Los voluntarios llevan a casa de los mayores los kits de memoria, como el de Lupe, que tiene pasatiempos o un libro. | Toni Planells

Cruz Roja siempre se ha volcado en estas fechas en ayudar a quien más lo necesita. Este año tan especial han tenido que adaptar sus actividades a las circunstancias y su programa de talleres de memoria para personas mayores es un ejemplo de ello. Otros años se juntaban en grupos de 15 usuarios para trabajar, pero este ha tocado hacerlo desde casa, telefónica y presencialmente. «¿Que tal estás?, ¿a qué hora te has levantado?, ¿qué comiste ayer?, ¿qué viste en la tele?», pregunta Mari que parece estar hablando con cualquier familiar, sentada en la mesa de su oficina en la sede de la entidad con el atuendo de rigor en estas fechas. Pero la voluntaria no está de cháchara ya que al otro lado del teléfono hay un usuario del programa de memoria para personas mayores, y estas preguntas son parte del programa. El cariño con el que las formula Mari es genuino.

Hablar de cariño genuino es hablar también de Yesnei, la voluntaria que visita a Lupe tres veces a la semana. Llega por la mañana, tras haber trabajado toda la noche cuidando a otra persona, con una bolsa de papel rojo brillante con un kit para la memoria en la mano, que Lupe recibe como un regalo, también lo es. Consta de varias revistas de pasatiempos y autodefinidos y, lo que más alegra a Lupe, un libro (‘La luz de Candela’ de Mónica Carrillo).

En la mesa del salón, entre libretas donde se apunta cosas importantes que no quiere olvidar (tiene principio de Alzheimer), hay felicitaciones de Navidad que está elaborando y otras que ha recibido. Son parte de un proyecto que han puesto en marcha desde Cruz Roja de cadena de felicitaciones: 30 niños usuarios del programa escolar de Cruz Roja han creado una postal para las personas mayores. A su vez, las personas mayores crearán otra felicitación para las personas sin hogar. En una de ellas ha decidido contestar al niño que le felicitó a ella. En la mesa también hay un muñeco de nieve hecho con algodón y coloreado en un folio. Lo hicieron el día anterior ella y Yesnei. También hay una libreta llena de sumas y restas bien resueltas que la voluntaria le dejó antes de irse. Un ejercicio más para ejercitar su memoria, aparte del mismo tipo de preguntas - y con el mismo cariño - que hiciera Mari por teléfono a otros usuarios. Tras el sofá unas fotos y unos hermosos cuadros al óleo, que tras la entrevista reconocería que pinta ella misma, ¡todo un talento!.
Pero, claro, ante la visita de Periódico de Ibiza y Formentera, Lupe hace un ejercicio de memoria sobresaliente. A sus 87 años Lupe vive sola, y aunque es autónoma, desde hace un tiempo sus hijos no dejan que pase la noche sola. Presume de haber sido, junto a Julia Cano y «algunos más», una de las primeras voluntarias de Cruz Roja en Ibiza, desde que llegó a Ibiza «y sigo siéndolo» dice orgullosa.

El ejercicio de memoria que le despierta la visita la lleva a repasar su vida: desde su nacimiento en Logrosán, un pueblecito de Cáceres un 6 de marzo del 33, a los seis años se fue a Sevilla, y no acierta a recordar el año en el que desembarcó en Ibiza, ya casada y con su hija de tres años. Nos hace un repaso histórico-anecdótico de los últimos 55 años, tanto de Ibiza como de la Cruz Roja que llenaría cuatro páginas de este periódico, pero que nos da buena pista del resultado de los ejercicios de memoria.

Recuerda también el origen de su amor por la Cruz Roja, que en Sevilla le ayudaron a quedarse embarazada de su hija tras muchos problemas para poder ser madre. Recuerda que corría el año 62, y apunta también el año que nació su hijo, en el 70. Yesnei nos explica un ejercicio en el que, en una hoja con números del uno al 100, Lupe pone acontecimientos o cosas relacionadas con los números. Lupe tira del hilo, llegó a Ibiza con su hija cuando ésta tenía tres años. Su hija nació en el 62, ergo desembarcaron en su isla en 1965. Nada más llegar ya se involucró en la Cruz Roja, que hoy le devuelve su esfuerzo y cariño genuino.