Este jueves empezó la cosecha de la aceituna y su molido en la almazara para la extracción del aceite, comercializado con la IGP. | DANIEL ESPINOSA

Jornaleros y máquinas ya empiezan a oírse en la Finca Can Joan Benet. Y es que la temporada de la aceituna arrancó este jueves en el complejo agrícola que alberga cerca de 1.200 estacas de olivos, plantados en su mayoría entre 1996 y 1998. Es decir, más de 20 años en los que durante los meses de octubre, noviembre y diciembre «si es necesario», el canto de los pájaros y el sonido del viento entre los árboles se entremezcla con los ruidos de los vareadores mecánicos y el rugido de la almazara en funcionamiento.

Sin embargo, este año es especial debido a que se trata del primero en que la marca puede poner «aceite de Ibiza», según explicó el propietario de la explotación Juan Prats, ya que la UE ha aprobado la calificación de Indicación Geográfica Protegida (IGP).

«El hecho de que se pueda poner la IGP supone una garantía de que este aceite está muy controlado y que tiene una calidad, además de que es propio de la isla», comentó Prats. Según explicó el agricultor, su producto se envía a unos laboratorios especializados en aceites IGP y «si reúne las características que debe tener este tipo de aceite, se puede emplear dicha denominación».

Esto conllevará una subida de precio que podría rondar el 50% pero que «aún tienen que estudiar», ya que los aceites IGP «no pueden envasarse en plástico» y tienen que embotellarse en un recipiente de vidrio o lata de metal y «todo esto encarece el producto». Además el aceite IGP se almacenará en una cámara de frío creada este año porque «estos aceites tienen que conservarse a una temperatura de entre 15 y 17º», aclaró Prats.

Cosecha «casi perfecta»
Otro de los tratamientos que seguirá será una inyección nitrógeno en los depósitos para evitar el contacto del aceite con el oxígeno del aire y que este provoque su oxidación.
Todo esto ha coincidido con una campaña que, según Prats, podría ser «de las mejores» que ha tenido debido a que en cantidad es «muy abundante» y con una calidad de la aceituna «bastante buena, para mí casi perfecta».

Este aumento se debe a que el año pasado la cosecha fue muy escasa y el árbol creció, por lo que la aceituna «se ha alargado». Esto implica que si la presente campaña tiene mucha producción, la que viene habrá menos. «Los técnicos tratan de mejorar este aspecto mediante un sistema de poda para tener una cosecha regular cada año pero a veces surgen otros problemas, como los meteorológicos», subrayó Prats.

«Este año se puede llegar a los 30.000 kilos de aceitunas y esto supone un gran aumento, porque el año anterior fue una cosecha muy pobre con unos 12.000 kilos», comentó el agricultor. No obstante, otros cerca de 300 productores de aceite muelen sus aceitunas en la almazara de Prats, por lo que calcula que por su maquinaria pasarán unas 200 toneladas de este fruto en 2019. De ellas, solo un 15% se convierten en aceite pero de esos 300 productores, entre el 80 y el 90% lo emplean para consumo propio.

No se pierde nada
Pero los olivos de Prats no solo se destinan a la producción de aceite ya que los restos del proceso se aprovechan de diferentes modos. En primer lugar, se vierten en un depósito y una máquina separa la carne del hueso, que el agricultor usa como biomasa para la calefacción y la caldera de agua caliente de su casa.

La carne y el agua sobrante, conocido como alpechín, recibe un tratamiento con bacterias y azúcar, a lo que se añade tres tipos de abono y una mezcla con agua. El resultante se vuelca en una balsa para neutralizar las grasas contaminantes y así queda autorizado a utilizarlo como abono para el campo. «No se pierde nada en absoluto», remató.