El comandante Enrique Gómez Bastida en su despacho en el cuartel de Can Sifre. | DANIEL ESPINOSA

El comandante Enrique Gómez Bastida ha estado en servicios peliagudos con destinos en zonas calientes como Kabul (Afganistán) o Madrid, en la Unidad Central Operativa (UCO). En diciembre de 2017 aterrizó en la isla y como jefe de Compañía de la Guardia Civil de Ibiza y Formentera ha tenido que capear con una crisis sin precedentes por la pandemia del coronavirus y la declaración del estado de alarma. «Estamos viviendo unos meses muy complejos porque hemos tenido que asumir cometidos nuevos en un entorno cambiante, incierto, añadido a situaciones personales complicadas, como cualquier otro ciudadano, pero con el añadido de que somos guardias civiles y tenemos unos deberes y obligaciones». Las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado han jugado un papel importante durante la pandemia pero Gómez Bastida hace hincapié en subrayar la labor del personal sanitario y de residencias. Nació en Cartagena en 1977 pero es «gallego de Narón». Asegura tener la «mejor profesión del mundo» y valora la respuesta que ha tenido la sociedad pitiusa ante una pandemia con consecuencias impensables.

— El pasado lunes, festividad de la Virgen del Pilar, la Guardia Civil no pudo celebrar el tradicional acto en honor a su patrona. Desgraciadamente, un año más, las circunstancias mandan...
— En los últimos cuatro años solo pudimos celebrar los actos en honor a nuestra patrona el pasado año. Evidentemente, este año ha estado marcado por la pandemia y las consecuencias de la crisis por el Covid. Los actos no se han podido celebrar pero el día del Pilar es una fecha en la que expresamos nuestra gratitud y destacamos el comportamiento del personal y de la gente que nos apoya. Agradecemos la colaboración de la ciudadanía, de las policías locales, ayuntamientos y consells insulares. Somos cinco términos municipales completamente distintos y es de agradecer el apoyo de todos ante un escenario desconocido. Cada municipio de la isla tiene sus particularidades y problemáticas individualizadas y la Guardia Civil debe adaptarse a esos escenarios diferentes porque no es lo mismo Sant Antoni que Sant Joan, ni Sant Josep es lo mismo que Formentera. Somos cinco términos municipales completamente distintos y siempre agradezco el apoyo y colaboración de todas las instituciones.

— El panorama dio un giro radical en marzo.
— Las primeras semanas de marzo fueron muy complicadas por la aplicación de nuevas normativas en transporte, controles de entrada y salida para personas con una historia y motivo de viaje importante para cada una de ellas, diferentes, y fue duro y complejo. A ello se sumó el plan de inspecciones de comercios que implicaba paralizar negocios en un momento en el que no se entendía muy bien la gravedad de la pandemia y parar todo era muy complicado porque la gente vive de esos negocios que tenían que cerrar y con un futuro incierto, un panorama complejo en el que todavía estamos.

— ¿El comportamiento de la ciudadanía de Ibiza y Formentera ha sido el esperado?
—En estos momentos es donde uno aprecia y valora la respuesta de la gente. Aunque no existe un concepto claro de comunidad, en Ibiza y Formentera sí que existe una unión. Además, a título individual todo el mundo colabora en todo aunque los claros protagonistas en estos últimos meses han sido los trabajadores de la sanidad, que han sido unos fenómenos y la población en general que está pasando situaciones muy complicadas. También hay que destacar a esos empresarios que mantienen a los trabajadores que pueden. Las donaciones de materiales han sido constantes y eso es fruto de una solidaridad que está muy presente.

— La pandemia y las medidas impuestas también han comportado otras situaciones problemáticas como los episodios de robos de diazepam en centros médicos cometidos por jóvenes y menores.
—Esa era una problemática que ya existía pero se trata de casos puntuales. Los principales problemas este verano han venido con la proliferación de fiestas ilegales.

— Fiestas privadas que siempre han existido pero que ahora se han convertido en una especie de ‘bomba de relojería’.
—Así es. Fiestas siempre han habido pero ahora tienen una connotación epidemiológica por los contagios que se pueden derivar de ellas. Un aspecto fundamental son las fiestas ilegales bien organizadas, más allá de reuniones familiares con decenas de personas congregadas. Con la batería de medidas impuestas por el Gobierno se había limitado al máximo el ocio nocturno: el West no ha podido abrir y las discotecas tampoco, pero paralelamente nos hemos encontrado con establecimientos que de forma clandestina, sin cumplir con la normativa sanitaria ni administrativa, se han dedicado a mantener un negocio lucrativo al funcionar villas como discotecas o pequeños locales de ocio nocturno.

— Fiestas privadas celebradas incluso en pleno estado de alarma como la desmantelada en una villa de Sant Josep.
—Aquella fue una intervención conjunta con la Policía Local de Sant Josep. Los asistentes eran todos extranjeros y tenían un poco la percepción de que la gente que no era de la isla, que no eran locales, podían vivir un poco al margen del sistema normativo impuesto. Luego lo que nos hemos encontrado son actividades que ha habido todos los años, que pasaban desapercibidas o eran actuaciones que eran sancionadas por la vía administrativa por denuncias por ruidos o molestias vecinales y ahora la situación es bien diferente. Durante estos meses hemos atendido muchos avisos de molestias o ruidos en casas o barcos que no han sido fiestas, pero también hemos tenido que atenderlas.

