Grupo de alumnos con sus trajes de apicultores. | Marcelo Sastre

El mundo de la apicultura es muy interesante por todo lo que rodea a las abejas y todo lo que ellas aportan a lo que tenemos a nuestro alrededor. Pero también puede ser apasionante si tienes la oportunidad de vivirlo en primera persona de forma cercana con alguno de los talleres que se organizan de forma periódica en el Camp d’aprenentatge de Sa Cala.

Por sus instalaciones y siguiendo las explicaciones de Pere Planells y Eva Rincón, los dos profesores del centro, ya han pasado multitud de cursos de centros educativos de las dos islas. Ayer fue el turno para una veintena de estudiantes de 5º de Primaria del CEIP Sant Ferran de Ses Roques de Formentera. Llegaron en torno a las diez y media de la mañana y cerca de las tres y media regresaron a la isla tras vivir una experiencia que muchos posiblemente no volverán a vivir en su vida y que recordarán para siempre. «Por la experiencia que tenemos, sabemos que para ellos es muy gratificante, porque descubren un mundo que solo conocían a través de los libros o Internet y porque además lo hacen con amigos y en contacto con la naturaleza en un entorno privilegiado como es este del camp d’aprenentatge», explicó ayer a Periódico de Ibiza y Formentera Planells.

Además, todos aprenden el papel tan importante que juegan las abejas, un animal que en muchas ocasiones no es muy valorado y genera cierta repulsa y miedo entre adultos, jóvenes y niños. «Es cierto que muchos tienen temor cuando les toca acercarse a un panal pero también les explicamos que hay que respetarlas porque su función es muy importante al generar el 80% de la polinización, porque son las culpables de muchas cosas importantes como la cera, la própolis o la pitoxina y porque si desaparecen íbamos a tener muchos problemas para mantener nuestras reservas de frutas o verduras», aseguró el profesor del centro.

Dividido en tres partes

El taller se dividió en tres partes por los que van pasando grupos de unos ocho alumnos cada uno.

Así, tras una explicación donde Pere Planells les explicó de forma amena y divertida cómo funcionaban las antiguas herramientas que se usaban en Ibiza para trabajar con las abejas y tras descubrir, por ejemplo, con cara de asombro cómo el humo puede ser frío gracias a una mata de romero verde, se visten de apicultores, pasan por un laboratorio y ven un vídeo explicativo.

La parte más interactiva y la más larga fue aquella en la que se convierten en apicultores durante una hora. Ponerse el traje ya en sí es una prueba difícil de superar para todos ellos y también para el propio profesor que se deja la voz intentando explicar cada detalle para que no haya problemas. Primero quitarse las zapatillas para ponerse calcetines higiénicos, después el overol – una especie de vestido de una única pieza donde pantalón y camisa van juntos en una sola unidad –, calzarse unas botas altas bien, «remangadas y con la tela del vestido por dentro», y el velo, esa careta de malla a modo de mosquitero que protege la cabeza y el rostro del apicultor y que acaba ajustado a la cintura. Finalmente, el proceso termina con unos guantes de látex y encima otros lisos de cuero que igualmente tienen que ir bien ajustados. Tras superar la prueba, atender con calma a las indicaciones del profesor para no tocarse la cara, no tener miedo, ni sufrir ansiedad, acudieron hasta la zona de colmenas y allí descubrieron un mundo nuevo que poder contar a sus padres y amigos.
Mientras, otros alucinaron con las posibilidades de los microscopios. En un laboratorio situado en el interior del camp d’aprenentatge hay cuatro microscopios junto a unas lentes y distintos paneles explicativos. Y allí reinas madres, zánganos, larvas, aguijones o celdas de panales que, ampliados y enfocados correctamente rectamente, dejaron a todos con la boca abierta. Los gestos y exclamaciones de asombro inundaron la estancia mientras los jóvenes estudiantes descubrían un mundo imposible a simple vista.

Por último, el tercer grupo presenció un vídeo explicativo en el que vieron todo lo que hacen las abejas por el ser humano y la flora y la fauna que las rodea. Y cuando todos pasaron por cada estancia, tuvieron el privilegio de asistir a una cata de miel centrifugada o totalmente natural. Un placer para los sentidos. «Es una actividad magnífica porque todos los niños se van contentísimos con todo lo que ven y viven, no paran de hablar de ello durante semanas, y lo mejor de todo es todo lo que aprenden y que posiblemente no se les olvidará nunca», resumió uno de los profesores del grupo, Carlos Bonim Ballester.