Blanca y Linda cultivaron este año zinias, amarantos, perpetuas o crestas de gallo, entre otras flores. | Marcelo Sastre

Linda es agricultora. Ha trabajado en varias explotaciones agrícolas y tuvo un huerto en Sant Josep y otro en cala Bassa. El año pasado empezó a vender sus productos y este año quería hacer algo más grande, pero no sabía como hacerlo sola. Entonces Blanca se cruzó en su camino.

Las dos estaban haciendo el curso de agricultura ecológica en Can Marines. Sintieron que encajaban y decidieron poner en marcha un huerto ecológico, pero con una nota que las diferenciara, además de verduras y hortalizas cultivarían flores.

«Son bonitas, la gente las compra y atraen abejas para auxiliar a la polinización», son los argumentos que da Linda para esta asociación. Con esta peculiaridad han logrado poner en marcha una de las explotaciones agrícolas más coloridas de la isla, la finca ecológica ‘El Camino’.

Con las flores por bandera
Linda trabaja con un agricultor de Santa Eulària que en verano siembra flores para el mercado. Él fue quien le suministró algunas semillas. También consiguieron semillas de otra señora de la zona. Les dio cajas y cajas de semillas. Las sembraron para ver qué tal iba su venta y la respuesta de la clientela les sorprendió para bien.

«A la gente al principio le sorprende un poco pero luego viene, pregunta y ya hemos tenido clientas que quieren flores cada semana para adornar la casa. No lo sabíamos pero es algo que funciona», explica Linda. Todavía están aprendiendo «cuánto dura una y cuánto dura otra cortada para poder decírselo a la gente», pero eso será algo que venga con la experiencia.

Cultivan variedades que se han sembrado en jardines de la isla durante años, por lo que tienen la garantía de que son flores adaptadas al clima ibicenco. Dedican varios bancales a este colorido cultivo en los que se pueden ver zinias, amarantos, perpetuas, crestas de gallo o velos de novia.

Esperan que más adelante las flores les den «ese plus que hace falta en la agricultura para que cuadren los números». Su objetivo, tras tantear el mercado este año, es potenciar el año que viene la venta de flores hablando con restaurantes o empresas de eventos.

Un producto de kilómetro 0 a diferencia del que venden en las floristerías, que en su mayoría vienen de Holanda cuando algunas variedades «aquí crecen de forma increíble».

Los inicios son duros
El primer año ha requerido mucho esfuerzo. Empezaron a preparar la tierra en el mes de enero y a sembrar en marzo. El riego viene de una perforada que es propiedad de los dueños de los terrenos. Desde allí han tenido que tirar tuberías nuevas porque el sistema antiguo estaba averiado y tenía un arreglo difícil.

Las dos mantienen sus trabajos porque dicen que de momento «para vivir no da». Sin embargo en verano decidieron poner toda la carne en el asador y dejaron temporalmente sus trabajo para dedicarse a tiempo completo al huerto.

Estuvieron «a tope» y lo vendieron todo a través de la demanda de cestas, los dos restaurantes a los que suministran productos y las ventas en el mercado de Sant Josep, donde tuvieron un puesto. Allí se han dedicado tanto a la venta de hortalizas como a la venta de flores.

Con las ventas que han hecho han cubierto la inversión que hicieron en material de riego. Están contentas y saben que el año que viene será más fácil, sobre todo si consiguen potenciar la venta de flores.

Mujeres emprendedoras
Pero ¿qué ha llevado a estas dos mujeres ha emprender esta aventura empresarial?
Blanca trabaja como paisajista de jardines de villas de lujo. Un trabajo con más glamour que el de payesa, pero que le supone más estrés que cultivar verduras. «No gano ni la mitad de la mitad, pero estoy más tranquila», explica. Eso no quita que el trabajo sea muy duro y haya días «en que maldices todo». De momento es consciente de que no puede dejar su trabajo, pero está contenta compaginando ambos puestos.

A Linda le corre por las venas la agricultura. Sus padres eran agricultores ecológicos en los años 80 en Lombardía. Era una época complicada para este sector «porque no existía la conciencia que hay hoy y la diferencia de precio era mucho más alta», explica Linda.

Cuando llegó la época de formarse profesionalmente, se decidió por hacer un grado superior en agricultura. Unos estudios que duran cinco años en Italia. Todo parecía que le llevaría a continuar con el negocio familiar, sin embargo el fallecimiento de su padre truncó ese camino. Linda abandonó la agricultura y fue dando tumbos de un lugar a otro cambiando de trabajo. Sin embargo esa semilla agrícola que llevaba dentro volvió a germinar.

«Me siento en casa cuando estoy en el huerto. Me encanta la idea de dar de comer a la gente algo que puede ser medicina. Porque la gente ya no sabe lo que come de los supermercados. Se está envenenando cada vez más. Yo no lo voy diciendo por ahí a los clientes, pero sé que cuando se comen lo que yo les ofrezco no se están comiendo otras cosas y se curan».

¿Se puede vivir de la agricultura? Dicen que sí, pero sin grandes lujos y si tienes la suerte de pagar un alquiler bajo o incluso mejor si esa carga no existe. Es una vida sencilla que esperan poder disfrutar en algún momento dependiendo solo de lo que obtengan de la tierra.

De momento Linda ha pedido la ayuda de joven agricultora a tiempo parcial. Blanca seguirá con su trabajo.

Invierno
En la actualidad sacan adelante cultivos de otoño e invierno para las cestas que reparten. También pretenden ampliar la variedad de flores que esperan que coloreen sus campos en marzo.

Aunque este invierno no tienen de momento un puesto en ningún mercado (algo que se están planteando), se puede contactar con ellas a través del teléfono 664 581 521 para solicitar el suministro de cestas o para venta directa.