Nieves, de La Bodeguilla: «Perder la barra ha sido un desastre». | Marcelo Sastre

La obligación de cerrar a las 22.00 horas una semana más, otra, hasta el próximo viernes 23, después de dos duras semanas de restricciones por el confinamiento en el municipio de Ibiza, ha supuesto un nuevo varapalo para los bares y restaurantes del centro, que sienten, la mayoría con resignación, que la hostelería está pagando los platos rotos en la gestión de la pandemia. Y es que se han relajado las medidas en otros ámbitos ya que desde ayer se han reabierto las instalaciones deportivas municipales, los cementerios y Can Ventosa.

Los bares y restaurantes que quedan abiertos se han visto obligados a reducir plantilla. Algunos no descartan el cierre inminente si el ‘toque de queda’ en Vila se prolongara otra semana más. En lo que todos coinciden es en que el invierno será «muy duro» y en que hubiera sido mejor haber confinado a toda la isla. Álex y Anatoli, dos de los tres dueños del restaurante Sa Vida, en la calle Bisbe Carrasco, se vieron obligados a cerrar durante un mes a causa de la pandemia y ayer mismo reabrieron las puertas “para ver cómo va” el menú de mediodía. Tienen muchas ganas de volver a trabajar pero reconocen que no será fácil. Se muestran positivos, aunque el año pasado por estas fechas eran ocho personas en plantilla y ahora solo trabajan cuatro.

Y es que la reducción de personal ha afectado a toda la restauración del centro, incluso a los más pequeños. Es el caso del restaurante vietnamita (Bambu Viêt Food), en la plaza de Sa Graduada, que antes hacía el grueso de la caja por la noche y ahora se ve obligado a despachar a los clientes antes de las 22 horas. «Es estresante trabajar así», explica el propietario, que estima que el negocio ha caído un 60% en comparación con el año pasado, cuando tenía cuatro empleados. Ahora solo tiene dos. «Entiendo las medidas que se están aplicando, pero lo que no se explica es que no haya más ayudas para bares y restaurantes», y augura que será muy complicado sobrevivir hasta el próximo mes de marzo: «Seguimos pagando impuestos y ahora estamos luchando para perder lo menos posible, no para ganar. Muchos clientes no vienen o gastan menos. Tienen miedo, y la verdad es que solo se habla del virus», lamenta este restaurador.

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«Lo pagamos los del centro»
Toya, dueño del restaurante nepalí Kathmandu, en la calle Canarias, considera que las restricciones actuales en el centro de Vila tienen su origen en la apertura al turismo que tuvo lugar entre julio y agosto. «Se movieron por todo Ibiza y ahora lo estamos pagando los del centro, porque la gente se mueve y se va a Santa Gertrudis o fuera de la ciudad», explica, y sostiene que hubiera sido más eficaz haber confinado a toda la isla: «Es ridículo que se hagan las prohibiciones en unas calles sí en otras no. Esto no ocurriría ni en Nepal», lamenta Toya, que recuerda que antes tenían 90 cubiertos al día y ahora apenas sirven a 20 clientes. Antes también contaban con cinco empleados y ahora solo son dos. «El invierno va a ser fatal porque la gente no tiene dinero porque no ha podido trabajar», y asegura que si el cierre a las diez de la noche se prolonga una semana más se verá obligado a cerrar.

En el bulevar Abel Matutes se ha apagado la chispa de los restaurantes. El ambiente ha decaído. La plaza está casi desértica por la noche. Tres locales han cerrado y otros resisten, como Sa Nova Llum Ibiza. Paco, su propietario, también cree que la gestión de la pandemia «no se ha hecho bien» y que hubiera sido mejor que las restricciones se hubieran aplicado en toda la isla. «Nos ha fastidiado mucho el cierre a las diez. Hemos sufrido un descenso de caja del 70% y hemos tenido que reducir la jornada de la plantilla», relata mientas observa con resignación las decenas de sillas y mesas apiladas que no puede utilizar. «Esto ha sido el remate; si al menos nos hubieran dejado trabajar hasta las once de la noche, no hubiera habido problemas, pero cerrar a las diez, y ahora otra semana más, ha sido el remate».

En la calle Vicent Serra i Orvay está La Bodeguilla, un clásico bar de tapas y barra generosa, ahora completamente inutilizable. «Nos ha perjudicado todo: el horario de cierre, el aforo, las distancias entre mesas y la prohibición de fumar», expresa Nieves, que admite que los ingresos han descendido un 50% y que el personal ha tenido que cambiar horarios y turnos. «Estamos luchando cada día, y a las nueve y cuarto ya empezamos a recoger y a pasar las cuentas, pero esta prórroga de otra semana más, que nos enteramos de repente, nos ha perjudicado completamente. Para nosotros, perder la barra ha sido un desastre», lamenta la propietaria. Aunque peor lo han debido pasar en el bar Sa Parada, en una esquina de Isidoro Macabich, donde un cartel anuncia que está “cerrado indefinidamente”.

«Será inaguantable si dura más»
Por su parte, la presidenta del sector de Restauración de la Pimeef, Verónica Juan, afirmó ayer que «no estamos del todo de acuerdo en que parezca que solo puede haber virus en los bares y restaurantes, pero tenemos claro que hay que hacer un esfuerzo entre todos los empresarios y la ciudadanía para colaborar en esta batalla contra el virus». «Ahora tenemos que hacer bien las cosas para el futuro», añadió, y mostró su esperanza en que la próxima semana se acabe esta situación «porque será inaguantable si dura mucho tiempo más».