Alda Yurramendi Silva (Montevideo) ha estado siempre vinculada a la defensa de los derechos de los inmigrantes. Estuvo presa por motivos políticos en Uruguay, después se marchó a Argentina y llegó a España en 1990. Es reservada con su vida privada y coqueta, no quiere desvelar el año de su nacimiento, pero aunque supera la edad de jubilación sigue activa ayudando a los inmigrantes, sea cual sea la nacionalidad, porque gran parte de su trayectoria vital en Ibiza está ligada a la lucha para mejorar las condiciones de los inmigrantes. Es presidenta de la Asociación de Uruguayos de Ibiza y Formentera y desde 2003 forma parte de la Plataforma por la Convivencia por la que trabaja desinteresadamente. «En todo soy voluntaria, no cobro nada», puntualiza. La Associació de Dones Progressistes le concede hoy su premio anual con motivo del Día de la Mujer Trabajadora.

— ¿A qué se dedicó en Ibiza cuando llegó en los años 90?
—Tuve muchos trabajos. Fui fotógrafa en Ibiza. Cuando llegué estuve limpiando casas y cuidaba niños.

—¿Y en Uruguay?
—Era peluquera. Cuando me fui a Argentina estudié Fotografía, que era lo que siempre me había gustado. Trabajé de fotógrafa en Ibiza, en la guardería hacía fotos a los niños y también hice bodas y comuniones.

—Pero se conoce sobre todo su labor de defensa de los derechos de los inmigrantes por la que la han reconocido. ¿Cómo ha acogido la concesión del premio?
—Para mí ha sido muy fuerte. Me costó mucho aceptarlo.

—¿Por qué?
—Les dije al principio que no, que vieran a otra persona. Estuve una semana pensándolo y me convencieron. Siempre he trabajado voluntariamente, atendiendo a gente inmigrante, en cuestiones sociales reivindicativas, pero nunca hice nada pensando que un día me iban a dar algún premio. De verdad, me ha costado asimilarlo. Ahora me alegra que me lo den.

—Dones Progressistes reconoce también su trayectoria personal, ¿se refiere a su etapa en la que se tuvo que marchar fuera de Uruguay por temas políticos?
—Bueno, sí, un poco de eso y a parte en Argentina también trabajé con gente inmigrante. En el 2003 fundamos la Asociación de Uruguayos porque comenzaron a llegar por la crisis económica y decidimos ayudar a los compatriotas que llegaban para informarles y asesorarles. En 2005, cuando se hizo la regularización, ayudamos a muchos inmigrantes, no sólo a uruguayos.

—¿Ha sido perseguida por sus ideas políticas?
—Los que pensábamos de forma diferente nos fuimos de Uruguay antes de la dictadura. Estuve presa una semana en un cuartel en Uruguay en los años 70. Mucha gente nos fuimos a Argentina y cuando empezaron los problemas por la crisis económica la gente salió para España. Me vine en los años 90. En Buenos Aires tengo un hermano. Nos trasladamos todos.

—¿Cómo ha afectado su trabajo ayudando a los inmigrantes el hecho de ser mujer?
—Siempre he sido muy emprendedora y un poco revolucionaria. También en mis trabajos, cuando empecé con la fotografía, no había mujeres en este sector en Ibiza. Lo peor que veo de la mujer es que no está bien considerada en el tema de los salarios, se le explota mucho. Un ejemplo es el trabajo que hacen las kellys, las camareras de piso, que es terrible lo que trabajan toda la temporada, terminan mal psicológicamente porque tienen mucho estrés.

—¿Está la mujer inmigrante en peor situación?
—En algunas cosas sí. Aún hay inmigrantes sin papeles por determinadas cosas. Hay gente que no está empadronada y eso es fundamental porque a los tres años de empadronamiento le pueden hacer un contrato por un año. A veces no quieren empadronarlas. Conozco casos reales. Muchas inmigrantes trabajan 24 horas. Consiguen un trabajo para cuidar un abuelo, viven en esa casa y por la noche se tienen que levantar si el abuelo necesita algo. Es una explotación. Deberían de trabajar ocho horas como todo el mundo pero, por no tener papeles, tienen miedo de dejar el trabajo y no conseguir otro; se aprovechan de esa situación y no les pagan lo que les corresponde. Hay muchos casos. Veo en Ibiza a mujeres inmigrantes llevando a personas mayores en silla de ruedas y me pregunto si trabajan con papeles. Eso me preocupa mucho. Otra cosa es las que se pagan la Seguridad Social, no les vale de nada si están enfermas porque tienen que ir a trabajar.

