Imagen del conjunto Patrimonio de la Humanitat con la ciudad fortificada de Eivissa y los barrios de sa Penya y La Marina. | Guillermo Romaní

Los valores y la gestión del Patrimonio Natural e Histórico de Eivissa y Formentera han sido objeto de estudio y análisis por parte de los investigadores de la UIB José Ramón Cardona y María del Carmen Azpelicueta Criado, que han plasmado su investigación y conclusiones en el Anuario del Turismo de les Illes Balears 2015.

En 1999, tras un primer intento fallido en 1987, fue inscrito el conjunto denominado ‘Ibiza, Biodiversidad y Cultura’, formado por los bienes protegidos de la ciudad fortificada de Eivissa (Dalt Vila), la necrópolis de Puig des Molins, el asentamiento fenicio de sa Caleta y las praderas de posidonia oceánica situadas dentro del parque natural de ses Salines, entre Eivissa y Formentera.

Desde entonces, apuntan los expertos en su artículo, se han realizado importantes acciones, como la restauración y musealización de las murallas, y la señalización de los bienes inscritos y de las zonas de protección. «Pero se detectan algunas confusiones», añade el texto, «principalmente en la comunicación, y una necesidad de mejora en el diseño de productos turísticos atractivos que contengan los elementos declarados Patrimonio Mundial». La promoción turística está muy centrada en Eivissa como ciudad Patrimonio Mundial, señalan los investigadores, «cuando se trata de un emplazamiento mixto formado por una parte de la ciudad antigua y elementos en otras localizaciones, tanto culturales (sa Caleta) como naturales (praderas de Posidonia)».

El estudio concluye que aún queda mucho trabajo por hacer en este sentido, «rehabilitando y acondicionando los bienes inscritos y su entorno, especialmente las viviendas de Dalt Vila, sa Penya y la Marina, y el paisaje cultural de ses Feixes». Aunque están en mejor estado de conservación, precisa el artículo, los yacimientos arqueológicos, las praderas de posidonia y los estanques de ses Salines «han quedado bastante olvidados en las inversiones, mientras que zonas no inscritas de la ciudad eran mejoradas con fondos del Consorcio».

Según esgrimen Cardona y Azpelicueta en su epígrafe del Anuario del Turismo de Balears, la gestión de las administraciones locales en la restauración y puesta en valor de los elementos inscritos «es mejorable» y la inversión ha sido «más modesta» que en otros lugares de España. «Se han producido mejoras, pero también deficiencias en la coordinación de las administraciones y queda mucho por hacer», añade el texto, donde se subraya que «hay una cierta confusión en la promoción sobre los elementos incorporados a la lista, principalmente en la zona de protección de Dalt Vila».

Promoción turística

El equipo investigador de la UIB propone algunas recomendaciones sobre los productos turísticos que pueden ofrecerse para prolongar la temporada.

Apuntan que el turismo arquitectónico tiene su principal puntal en la espectacularidad de las murallas, pero creen que esta oferta se vería complementada por la arquitectura típica de los barrios del casco antiguo, y fuera de la ciudad por las iglesias y las casas del mundo rural, «siendo estos cuatro elementos del eje que permite ofrecer itinerarios o excursiones a los visitantes».

Según el informe, el objetivo en la parte baja de Dalt Vila, la Marina y Vara de Rey debería ser «potenciar una oferta gastronómica más diferenciada y sofisticada que la actual». Sobre el turismo de compras en la Marina y la moda Adlib, recomiendan «diversificar los tipos de tiendas, mejorar la estética de los locales y facilitar desde las administraciones una colaboración en las tareas de confección y comercialización».

El turismo de congresos y convenciones dispone, según el artículo, de una creciente oferta de hoteles de cuatro y cinco estrellas, tanto en la ciudad como en el resto de la isla, «pero sólo el ayuntamiento de Santa Eulària ha tomado acciones en este sentido con la construcción de un palacio de congresos».

Sobre el patrimonio natural, los investigadores ponen de relieve que la gran riqueza marina del Parque Natural de ses Salines, entre las que destacan las praderas de posidonia, «ofrece un enorme potencial para organizar actividades subacuáticas, vinculadas a una oferta de ecoturismo». Además, recuerdan que las praderas de posidonia son un elemento clave en la protección y formación de las playas, las estructuras dunares litorales y los bosques de sabinas. Por ello advierten de que el «principal riesgo» de este componente natural es «el enorme tráfico marítimo de la zona, especialmente en verano», y la «fuerte presencia de yates y megayates que fondean sobre todo frente a la playa de Illetas». «Aunque se han instalado boyas para permitir el anclaje sin dañar las praderas, el poco número de boyas y el hecho de que no permiten esloras mayores de 35 metros, hoy muy habituales, no resuelve el problema», subrayan.

Por último, aseguran que el paisaje cultural de ses Salines «tiene potencial para ofrecer una pequeña oferta de turismo ornitológico» al ser un enclave importante de aves acuáticas migratorias «y de turismo industrial al permitir mostrar el proceso de producción de la sal».