseantes. Pero algo pasa en el municipio. ¿Dónde está la gente?

Eso mismo se preguntan los comerciantes del casco urbano, como Catalina, encargada de una tienda de zapatos en el Carrer de Sant Antoni, que asegura que «la cosa está fatal. No hay nadie, no se ve gente por las calles y este año no hay ni Imserso. Nosotros solo podemos decir que sobrevivimos, y no sabemos hasta cuándo. Además la gente del pueblo se va a Vila a comprar, a las franquicias. Allí pueden encontrar desde un pantalón hasta un zapato, lo tienen todo, y contra eso no se puede luchar. Es la ley del pez grande que se come al pequeño. Aquí abren negocios que duran dos semanas, es muy triste». Y ante la pregunta de qué es lo que se puede hacer, esta comerciante es completamente pesimista: «Yo lo veo muy negro, y pienso que no se puede hacer nada. Además cada día pagamos más impuestos y hay menos ayudas de las administraciones».

Y es que no es para menos. Conocemos el caso famoso de es Clot Marès, construido en el año 1986 con el fin de albergar el núcleo comercial del pueblo. Centro de comercio que nunca funcionó a pleno rendimiento, y en el que hoy en día tan solo existen seis o siete puestos abiertos rodeados de puertas de hierro que bajaron sus puertas para siempre, triste paisaje, en los últimos años todos coinciden en que ha habido una degradación casi irreparable debido a factores como la aparición de las grandes superficies, la implantación de franquicias en Vila y, sobre todo, la mala reputación, imagen e inseguridad que se viven en verano en el municipio.

Algo que corroboran un poco más arriba, en la calle Progrés, en la tienda especializada en la venta de juguetes Casa Torres. «Está fatal», asegura su propietaria. Y repite que este año, sin viajes de la tercera edad, la cosa es peor. «En realidad subsistimos porque somos los mismos comerciantes los que consumimos en los otros comercios, y así nos ayudamos unos a otros. Ante todo tenemos que mirar por el pueblo». Y asegura que «en invierno no hay nadie, y en verano el turismo familiar y de más edad que compraba algo ha desaparecido. Ahora solo hay turismo de baja calidad que da muy mala imagen al pueblo e inseguridad».

Grandes superficies

También los supermercados del casco urbano han sufrido las consecuencias de la apertura de las grandes superficies, como el de la calle Alacant. Su encargado explica que «las grandes superficies nos han afectado. Nosotros aguantamos el tirón, pero tiendas más pequeñas de toda la vida van a tener que cerrar puertas». Y asegura que esto también afecta al mercado laboral: «En verano solíamos tener a 25 personas contratadas, ahora sólo tenemos 15». Y también incide en que las reglas del juego no fueron ni son iguales para todos: «Nosotros estuvimos años pidiendo una ampliación que siempre nos denegaron, y en cambio, cuando llegaron las grandes superficies les dejaron construir miles de metros. Además tenemos la zona azul justo delante de la puerta y la gente a veces se lo piensa a la hora de venir a comprar. Y por no hablar de que en verano abren cientos de bodegas por todas partes».

Zona azul

Pero en la calle de Sant Mateu nos encontramos a una comerciante, que prefiere guardar el anonimato, quien es muy autocrítica y hace un análisis profundo de la situación. «Por la mañana, cuando llevas a los niños al instituto aparece todo el mundo, se ve gente, eso significa que la hay. Pero luego, vas por el pueblo y hasta da miedo, no hay nadie». «Estoy segura de que el comercio está muerto porque no hay posibles clientes. Antes íbamos a pie a todas partes y ahora cogemos el coche para todo. Además, muchos de los empadronados aquí viven fuera del pueblo. Y otra cosa que creo que ha hecho daño es la zona azul. Nos la vendieron como instrumento para revitalizar el comercio, pero lo que hace es que la gente vaya a comprar estresada porque se le pasa la hora, y ni siquiera compran o ni se paran en el pueblo».

Otro motivo al que apunta esta comerciante es a la misma gente del pueblo. «La gente de Sant Antoni no te da una oportunidad. Se van a Ibiza a comprar y ni siquiera conocen tu tienda. Luego te piden trabajo para su hija o hijo, unas horitas aunque sea, y yo me pregunto: ¿cómo quiere que le dé trabajo si no lo hay, si ellos mismos se lo han llevado a otro lugar? Eso se llama tirar piedras sobre nuestro propio tejado».

Las instituciones

Por su parte desde la Asociación de Comerciantes hacen un análisis parecido al expuesto, pero aseguran que el nuevo equipo de gobierno está siendo muy activo a la hora de ayudar a incentivar el comercio, y que ante todo «debemos seguir trabajando y analizando la situación».

Algo que la concejala de Comercio, Cristina Ribas, cree fehacientemente. «Yo no pienso que el comercio de Sant Antoni esté peor que en otros pueblos. Está claro que no somos Ibiza, que tiene franquicias y, sobre todo los jóvenes van a comprar allí, pero no podemos caer en el pesimismo, lo que tenemos que hacer es trabajar conjuntamente y ser positivamente constructivos».

Respecto a la influencia de las grandes superficies en el descenso del comercio en los supermercados, Cristina Ribas lo tiene claro refiriéndose al anterior equipo de gobierno: «Yo creo que se podrían haber evitado, el ayuntamiento tenía mecanismos para hacerlo. Pero ahora ya están aquí, y debemos aceptarlo». Y en referencia a la zona azul también explica que «puede ser que perjudique, y de hecho se está estudiando qué hacer con ella. Pero tenemos un contrato hasta el 2017, y éste se tiene que respetar».