—¿Secundará la huelga feminista de hoy? ¿Qué le parece?
—Sí. Claro. Me parece bien que haya una huelga. No quiero llamarla una huelga feminista sino una huelga de mujeres. Ya era hora que las mujeres dijéramos que íbamos a parar porque somos mayoría. Las mujeres tienen todo el derecho de parar y no sólo el 8 de marzo sino las veces que sea necesario porque haya una huelga o algo que reivindique sus derechos. Debería de haber una igualdad en todos los aspectos y luchamos para que la haya.

—¿Cree que contribuirá a mejorar la situación de la mujer?
—No sé si va a contribuir, pero creo que es un hecho que va a llamar la atención: que estamos aquí y tenemos el poder de parar. No sé si va a mejorar porque los trabajadores son los que llevan las de perder.

—¿Se ha sentido amenazada por defender los derechos de los inmigrantes?
—No, pero sé que mucha gente dice que soy roja o comunista, que no debería meterme. Soy española desde el año 1996 y mucha gente me dice que para qué me preocupo, pero soy inmigrante antes que nada porque vine de otro país como han venido miles buscando un futuro mejor.

—¿Percibe desde fuera que la consideran una inmigrante o lo interioriza?
—No, la gente se da cuenta. Cuando voy a una oficina pública por un trámite, lo primero que me piden es el NIE, no el DNI, porque piensan que soy inmigrante.

—¿Ha mejorado la situación de los inmigrantes en estos años desde que se integró en la Plataforma por la Convivencia?
—No sé, depende de qué. En 2013 el gobierno del PP retiró las tarjetas sanitarias a la gente sin papeles porque decían que era muy costoso y en 2015, cuando cambió el Govern balear, se recuperó, pero no en todas las comunidades las personas sin papeles tienen tarjeta sanitaria. Según en qué lugares se ha mejorado y en otras ha empeorado.

—Una de sus reivindicaciones fue la puesta en marcha de la Oficina de Información y Atención al Inmigrante, ¿cómo está ahora?
—Estuvimos pidiéndola muchos años. No sólo atiende por el tema de papeles, sino por la vivienda, salud, casos de acoso o temas de asilo. En este momento está cerrada porque la abogada que había era interina, va a haber oposiciones y tenía que dejar ese trabajo. El Consell le ofreció otro trabajo y lo aceptó, dejando la Oficina sin atención personalizada. Hemos hablado con funcionarios del Govern y nos han dicho que verán el bolsín de abogados pero no hay que estén especializados en inmigración y extranjería sino más bien para temas administrativos. Vamos a estar unos cuantos meses sin atención en la OFIM y nos preguntamos dónde van ahora los inmigrantes. La semana que viene nos reuniremos la Plataforma por la Convivencia y vamos a tratar este tema. Es muy grave que no haya nadie. No sólo iban inmigrantes sino también se asesoraban españoles cuando querían contratar a una persona inmigrante o los que están casados con españoles.

—¿Y la Oficina de Extranjería?
—En 2008 comenzó la OFIM y un año después la Oficina de Extranjería. Ambas las conseguimos por los socialistas que estaban en el Consell, no eran su competencia pero nos ayudaron. Cuando se inauguró había cinco personas trabajando y ahora hay tres personas. La Oficina de Extranjería se ha convertido en un registro. Le han quitado funciones. Intentaremos hablar con la nueva directora insular, Neus Mateu, le pediremos una reunión.

—Ha estado vinculada a Podemos desde sus principios. ¿Ha cumplido sus expectativas?
—Estuve en todos lados y me fui de todos lados (risas).

Pero le dicen que es roja y comunista.
—Eso es lo que piensa la gente, pero no soy roja ni comunista. Fui a reuniones de partidos y un día comprobé que los partidos no se preocupan de los trabajadores; solo les pide que le voten pero luego no se preocupan de sus problemas y si son inmigrantes, menos. Me he dado cuenta de que no atienden los problemas de los trabajadores, ni unos ni otros. El PP nos ha hecho mucho daño. La tarjeta sanitaria la retiró el PP. La OFIM estaba en el Consell y se tuvo que trasladar de allí cuando estaban ellos.

—¿Y los sindicatos?
—Consuelo López Melero, de Comisiones Obreras, es un ejemplo de una mujer que lucha por defender los derechos de los trabajadores pero en los sindicatos no siempre te encuentras gente como ella.

—Vamos, que no se casa con nadie.
— No, para mí es la lucha de los trabajadores y la defensa de sus derechos.