Las imágenes de las colas para recoger alimentos en la calle de Carlos III en Ibiza ciudad son cada día más desesperantes | Marcelo Sastre

Las colas del hambre se incrementan en Ibiza. La fortísima crisis económica desatada a raíz de la pandemia del COVID-19 deja datos estremecedores de paro.

Solo en las Pitiusas, los datos de paro emitidos ayer han alcanzado la escalofriante cifra de 10.000 personas. Ibiza cerró el mes de junio con 9.908 desempleados frente a los 3.400 del año pasado.

Ayudas sociales
Durante los últimos meses, centros sociales, iglesias e incluso ayudas de anónimos se han convertido en canales de distribución de alimentos y productos de primera necesidad. ONGS como Cáritas o Cruz Roja promueven un refuerzo de la campañas de ayudas para las personas que se han visto afectadas por las consecuencias del parón económico causado por la pandemia.

Por su parte, el Ayuntamiento de Ibiza también colaboró con un programa propio que facilitó una partida de ayudas para el alquiler. Desde abril, la solicitud de estas ayudas ha ido incrementándose y a día de hoy sigue subiendo, a pesar de que se esperaba que, para estas fechas, la economía se hubiera reactivado.

La demanda social es una realidad que no se puede negar. A día 3 de julio y con la temporada estival dando bandazos, los datos de empleo son poco esperanzadores. Gran parte de la hostelería de la isla está preparando su reapertura con el ojo puesto en la segunda quincena de este mes, cuando todo comenzará a estabilizarse, aunque, por el momento, los trabajadores acogidos a un ERTE o en situación de paro no muestran ningún optimismo. Verónica, por ejemplo, lleva en la isla de Ibiza con su marido más de 12 años. Ambos trabajaban en un hotel, ella como masajista y él como cocinero. Ahora, llevan sin ingresos desde octubre del año pasado y se ven obligados a formar parte de las ya conocidas como «colas del hambre» y no descartan la posibilidad de volver a su país natal, Argentina, si la situación no mejora y ambos siguen desempleados. También añade que han solicitado el ingreso mínimo vital. Ahora, hace cola a las puertas de Cáritas, donde acude cada «15 días» para recoger comida. Y como ella, una cantidad de gente que consigue dar la vuelta a la manzana. Muchos no quieren dar su nombre ni ser fotografiados.

Otra pareja hace cola en la calle Carlos III. «Vinimos en busca de trabajo desde Argentina y al final no encontramos nada porque estalló la pandemia», relataron. Pagan 550 euros por una habitación en un piso compartido. «Pagamos el alquiler con los ahorros, pero no nos queda para comer».

Paro
A las puertas de la oficina del SOIB también hay aglomeración. Muchas son las personas que se inscriben al paro o a la lista de espera para ayudas. Una mujer, procedente de Madrid, se vio obligada a dejar de trabajar en su ciudad y venir aquí con su pareja. Ella no encuentra empleo y subsisten «como pueden» gracias al sueldo de su pareja.

La red solidaria de la isla ya funcionaba antes de la pandemia, aunque hoy en día se ha convertido en la única esperanza de muchas familias que han caído en los pozos de la pobreza y necesitan una rápida respuesta. Todos coinciden en que el ingreso mínimo vital les mejorará la vida, al menos de forma momentánea, aunque viven con «mucho miedo» la situación venidera de los meses de invierno, fecha que muchas personas «no saben cómo afrontar».