Numerosas personas esperaban información a las puertas de la oficina del SOIB. | Toni Planells

En las puertas de las oficinas del SOIB hay tantas historias que reflejan la tragedia de esta crisis como personas que esperan su turno. Y es que la torpeza del funcionamiento del Servicio Público de Empleo Estatal (SEPE) está llevando a muchas personas a situaciones económicas dramáticas. Además, las opciones existentes de reclamación se convierten en muchas ocasiones en una carrera de obstáculos más para quienes necesitan cobrar mensualidades atrasadas o pedir los subsidios necesarios para sobrevivir a esta crisis económica que ha surgido de la pandemia.


Testimonios
Mari Carmen está esperando para reclamar el subsidio para mayores de 45 años. Acaba de terminar su prestación por desempleo y cuenta que se siente desamparada. Hace 15 días rellenó un formulario a través de la página web del SEPE, del que esperaba algún tipo de respuesta que no ha recibido. Otros 15 días le costó conseguir la cita por la que espera turno en la puerta del SOIB. No es capaz de disimular su pesimismo: «A ver qué pasa ahora no las tengo todas conmigo». Este verano no ha podido trabajar y se le acaba la prestación. Explica que no puede optar a las ayudas por 26 euros ya que «cobraba 740 euros y el máximo para otra a las ayudas es de 714 euros». Afirma que lleva seis meses buscando trabajo sin éxito pese a su oficio de carnicera y que además Hacienda le «ha metido un palo de 2.800 euros por haber trabajado y recibido la prestación en el mismo año».


Sonia es ibicenca y lleva tres meses yendo a las puertas del SOIB al menos una vez a la semana, a veces más, para pedir las explicaciones y la información que no es capaz de conseguir ni telefónicamente ni a través de la página web. «A ver si por pesada me la dan», es capaz de bromear. Su rutina casi diaria se basa en ir al banco para ver que no han ingresado la paga correspondiente para después dirigirse a las instalaciones del SOIB. Allí sólo se encuentra a la persona de seguridad, que le dice una y otra vez que desde su puesto no puede ayudarla. Aún así, ella se suele quedar un rato más para probar suerte, esperando ver a alguien responsable que salga y le pueda ayudar. Afirma llevar tres meses, los mismos que lleva sin recibir ningún ingreso, llamando sin éxito: «Llamas al número que te ponen y te sale que el teléfono no existe» explica. «Además, cuando preguntas en la oficina se encogen de hombros y te dicen que no pueden hacer nada». «Como gracias a la Cruz Roja», asegura esta madre de familia justo antes de que las lágrimas le impidan seguir hablando. Tuvo que cerrar su tienda de ropa hace unos meses, y se quedó «sin nada y sin ningún tipo de ayuda». Las ayudas que viene a reclamar son las que le corresponden a su marido, que está en paro y sufriendo la Covid-19 en casa sin poder salir. Abdel trabajaba en la construcción y tras estar en ERTE su empresa le dio de alta solo 15 días para despedirle después. Esto ocurrió en octubre y, desde entonces, no ha llegado a tener ningún tipo de ingreso.

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Clodiana también se presenta a las puertas de las oficinas sin ninguna cita. Va cargada con su bebé de seis meses, Naya. Lleva desde noviembre intentando conseguir cita sin éxito. Cuenta que, justo ayer, recibió un papel en el que le piden que presente cierta documentación en el plazo de 10 días. «Pero si no me dan cita, no sé dónde tengo que presentar esta documentación» afirma contrariada ante el funcionamiento del SEPE. Está en paro desde octubre y no ha cobrado nada desde el pasado noviembre.

Marcela sí tiene cita, la consiguió el día 1 de febrero tras intentarlo incansablemente durante dos meses. Es fija discontinua y no le dieron la opción de acojerse al ERTE. Se encuentra a la espera de que le concedan una prestación especial de tres meses para este tipo de empleados.

Iván y Tania son pareja, se dedicaban a la hostelería y llevan intentando pedir cita desde noviembre. Iván está en paro desde octubre y Tania está a la espera de que le concedan el ingreso mínimo vital, pero no lo ve claro. Considera que no reúne algunas de las condiciones, «como estar casada o tener hijos». Por el momento, subsisten gracias a la ayuda que reciben de su círculo más cercano de familia y amigos.