Los vecinos de Puig d’en Valls llenan la plaza en torno a la colla juvenil de Puig d’en Valls y Xacoters de sa torre. | DANIEL ESPINOSA

La gente se tuvo que quedar en la puerta de Santa María madre de la Iglesia. La parroquia de Puig d’en Valls estaba llena para celebrar el día grande de este municipio, el tercer domingo de mayo, que coincidió con Pentecostés. La misa solemne la iba a celebrar Vicent ‘des Pins’, ya jubilado, que fue párroco de Puig d’en Valls y fundador de ‘Sa Colla Juvenil de Puig d’en Valls’, sin embargo por problemas de salud, fue Daniel Martín, el actual párroco, quien presidió.

Las dos colles del pueblo: la de Puig d’en Valls y els ‘Xacoters de sa Torre’, dieron la entrada a la misa. También estuvo acompañada por los cantos del coro de Puig d’en Valls.
El alcalde de Santa Eularia, Vicent Marí, se mostraba encantado de seguir de celebraciones en el municipio, y destacó la labor de la Comisión de Fiestas «que ha preparado este año un programa para todas las edades».

Estaba también el presidente del Consell Insular, Vicent Torres y la directora insular del Estado, Neus Mateu, entre otras autoridades.

Pero lo importante era la gente de Puig d’en Valls. «Es un regalo vivir en este pueblo», dijo en la homilía Martín, que quiso agradecer a todos los presentes, sin dejarse ni uno, la labor que hacen. En especial enfatizó la labor del ayuntamiento, que «quiere a esta parroquia» y que recientemente ha cambiado toda la instalación eléctrica sin que hubiera una petición previa.

Salieron en procesión las imágenes de la Virgen y de San Pedro. El ritmo lo marcaba la banda de cornetas y tambores del Santísimo Cristo del cementerio.
Tradición y participación

«Siguen siendo las mismas fiestas de siempre», contaba María Torres al preguntarle en qué habían cambiado, «pero ese es su encanto» según está vecina que lleva 21 años en el pueblo. Dice que la participación crece año tras año, según va creciendo el pueblo.

Para conocer mejor su historia remite a José Guasch, que miraba pasar la procesión desde la puerta de su patio. Llegó al pueblo en 1959, cuando todavía era un núcleo formado por unas pocas casas.

Recuerda cuando ni siquiera había fiestas y tenían que irse a Santa Eularia o a Jesús de celebración. Su memoria se debate entre el año 71 o 72 para marcar su inicio, que coincidió con la inauguración de la iglesia.

Destaca que el Puig se formó con personas de toda la isla, y que sigue siendo gente trabajadora y muy bien avenida. «No conozco a 2 familias que estén peleadas».

Ball pagès, vino y orelletes

Ivana Sangiorgi esperaba la procesión junto a su marido al final de la calle Capitá Guasch. Son italianos y comentan que encontraron la información de las fiestas en una guía. Iban en busca de la Ibiza «auténtica». Es su primera vez en la isla y no esperaban algo parecido. Les encantó.

Todavía se quedaron más sorprendidos al ver la exhibición de ball pagès a cargo de las dos colles del pueblo. La coreografía y sobre todo los saltos de los hombres. El párroco también participó del baile.

La gente se distribuía por la plaza de la iglesia. La mayoría en torno al baile. Muchos otros charlaban con viejos amigos. Los niños jugaban con sus compañeros de siempre y otros recién conocidos.

Antes de que se abriera el corro en torno a las colles, la gente ya se acercaba a la mesa donde se repartían refrescos y vino dulce. Este último se podía beber en vaso o desde el porrón, del que muchos se animaban a dar un tiento con mayor o menor destreza. Las badejas de orelletes también paseaban por entre la concurrencia

La gente todavía estaba comiendo y bebiendo mientras se preparaban los carros. Muchos se acercaron al descampado que hay junto a la iglesia para contemplar los caballos, mulas y ponis que tiraban de las carretas.

Salieron en fila y recorrieron las calles del pueblo. Sobre ellas se sentaban las autoridades, los miembros de las colles y algunos vecinos que saludaban a la gran cantidad de gente que acudió a la celebración.