La anormalidad es la nota predominante en la isla estos días debido a la crisis del coronavirus. Se palpa al pasear por sus calles, donde la mayoría de los negocios están cerrados, la gente anda cariacontecida, sin hablar los unos a los otros, sin siquiera mirarse entre sí, si acaso por un miedo al contagio que se extiende más rápidamente de lo que nos pudiéramos imaginar, más incluso que la enfermedad, ya veloz de por sí.

Cuando uno pregunta a cualquier trabajador, las respuestas suelen ser cortas, apenas monosilábicas: a casi nadie le apetece hablar en estos tiempos. La mayoría se escuda en que necesita el permiso del jefe y entre estos casos contamos empleados de banco, de supermercados y tiendas de alimentación, taxistas, policías -locales y nacionales-, guardias civiles o trabajadores de Correos y de gasolineras.

Y eso si hay suerte y el establecimiento está abierto. Sin ir más lejos, ayer, en la Avenida España, Periódico de Ibiza y Formentera tan sólo contó tres. Dos eran tiendas de productos ecológicos; el otro, el supermercado Spar.

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Además, cuando se encuentra algún comercio abierto, las respuestas del trabajador suelen recordar a otras escuchadas previamente. No importa dónde. En el estanco de Jesús, la encargada, Inmaculada García, respondió que está trabajando porque tiene la «obligación». En la carnicería Diego, en la calle Fray Vicente Nicolás, Iván Chacón, destacó que tenía «el deber de sacar el comercio adelante». La titular de la farmacia de la calle Isidor Macabich, Josefa Torres, indicó que abría al ser «un servicio sanitario que está para atender al público y debe seguir haciéndolo». En Fruta Icamp, en la misma calle y donde, de momento, tienen género fresco cada día, Gonzalo Martín dijo, sin más rodeos, que tenía que trabajar. En su caso, además, existe un agravante, y es que ni siquiera puede ir a ver a su hijo a Formentera por mantener la tienda abierta.

El estado de ánimo varía por días o, incluso, por minutos. Por ejemplo, García dijo que estaba «un poco nerviosa e intranquila, pero bien» y destacó el buen comportamiento de los clientes. Torres, quien, como tantos otros y pese a regentar una farmacia, ha notado un bajón en su negocio durante los últimos días, indicó que estaban «intentando llevarlo lo mejor posible». Sin embargo, en su carnicería, Chacón veía «mal la cosa» incluso haciendo, como tantos otros negocios que se han ‘reciclado’, servicio a domicilio. De momento, sin embargo, no ha pensado en la posibilidad, tan de moda, de llevar a cabo un Expediente de Regulación Temporal de Trabajo (ERTE). Por su parte, Martín comparó la semana pasada, «con mucho volumen y mucha gente», con ésta, donde, por el contrario, «nadie habla con nadie, todo el mundo va cabizbajo y no hay alegría».

En todos estos lugares usaban todo tipo de medidas de precaución y prevención aconsejadas por el Ministerio de Sanidad: distancia de separación, horario reducido, guantes, mascarillas o limpieza exhaustiva. También restringen la entrada de clientes a dos, tres, cuatro personas, dependiendo de la amplitud de la tienda.

Sin embargo, parece que no importa. La percepción ciudadana, ante la incertidumbre de no saber cómo se va a desarrollar la enfermedad, es que hay que tener paciencia y resignación, ya que parece que la cuarentena se alargará más de los 15 días dictados por el Gobierno central. El sentir general, por tanto, es que la temporada este año está «perdida», ya que, una vez que esto pase, se tardará algún tiempo en volver a la normalidad. La idea, por tanto, como señalaron Chacón y Martín, es tratar de «sobrevivir este año» yendo «día a día».