En la imagen aparece la chabola en la que, según algunos habitantes, reside un grupo de proxenetas. | Daniel Espinosa

«En esa chabola de ahí hay macarras», señaló David, una de las personas que vive en uno de los muchos asentamientos de chabolas que hay en la finca de sa Joveria de la ciudad de Ibiza. «Tienen dentro a cinco mujeres de Rumanía; les quitan el pasaporte y les pegan», añadió.

Señaló así a un grupo formado por cuatro o cinco hombres de origen rumano, «que llevan dos años aquí», y que se dedica a sacar beneficio de la prostitución que ejercen las mujeres que tienen retenidas. «Ahora no están, las he visto saliendo», dijo refiriéndose a que, probablemente, se iban a trabajar.

Ésta es solo una de las muchas historias que esconde el descampado situado entre el Hospital Can Misses y el Recinto Ferial donde el martes tuvo lugar un incendio que arrasó 6.500 metros cuadrados de matojos.
Según informaron desde la Policía Nacional, no hubo que lamentar daños personales y se ha abierto una investigación para conocer las causas que iniciaron el fuego. Por su parte, mientras algunas de las personas que habitan en la zona apuntaron que fue «intencionado», otros dijeron que se inició en la carretera. «Quizás por una colilla y el cambio de la dirección del viento lo desplazó». «Nosotros apagamos la mitad del incendio con garrafas de agua», matizó David quien añadió que usaron tantos litros que se han quedado sin agua.

Este italiano de 53 años lleva 40 residiendo en Ibiza y apenas dos meses en una chabola en la finca de sa Joveria. Ha pasado de tener 15 establecimientos en la isla, entre ellos un conocido restaurante en Vila, a no tener más que «dos euros» en el bolsillo. «Me equivoqué de socio y una mala declaración de la renta hizo que todo se fuera al carajo», apuntó. Esta situación le ha llevado a ir de un lado para otro. «Hace un año me monté una chabola aquí y me fui porque empecé a cuidar una finca de 16 hectáreas. No me pagaban y tuve que volver», explicó. Ahora comparte su chabola con otras tres personas y dice que, de momento, nadie les ha pedido que se vayan de la finca. «Aquí hay mucho campo y una parte es de un particular y otra del Ayuntamiento. El propietario vino hace unos días y no nos dice nada mientras lo mantengamos limpio», argumentó.

Sin embargo, ni el solar está limpio (todos los caminos están llenos de basura, plásticos, cristales y excrementos, tanto de humanos como de animales), ni es propiedad del Consistorio.

Según informaron fuentes municipales, «el solar donde está es un solar privado». Además, puntualizaron que a raíz de las informaciones que habían recibido tenían constancia de que la propiedad había interpuesto una denuncia hace dos años de esta ocupación ante la Policía Nacional que fue presentada en los juzgados.

Sin embargo, no quisieron precisar las actuaciones que se están llevando a cabo porque «pueden afectar a la intimidad de las personas».

Agresividad

Junto al chamizo de David está el asentamiento más grande que hay en el descampado. En él se han instalado un grupo de personas de etnia gitana que, según dijeron, vienen a «hacer la temporada», aunque otras personas apuntaron que se dedican a la «venta ambulante» en las diferentes playas.

Llegaron a Ibiza hace apenas dos meses y aseguraron que les «compensa» a pesar de tener que vivir en esa situación. «Vivimos aquí porque no tenemos casa y no hay alquileres para meternos», añadieron.

Su asentamiento cuenta con aproximadamente diez chabolas en las que residen adultos y varios menores quienes no dudaron en atacar a los periodistas que se acercaron ayer a la zona para conocer su modo de vida.

«¡Borra lo que has grabado!, gritaron al tiempo que les tiraron piedras y les amenazaron con unas tijeras y un cuchillo en las manos.

A pesar de esta violenta situación, David explicó que «no hay malos rollos entre nosotros, aunque son muchos y hacen mucho ruido». «El mal rollo solo con los macarras», dijo advirtiendo a la prensa para que no se acercara a su chabola.

Son muchas, y muy diferentes, las situaciones que se viven en esta finca, pero hay quien intenta pasar desapercibido. Es el caso de Alejandro, un ruso que decidió venir a Ibiza para «cambiar de aires» hace ya 10 años. Sin embargo, la experiencia en la pitiusa mayor no ha sido como esperaba.

Durante varios años vivió de ocupa en una casa situada en la carretera de Sant Antoni y desde hace más de un año habita en una chabola en sa Joveria. Pero no es como las anteriores. Aquí hay orden, limpieza y tranquilidad. El recinto que ha ocupado lo ha dividido en varias secciones. Por un lado tiene el alojamiento principal con una pequeña cocina que funciona con butano; en frente tiene una barbacoa (que no enciende en verano) y una especie de gimnasio con unas pesas; a un lado un retrete y unos pasos más adelante una ducha que se abastece de garrafas. La luz proviene de una placa solar que compró en su día y cultiva sus propias verduras, como azafrán.

A su lado vive otro chico, que no quiso hablar con este medio, y que trabaja como barrendero en el municipio de Vila. «Vivo aquí porque es imposible pagar un alquiler. Por suerte, de momento, no ha venido nadie a decirnos que aquí no podemos estar, pero tenemos un poco de ‘miedo'», señaló Alejandro. Y es que sus trabajos temporales y cobrados en negro no le permiten mejorar sus condiciones de vida.

En esta finca no solo hay chabolas, también varias caravanas distribuidas por todo el solar. En una de ellas vive una pareja que lleva 18 años en la isla. «Vivimos en el campo por culpa del alto precio de los alquileres», lamentaron.

En esta línea, dijeron que han intentado alquilar alguna habitación, incluso una casa, pero «te piden seis meses por adelantado»; una cantidad de dinero de la que no disponen. Por ello, criticaron que no haya un «control» más exhaustivo al respecto porque «no puede ser que pidan 800 euros por un colchón cuando los salarios no se ajustan».

Según argumentaron, a raíz del incendio del martes, ahora hay «mucha gente» que critica a los chabolistas y exigen que se vayan fuera de la isla a mejorar sus condiciones de vida. «Aquí puedo ganar 300 euros a la semana y en mi país (Rumanía) tengo que trabajar un mes para ganarlo. A esto se suman los gastos de luz, agua y gasolina que son los mismos».

Ante el hecho de que estén acampados de forma ilegal dijeron que tienen un «acuerdo» con el propietario para poder estacionar su caravana dentro del solar. «No sabemos por cuánto tiempo, pero es posible que la policía también nos desaloje a nosotros aunque no hayamos tenido nada que ver con el incendio». En este sentido, argumentaron que no les importaría pagar un alquiler por estar allí ya que ellos no quieren «ocupar» la tierra de nadie. «No queremos hacer daño, solo vivir tranquilamente y que nos dejen vivir», matizaron.

Por ello, a menudo se pasean por el descampado para recoger la basura que se almacena en los alrededores de los caminos. «Hay que tener cuidado con esto de la limpieza y con el fuego también. No nos gusta ver tiradas botellas, bolsas, colillas... porque hace daño al medio ambiente».