Escribió Victor Hugo en su genial obra publicada en 1862 ‘Los Miserables’: «La excarcelación no es la libertad. Se acaba el presidio, pero no la condena». Se refería así al momento en que Jean Valjean es liberado tras cumplir su condena en el presidio de Tolón. Condenado a 5 años de cárcel por robar pan para dar de comer a sus sobrinos hambrientos, la pena acabó siendo de 19 años por intentar fugarse varias veces. Tras recobrar la libertad, se encuentra con el rechazo y el desprecio general. Todos le dan la espalda excepto un religioso, el obispo Myriel, que le brinda una oportunidad.

Esta historia que ya tantísima gente conoce, no por haber leído el libro sino gracias al cine y más recientemente al musical que han disfrutado millones de espectadores en todo el mundo, dibuja con toda crueldad cómo se castigaba a quienes infringían la ley, que no eran liberados jamás hasta que habían cumplido hasta el último día de su condena. Y luego lo que venía era igual de duro o incluso peor.

Reinserción social
Afortunadamente los tiempos han cambiado y también las leyes. Ahora se reconocen y respetan los derechos humanos. Nadie puede ser sometido a vejaciones ni torturas, ni puede ser obligado a confesarse culpable o a declarar contra sí mismo. Todo el mundo tiene derecho a un abogado defensor y a tener un juicio justo. A que las sentencias sean revisadas por tribunales superiores si uno no está conforme con el fallo. Y aún en el caso en que alguien sea condenado a una pena privativa de libertad, tiene derechos. Las penas de cárcel deben estar orientadas a la reeducación y reinserción social y no podrán consistir en trabajos forzados. Lo dice la Constitución en su artículo 25.2.

Sin embargo, no todo el mundo piensa así y hay quien piensa que la cárcel ha de servir para doblar el ánimo de el ser humano más rebelde y contumaz. Que denegar permisos de salida a quien ya cumple los requisitos que la ley exige y observa buena conducta, servirá para algo. Y efectivamente es así. Sirve para comprobar que hay jueces de vigilancia penitenciaria que no debieran serlo, porque no han entendido nada de la reinserción social que debe ser el objetivo final de la sociedad, a través de la Administración penitenciaria. Que el endurecimiento de las penas de prisión raramente sirve de algo si no van acompañadas de otras medidas de resocialización del penado.

Desde niño me inculcaron aquel axioma que se atribuye a Concepción Arenal, pionera del feminismo, y que dice: «Odia el delito y compadece al delincuente». Lo practico desde hace años. Y lo recomiendo siempre.
Ver a un preso que sale de la cárcel por 48 horas, tras más de 5 años y medio de confinamiento, y verle sonreír y recibir el saludo de sus carceleros, también sonrientes, me parece algo hermoso. Me da igual que sea Cardona o que sea cualquier otro. Impedirlo sin que haya razón lógica para ello, ni peligrosidad, ni riesgo de reincidencia ni peligro de fuga, me parece cruel e inhumano.

‘Cires’ pasa de la alcaldía
El alcalde de Sant Antoni, Josep Tur ‘Cires’, no se volverá a presentar a las elecciones. No le apetece seguir de alcalde y quiere dedicar su tiempo a su familia y al Club Náutic de Sant Antoni, del cual es presidente.

Su decisión es lógica, porque a decir de las encuestas volverá a hacer falta pactar con otros partidos y aguantar muchas cosas en el equipo de gobierno como las que le ha tocado aguantar. ¿Quién podría reprochárselo?

La gran mayoría de follones que ha habido en el consistorio no los ha creado él, sino sus socios. Y hay cosas que ya no compensan.

Simón Planells es joven y tendrá más ánimo para batallar con Pablo Valdés y Fran Tienda, de Reinicia Sant Antoni.

Feliz domingo y que los Reyes Magos les hayan traído muchas cosas, si es que las han merecido...