Control policial desplegado en la avenida Isidor Macabich. | Daniel Espinosa

Vila. Jueves 19 de marzo. 21.25 horas. La confluencia de las avenidas Ignasi Wallis con España y Vara de Rey presenta una estampa impensable, una escena prácticamente inédita hasta ahora. El bullicio que reinaba hasta hace siete días ha dado paso a unas calles desangeladas, huérfanas de personas por la aplicación de las medidas de restricción impuestas por el estado de alarma, una especie de toque de queda en el que nos va la vida.

Con la caída de la noche, un equipo de Periódico de Ibiza y Formentera acompaña a las unidades de Seguridad Ciudadana y de la UDEV de la Policía Nacional que desde hace cinco días multiplican sus tareas para garantizar el cumplimiento de las restricciones a la circulación de personas.

Tras una reunión informativa en la comisaría, las patrullas se distribuyen por varios puntos de Ibiza. En el corazón de la ciudad despliegan uno de los controles con los ‘zetas’ cruzados para realizar un filtro.

La presencia de transeúntes por las calles se reducen a la mínima expresión: algún vecino paseando a su mascota, otros que surgen de un portal para aproximarse a unos contenedores y retomar los pasos tras arrojar la basura, o los rezagados que regresan a su confinamiento tras la jornada laboral.

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El reloj avanza hacia las 22.00 horas y el número de vehículos es insignificante. Tras el paso de un autobús en el que solo viaja su conductor, los agentes dan el alto a dos hombres que circulan en motocicletas. Las dos van provistas de maletas. Ambos son repartidores de comida para llevar a casa. Los agentes les explican que para circular, tanto de día como de noche, deben ir provistos de un certificado acreditativo.


Sucesión de denuncias
Durante la mañana y la tarde del jueves -sexto día desde la entrada en vigor del estado de alarma- los dispositivos de la Policía Nacional han levantado cerca de medio centenar de actas. Los agentes apuntan que durante las dos primeras noches muchas personas todavía no eran conscientes de las prohibiciones. Así, los operativos llegaron a detectar grupos de personas encerradas en un bar o por la calle. Apuntan que gran parte de la ciudadanía han asimilado la situación, pero siempre quedan algunos «que van por libre o que intentan tirar de picaresca». Advierten que por las noches la situación es más tranquila, pero que durante el día las han visto de todos los colores: personas con domicilio en Platja d’en Bossa y paseando a su perro por el centro de Vila; un vecino de otro municipio que se desplaza a Ibiza para comprar en la farmacia; gente que te muestra un tique de compra de otro día o los ‘especialistas’ en pequeñas compras: gente que sale para comprar una botella de agua y poco más.


Por la radio alertan de un incendio en un contenedor en el polígono de es Gorg. Dos agentes del dispositivo se desplazan para controlar la incidencia. Todo queda en un conato.
En paralelo, otras unidades del operativo dan el alto a una conductora que circula por la avenida Ignasi Wallis sin una dirección clara. Los agentes le solicitan la documentación y le explican las circunstancias especiales y restricciones activadas en el marco del estado de alarma.

Las medidas de confinamiento solo permiten el tránsito de personas por motivo laboral, para acudir a la farmacia, a realizar la compra o a pasear el perro para que el animal realice sus necesidades fisiológicas. Todos los desplazamientos deben estar acreditados con algún documento.

Los controles policiales afloran a cualquier hora del día. En Vila, la Policía Nacional se coordina con la Policía Local. En las horas punta el volumen de vehículos se ha reducido, pero desde la Policía insisten que la ciudadanía debe concienciarse un poco más porque nos va la vida en ello.