Los vecinos de los apartamentos Sol han retirado los árboles y parte de los elementos que obstaculizaban los accesos. | Arguiñe Escandón

Siete días después del tornado que golpeó Sant Antoni, la valla de la vivienda de María Jesús continúa tumbada en el suelo; la terraza acristalada de Francisco sigue abierta al infinito y sobre la barbacoa de Noelia todavía descansa, recostado, un pino de unos veinte metros. Una semana después del paso del fenómeno que barrió una franja de siete kilómetros entre Cala Gració y Corona, la huella de destrucción todavía es muy visible. «Esto llevará años», apunta Eduardo, vecino de Can Germà, una de las zonas donde las cicatrices son más evidentes.
Siete días después la actividad en esta zona es frenética. Muchos vecinos siguen limpiado sus propiedades. A algunos de ellos les faltan manos y horas para abrir paso hasta la puerta de sus casas.

Eduardo tuvo que regresar desde Amsterdam. Este holandés se encontraba en su país de origen cuando le alertaron de lo sucedido el pasado martes. «Estuve cinco años rehabilitando la casa y ahora tengo que volver a empezar. Pero primero hay que retirar todos estos pinos» advierte mientras trocea con una sierra mecánica uno de los grandes árboles caídos en el interior de su propiedad. Desde la propiedad contigua, Víctor Arlandis anima a su vecino. Él vive desde hace unos años en los Apartamentos Sol. La entrada está prácticamente inaccesible. El muro donde se hallaban los buzones está destrozado en medio de una de las escalinatas de acceso y a su alrededor, montañas de ramas, troncos y otros desperfectos causados por el tornado.

«Los dos primeros días retiraron los árboles que obstaculizaban la carretera, los caminos y también los que afectaban a los tendidos eléctricos y de comunicación, pero dentro de las propiedades el trabajo es de cada uno», apunta Víctor.
La mayoría de vecinos desconoce que el Ayuntamiento ha habilitado un correo electrónico y un teléfono donde se pueden trasladar las necesidades y dudas sobre la reparación de daños.

48 horas después del paso del tornado se desactivaron las actuaciones de emergencia. Los efectivos del Ibanat trabajan en la zonas de monte pero la retirada de árboles en fincas particulares corresponde exclusivamente a sus propietarios.

Sin servicio de telefonía
Por la zona comprendida entre Can Coix y Cala Salada transitan varios grupos de operadores de telefonía. A los operarios de la isla se han sumado media docena llegados desde Palma para reforzar el servicio. «Aquí hay mucho trabajo por hacer. Hay varias torres que han desaparecido y solo quedan las cajas de las conexiones con los cables colgando. En puntos de Cala Salada todavía no hay servicio», advierte uno de ellos.
Muy cerca, en la cubierta del pabellón de Sa Pedrera, pertrechados con sus equipos de seguridad, un grupo de operarios retiran las láminas que quedaron destrozadas por las rachas de vientos de más de 140 kilómetros por hora.
El responsable de las instalaciones, Francisco Sánchez, remarcó que hasta que no haya plenas garantías de seguridad, no se abrirá al público ninguna zona del complejo deportivo de Can Coix. Una primera estimación del Consell eleva a 600.000 euros la cuantía de la reparación.

Daños en Cala Gració
Recorriendo de forma inversa la trayectoria del tornado llegamos hasta el punto enclavado entre Cap Blanc y es Caló des Moro por donde tocó tierra el cap de fibló.
En este punto el sonido de sierras mecánicas es menos estruendoso pero también está presente en el interior de algunas de las propiedades.
En la obra donde se produjeron los tres heridos todavía quedan restos de las casetas destrozadas. Un responsable de la promotora nos indica que los tres trabajadores todavía no se han reincorporado. Justo al lado del solar se encuentra una de las urbanizaciones más dañadas. Francisco, uno de los vecinos del inmueble, señaló a Periódico de Ibiza y Formentera que están «prácticamente igual que la mañana siguiente al desastre». Los vecinos retiraron el mobiliario destrozado y donde antes habían barandillas acristaladas ahora hay, en el mejor de los casos, cintas de plástico que advierten sobre la falta de protección. «Estamos pendientes de los peritos y de las aseguradoras», advierten. La mayoría de los afectados coincidieron en que la cicatriz de daños tardará meses, quizás años, en ser subsanada.