—Y a todas estas complicaciones se suma la continúa llegada de pateras a las islas.
—La arribada de pateras con inmigrantes es una realidad que viene produciéndose en los dos últimos años y ya forma parte de las problemáticas de la isla. El número va creciendo y desde hace un tiempo dejó de ser un problema puntual y entra en el trabajo ordinario de la Guardia Civil. Hace tres o cuatro años era muy extraordinario, pero ahora Ibiza y Formentera ya se han consolidado como punto de destino. Estamos coordinados con el servicio de Costas y policías locales y nuestra labor es estudiar cómo dar respuesta a estas arribadas. Es una realidad que está ahí y que va a seguir estando.

— En lo que llevamos de 2020 ya han llegado a las Pitiusas un total de 17 pateras con 188 inmigrantes. El grueso, 11 barcas y 136 inmigrantes arribaron a Formentera. ¿Este hecho ha conllevado un refuerzo en la Pitiusa menor?
—En verano tuvimos una unidad de USECIC llegada desde Palma para complementar la actividad de control y seguridad ciudadana, evitar aglomeraciones y dar apoyo a las policía local para garantizar el cumplimiento de las normativas Covid. La llegada de pateras ha supuesto un plus, pero con el trabajo previo y la organización se saca adelante.

— Y un problema añadido es la presencia de positivos en coronavirus entre los arribado en pateras.
—La realidad es que el hecho de tratar con contagiados es un riesgo con el que venimos conviviendo desde marzo. En las últimas cuatro pateras llegadas se registraron tres positivos. Pero insisto, es un riesgo que está ahí y al que nos enfrentamos en cualquier otra actuación que hacemos con otros ciudadanos en un control.

—Durante la temporada de verano también se ha contado con la presencia del buque ‘Río Segura’.
—Todas los apoyos son bien recibidos. Un año más hemos contado con el ‘Río Segura’ realizando tareas de control en nuestras aguas y también con el Servicio Marítimo de Palma, que ha sido un puntal más en las labores de control de la inmigración y de la pesca del atún. También se han encargado de garantizar el cumplimiento de la normativa en el entorno del Parque Natural de Ses Salines, control de los fondeos y del tráfico marítimo en el canal.

—Y en estos nueves meses de 2020 ¿cómo han evolucionado los hechos delictivos?
—En números absolutos la bajada de robos es muy grande pero las estadísticas son una cosa que no vale para el que es víctima de un robo. Al que le entran en su casa o le roban por la calle la estadística le da igual. La estadística es una herramienta para nosotros ver dónde y cómo actuar y saber si estamos haciendo bien las cosas. Al vecino le da igual si roban a uno, a dos, a diez o a veinte, lo que no quiere es que le roben y nosotros trabajamos para que no haya robos. Han bajado los robos, sí, pero ha habido y ha habido víctimas. Por otra parte, el confinamiento también ha supuesto más horas de convivencia y casos de violencia de género. Ahora estamos notando un repunte de denuncias.

— ¿Y la casuística o perfil del delincuente ha variado por las circunstancias?
—Los robos son diferentes porque al haber menos gente en la isla el perfil cambia. La gente pasa más tiempo en la vivienda, no estamos tanto tiempo en la playa o cenando fuera de casa. En la medida que las casas están ocupadas durante más tiempo es más complicado que los delincuentes entren. Los robos también han cambiado. Antes habían más turistas con dinero en efectivo, joyas y relojes de alta gama. Ahora los hay, pero menos y ahí ha habido un descenso de casos. En cambio sí hemos notado más robos de subsistencia: electrodomésticos, ropa, comida para vender o intercambiar. Por otra parte, también ha habido menos gente por la calle en las zonas de ocio nocturno como Platja d’en Bossa o el West, en Sant Antoni, y por lo tanto también han caído los robos con violencia.

— Las últimas semanas también se han producido varios operativos antidroga contra grupos internacionales.
—Está claro que la reducción del número de visitantes y las restricciones también llevarían aparejada una caída del movimiento de sustancias estupefacientes pero la Guardia Civil de Ibiza ha realizado diversas intervenciones con la Policía Judicial. Operaciones interesantes y fruto de un trabajo de investigación como la segunda fase de la operación Rabitt o la desarticulación del grupo internacional dedicado a traficar con ketamina y éxtasis. Las investigaciones se van desarrollando y dan sus frutos, pero es cierto que ha habido un menor movimiento de drogas. En Sant Antoni este año no ha habido óxido nitroso. El menudeo y los robos con violencia han bajado bastante. Por otro lado, las grandes cantidades no suelen estar destinadas al consumo interno.

— Y otra situación que genera una gran alarma social son las ocupaciones de viviendas. ¿Cuál es la situación en Ibiza y Formentera?
—La ocupación de viviendas es un problema que existe, pero en nuestras islas podríamos decir que es una realidad diferente. Es evidente que es un problema pero aquí las ocupaciones son mayoritariamente de construcciones inacabadas o inmuebles abandonados. Es cierto que las personas que las ocupan pueden generar pequeños focos delincuenciales pero son casos muy concretos.

— El panorama que se nos presenta sigue siendo complicado...
—E incierto. La pandemia nos ha cambiado el día a día a todos. Hemos pasado del control de normas al control de las restricciones. Las colaboraciones en tareas de apoyo al personal sanitario y a la ciudadanía en general se han multiplicado y la Guardia Civil siempre estará ahí ante un futuro muy incierto.