Rosa y Verónica son las empleadas de la libería Verdera. A su lado, Damià Verdera, uno de los actuales dueños del negocio ibicenco. | DANIEL ESPINOSA

Ya no quedan en la isla viejas papelerías que aún pongan las revistas y las postales en viejos expositores de metal que giren y chirríen y pocos -o apenas ninguno- lugares quedan en el viejo barrio del puerto que se mantengan igual que hace 100 años.
Pero todavía hay un remoto espacio en La Marina donde los libros, los lapiceros y las postales todavía tienen su lugar: la librería Verdera, por donde han pasado casi tres generaciones de ibicencos sin perder esa esencia tan característica de la isla y que siguen, a día de hoy, trasmitiendo ese legado.

En 1871 empezó el negocio familiar, primero como una pequeña imprenta que compró José Verdera Oliver, en la que editó los famosos ‘El ibicenco’ y ‘La peladilla’, y que después pasó a manos de Julià Verdera, quien inició la librería y dejó a sus tres hijos, Pepe, Manuel y Vicent, que tuvieron que hacerse cargo de ella cuando sus padres fallecieron.
Durante años, esta imprenta ha sido un recurso indispensable para la isla. Libros, tarjetas, recordatorios de bautizos… En Ca’n Verdera se vendían todo tipo de papeles.
Se compraba material escolar, libros e incluso se arreglaban estilográficas. Los ibicencos también confiaban en esta familia para hacer postales «a la carta».

Poco a poco fueron ampliando el negocio, dando forma a uno de esos comercios tan típicos en los que se vende de todo un poco, algo parecido a unos ultramarinos. Su andadura siguió con la venta de productos que no había en la isla como bicicletas o motos, traídas especialmente desde Barcelona, en el mismo barco que los periódicos.
Ahora, sus paredes rebosan libros, cuentos y revistas, pero también esconden muchos secretos e historias que han ido dejando casi 130 años de trabajo ininterrumpido. «Conservamos las planchas antiguas de la imprenta, las de carbón. También las máquinas de escribir. Son un tesoro para esta familia» confiesa uno de los actuales dueños, Damià Verdera Walker, la tercera generación, que recuerda con cariño las historias acerca de la librería de sus tatarabuelos, que le han ido contando los mayores de Ibiza y de la isla vecina, Formentera. «La barca de Formentera se cogía aquí delante y el negocio era un sitio de paso, siempre que venían a Ibiza, compraban aquí. Si a Ibiza llegaba poca cosa, imagina a Formentera».

A bordo de este barco, a día de hoy, quedan su hermano mayor Pepe y él, y por parte de su otro tío abuelo, Catina y Julián, primos segundos. Ellos son los que mantienen el negocio en funcionamiento, como papelería, principalmente.
Obra suya también fue la de, tras muchos años y muy a su pesar, cerrar la imprenta en 2004, hace relativamente muy poco, tras la jubilación del último trabajador, Vicent Planells. «La imprenta era un trabajo ancestral que estaba falto de personal porque es muy difícil encontrar un perfil que se adapte a lo que este oficio requiere».
Damià relata que todavía ahora vienen mayores del norte de la isla pidiendo si pueden hacer las tarjetas de comunión de sus nietas «porque ya habíamos impreso las de su hija y sus tarjetas de boda. Son familias que han crecido con nosotros».
Todos ellos reciben con orgullo la noticia de la concesión de las Medallas de Oro de la Ciudad de Ibiza. Este negocio es para toda la familia «un icono familiar» y no un sustento económico.

Para los Verdera es «un homenaje a los 3 familiares que tuvieron el coraje y el tesón de seguir adelante tras quedarse sin sus padres tan jóvenes y que levantaron un negocio con su esfuerzo».
Recientemente, han visto como ha cerrado uno de «sus compañeros de viaje», la librería Vara de Rey y reconocen que les ha afectado que «se haya ido un negocio icónico y hace pensar sobre que ya no queda nada de lo que había antes». Y es cierto. Ya no quedan negocios como este en Ibiza, pero este local de la calle Guillem de Montgrí seguirá en pie todavía muchos años, tal y como prometen sus actuales dueños.
«Queremos que los ibicencos puedan seguir disfrutando de estos pequeños lugares históricos que forman parte de la parte más antigua de Ibiza».