Todas las mañanas, en el horario de repartida de alimentos, la actividad es frenética tanto en el interior del almacén de alimentos de Cáritas Diocesana de Ibiza como en la calle Felipe II. | Marcelo Sastre

Bajan las personas que acuden pero los almacenes están al borde del colapso. Esta es la dura realidad que ha afrontado Cáritas Diocesana Ibiza durante agosto. Según explicó ayer a Periódico de Ibiza y Formentera Joel, encargado del almacén de alimentos de la calle Felipe II de Vila e impulsor de Cáritas Joven en Santa Eulària, ha descendido el número de usuarios – 1.400 en julio por 1.200 en agosto – pero «hacen falta donaciones de productos no perecederos» y se buscan «desesperadamente» cubrir los almacenes.

A cada usuario o pareja que acude se le entrega una caja en la que hay 1 envase de galletas, 4 latas de sardinas, 1 botella de aceite, 2 paquetes de macarrones, 1 de arroz, 1 bote de legumbres, 1 bote de macedonia de verduras, 2 envases de tomate frito y 1 lata de macedonia de frutas, y todo para quince días. «Siempre decimos que esto no da para sobrevivir sino que es una ayuda para la gente que lo está pasando realmente mal pero si seguimos a este ritmo empezaremos a tener problemas con algunos alimentos porque solo en un mes Cáritas de Ibiza se ha gastado unos 50.000 euros en alimentos», aseguró Joel.

Tal es así que hay productos que ya se están empezando a racionar como el aceite o la leche, de la que se sigue usando la aportada por el Fondo de Ayuda de la Unión Europea. «Tenemos la suerte de que la sociedad ibicenca siempre echa una mano, y eso se ha notado en grandes donaciones de Bomberos o de empresas, pero todo se acaba y ahora somos conscientes de que hay que empezar a guardar para el invierno, que se espera que sea especialmente duro y el volumen de usuarios suba considerablemente y no sabremos si podremos dar a basto», confirmó Joel.

Afortunadamente lo que parece que nunca falta son las verduras y las frutas frescas. «Son una especie de comodín porque siempre tenemos una gran reserva gracias a lo que nos traen de forma desinteresada muchas empresas cada día y en este caso no tenemos problema en dar mayor cantidad de patatas, tomates, pimientos, calabazas o sandías a las personas que vienen», concluyó el encargado del almacén.

Los usuarios
Entre los usuarios la mayoría son residentes que se ha quedado sin trabajo hace un tiempo y que confiesan «que sin la ayuda de Cáritas Diocesana Ibiza no seríamos nada».

Es el caso, por ejemplo, de los ecuatorianos Ana, Anai y su pequeño David, de apenas diez meses, en el paro desde que empezó la cuarentena y cerró el restaurante donde trabajaban, o de la colombiana Selene y sus compañeras de piso que tras trabajar en el sector de la limpieza o cuidando ancianos «han tenido que recurrir en tres ocasiones a Cáritas para recoger alimentos y poder salir adelante».

No son los únicos, la cola es grande pero no todos quieren dar la cara porque como aseguran con mucha tristeza tras la obligada mascarilla «la situación es mucho más complicada de lo que creemos y lo peor es que esto no ha hecho más que comenzar».