Ana María Escandell Roig ya se encuentra disfrutando de sus vacaciones después de unos seis intensos meses de navegación. Foto: ARGUIÑE ESCANDÓN

No viene de familia navegante pero Anna Maria Escandell Roig, de Sant Miquel, pasará a la historia por ser la primera mujer de Eivissa que ejerce como patrona de un barco. De hecho, esta mujer, tan tímida como discreta, ha pasado ya a la posteridad porque es una de las protagonistas del capítulo Dones Pioneres en l’àmbit laboral a les Illes Balears del Anuario del Envejecimiento de la Universitat de les Illes Balears.

«Siempre me gustaron los oficios de los hombres», confiesa. De hecho quiso matricularse como mecánica, pero se decantó por técnico superior en Administración. No se quedó allí, empezó a trabajar, volvió a estudiar. «Siempre me quedó la espinita de la mecánica», recuerda. Estudió un grado medio y se convirtió en la primera mujer que trabajaba como mecánica. «Me ayudaron llegar al día de hoy donde estoy».

Por esa inquietud por aprender y su amor al mar se sacó el titulo de patrón de yate. Una confusión le llevó a su actual profesión. «Me aconsejaron que hiciera el grado superior y me matriculé en Palma convencida que era técnico superior en mecánica, pero era para patrona, no fue un disgusto porque también me gustaba». De ahí surgió su titulación de técnica superior en navegación y pesca. Estuvo haciendo las practicas en barcos en Palma y en uno de ellos, un barco de pesca, coincidió con otra mujer: «Nunca había navegado en un barco de pesca. Tardas más en adaptarte, no es por ser hombre o mujer sino por la experiencia que uno tenga». De regreso a Eivissa empezó a trabajar como marinera y le ofrecieron trabajar como oficial en los barcos de Mediterránea Pitiusa, «para poder ejercer de patrona tienes que pasar antes de oficial», aclara.

Este ha sido el segundo año que patrona un barco. Las diferencias con el resto de la tripulación son más una cuestión generacional, «con la gente joven no hay diferencia, hay más en la gente que lleva años navegando; fue un poco de todo, ser mujer y entrar como nueva para dirigir a marineros que sabían su trabajo». Confiesa que el principio no fue fácil, pero fue «un periodo muy pequeño» aunque reconoce que «siempre tuve el apoyo de los capitanes y me fue mucho más sencillo». Sobre la mar hay una cierta superstición ante la figura femenina, muchos piensan dan mala suerte, «pero hemos demostrado que muchas cosas son habladurías». No obstante, aún queda un camino por recorrer. «Las mujeres nos castigamos más para poder demostrar que estamos a la altura. En cualquier profesión la mujer ha estado menos valorada económicamente que en los hombres», aunque reconoce que «en la mar, en cambio, cobramos lo mismo».

Después de dos años, sigue siendo la única patrona de un barco, aunque hay otras dos oficiales en otras navieras, «que pueden ejercer como capitanas porque vienen de la Marina Mercante», precisa. Ella que ha estado de oficial conoce muy bien la diferencia y el peso de la responsabilidad de un patrón. «Es muy bonito pero lo sufres con mal tiempo o visibilidad reducida. Llevas mucho estrés y este año me he dado cuenta de que no se hasta cuando quiero aguantar el estrés, pero me gusta. Cuando terminas la temporada y dejas el mando a otro capitán, te relajas». Ha pasado por situaciones difíciles al mando de su barco pero tiene claro que «al puerto tienes que llegar; los capitanes somos reservado y normalmente no hablamos de esto, nunca demuestras la debilidad».

Es un oficio duro. Ha elegido trabajar seis meses al año en los que hace la línea entre Eivissa y Formentera. En verano trabaja todos los días, sin ningún día libre. Una jornada que asegura lleva bien, «no estas en una oficina cerrada, estas al aire libre, trabajando; es duro porque dejas de compartir tu familia o tu pareja». En un mundo de hombres, Ana no se ha sentido discriminada: «Cuando he tenido un problema, siempre me he sentido apoyada por ellos, ni nunca he querido demostrar que soy mejor que ellos».

A la gente de la calle, le llama la atención cuando dice que es capitán de barco, «hay quien no se lo toma en serio, mucha gente apenas conoce el oficio de la mar». De hecho, asegura que en Formentera se valora más, «son más sensibles si hay mal tiempo». En su familia se sienten orgullosa de ella aunque su madre, que se marea en un barco, «sufre si hay viento».