María Luisa Montes. Foto: DANI ESPINOSA

Te contaré a mí manera…”. Así comienza esta entrevista de perfil con María Luisa Montes, en el Llar d’Eivissa, una mujer con carácter y mucha determinación, que nació en Santander hace 80 años, aunque ha residido en la Pitiusa más de la mitad de su vida. “Vine hace ya 52 años”.

Pero antes de llegar a la isla, María Luisa sabía bien lo que era vivir lejos de su tierra natal, porque con apenas 17 años ya se encontraba en Reino Unido, trabajando como señorita de compañía de una marquesa, para después trasladarse a Alemania. “Eran los tiempos en los que emigraba mucha gente buscando una segunda oportunidad”, y a ella también le tocó. Cuenta que para aprender inglés escuchaba discos, “con los que aprendí mucho, pero después me trasladé y con el alemán perdí mucho nivel de inglés. Ahora puedo entenderlo pero ya no lo hablo”.

El que sigue recordando, no sólo porque viviera allí varios años, sino porque su yerno y nietas son de allí, es el alemán. “Estuve en ese país trabajando, pero después de un tiempo ya no me gustaba cómo estaban las cosas y decidí venir a Eivissa con mi hijo de meses y teniendo otras tres niñas estudiando en la península”, a las que también tenía que mandar dinero. Fue esa la circunstancia en la que se hallaba cuando aterrizó en una isla que le resultaba tan lejana como desconocida. “La primera vez que me hablaron de Eivissa, como tenía que coger avión para llegar, pensaba que se trataba del extranjero”.

Asegura que vino porque la isla se veía, también, como una tierra de oportunidades, “me habían dicho que había trabajo y se ganaba dinero”. De esta manera, puso un nuevo rumbo en su vida, para comenzar una aventura que aún dura. Y es que la vida de María Luisa ha sido dura, pues ella reconoce que no tuvo la oportunidad de ir al colegio, y aunque se autocalificaba de ‘analfabeta’, sus amigas –las chicas de Mara– lo desmienten con vehemencia. “De analfabeta nada, que hablaba varios idiomas cuando llegó aquí, mucho más que la mayoría”, pues ya a principios de los años 60 ella estaba ducha en inglés y alemán.

“Yo aprendí cuando iba mi hijo al colegio, yo nunca he ido a la escuela, en la vida”, claro que eso no ha supuesto ningún impedimento para que aprendiera, por su cuenta, a leer y a escribir. “Ahora vengo aquí a lecturas –al Llar d’Eivissa– me dan un libro, lo leo y luego explico lo que he leído. O sea que ahora no soy analfabeta”, responde orgullosa, y es que mérito no le falta..

Su vida en Eivissa

Apunta que al llegar a Eivissa tuvo mucha suerte, “di con unos buenos señores que me dejaron un bajo y puse un restaurante de comida obrera”, pero era demasiado esclavo, demasiadas horas trabajando y llevando el negocio adelante sola día y noche. “Tras 6 años acabé cansada y un día bajé la persiana y dije se acabó”. No obstante, reconoce que se hacía dinero pues iba mucha gente que pagaba, por aquel entonces, 35 pesetas por un menú de primero, segundo, pan y vino. “Yo cogía la moto cada mañana, iba al mercado, compraba la legumbre, un saco de patatas, la verdura en bolsas colgadas de los manillares y venía a trabajar”.

Después abrió un Spar, “pero ahí estuve poco tiempo, porque todo el mundo venía fiado y luego no pagaban”. Más tarde se puso a trabajar en Can Misses, “como hablo alemán me cogieron de intérprete en el hospital, porque sólo había una que hablaba francés, pero hacía de todo”. Aunque tuvo la mala suerte de romperse el manguito en una caída y la jubilaron con 52 años.

En su versatilidad, María Luisa ha trabajado también de figurante en varias películas holandesas rodadas en la isla. “Nos cogieron a mi marido y a mí para hacer de turistas; así grabamos dos películas en Eivissa y otra en Santa Eulària”, donde cuenta la anécdota de que les trasladaron en limusina y el apuro que sintió por ello. Porque ante todo, destaca de ella su humildad y empuje, “he trabajado mucho, pero he salido adelante pagando todas mis deudas. Y siempre he sido muy decidida y echada para adelante”.