El gorila gigante entre vehículos abandonados, en una imagen de hace algunas semanas. | Toni Planells

El inmenso gorila que vigila la parcela de un antiguo hippy market en Cala de Bou podría tener los días contados. Tanto el coloso, como todos los elementos de la parcela en la que está ubicado, darán paso a un apartahotel de amplias zonas ajardinadas. Al menos ese es el proyecto en el que trabaja el arquitecto madrileño Carlos Rojas, promovido por los propietarios del solar.

El proyecto, a cargo de la promotora Fifty SL, ya ha sido remitido al Ayuntamiento de Sant Josep y se encuentra en trámite de cumplimentación de requerimientos. La instalación hotelera y turística está diseñada con criterios de accesibilidad y adaptada a personas con movilidad reducida, según explica el arquitecto, dentro de un edificio que busca el «mínimo impacto urbano y la máxima eficiencia energética».

Regeneración de la zona
El objetivo del proyecto, según Aaron Ribas, hijo del propietario de los terrenos y gerente de la empresa que los ocupa, es dinamizar un poco la zona, «porque si hay afluencia de gente entendemos que se pondrán en marcha otros negocios y habrá más vida. Es un proyecto interesante que queremos que invite a la gente a venir porque es algo que a esta zona le hace falta desde hace mucho tiempo», explica.

Simulación de la vista aérea del futuro apartahotel.

Respecto al aspecto de abandono que tiene el recinto, debido al gran número de coches abandonados por la actuación de un antiguo empleado que cuidaba la zona y dejaba que los dejasen allí, indicó que ya se ha hablado con el Ayuntamiento para poner algo más de orden. Aseguró que desde un primer momento se trató el tema con la Policía, que no podía hacer nada por ser vehículos privados en un terrenos privado y que ellos tampoco podían hacer nada al no ser suyos los vehículos. «Ahora parece que, por fin, podremos dejar la zona más agradable a la vista», precisa.

El proyecto
El anteproyecto de este establecimiento muestra la construcción de cuatro bloques de apartamentos de tres plantas, un gimnasio y un edificio de recepción con cafetería en torno a dos piscinas dentro de una amplia zona verde. El complejo tendrá 3.828 m² construidos dentro de un espacio de casi 11.000 m². La propiedad cedería 1.000 m² al Ayuntamiento para servicios municipales.

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Los 54 apartamentos del complejo tendrán unos 40 m2. Dispondrían de una habitación, cocina, salón y una terraza con vistas a la zona de piscina. En el sótano de los cuatro bloques de apartamentos se instalaría un aparcamiento con plazas para 57 vehículos. Además, habría también varias zonas de aparcamiento exterior.

El apartahotel proyectado tiene dos zonas deportivas: un gimnasio cubierto de 200 metros cuadrados y otra zona con elementos para hacer ejercicio al aire libre. En el espacio destinado a la recepción y las zonas comunes, también de unos 200 metros cuadrados, habría una cafetería con zona de terraza emplazada junto a la piscina.

Tanto el gimnasio como la recepción tienen también prevista una terraza en la parte superior de ambos edificios. Los propietarios indican que dentro de la distribución de espacios también se podría plantear la instalación de algunas tiendas, aunque este punto todavía se deberá definir una vez que el proyecto se ponga en marcha.

En el espacio central, una gran piscina tipo lago sería la protagonista de las vistas desde todas las habitaciones, junto a otra de pequeñas dimensiones en un entorno ajardinado.

Un proyecto para darle la vuelta a los fracasos
Los propietarios indican que la idea tiene el objetivo de obtener un proyecto rentable tras varios fracasos en esta zona. «Hemos intentado varias iniciativas, invertimos un dineral en el Gorila Hippy Market con escupefuegos, artistas y demás; al final no funcionó por lo que fuera. También intentamos espectáculos ecuestres con baile, hemos tenido varias iniciativas pero como esta zona siempre ha estado en tierra de nadie es una zona muy dura para trabajar y somos los primeros a los que nos da pena verlo así», explica Aaron Ribas. Tener un establecimiento tan grande (10.000 m2) parado les supone un gasto enorme que requería actuar. «Sólo de IBI y de luz es un dineral. Lo que hacemos es perder dinero año tras año. Tenemos contratadas a personas para que controlen la zona porque la gente rompe las vallas para entrar, tiran basura, tiran escombros y luego la multa va para la propiedad. Es un lastre a día de hoy tener esto». Es, por ello, que explica que lo que quieren es poner en marcha este proyecto, aunque no descartan que tengan que venderlo si no tienen capacidad.