Son tontos... Es muy injusto… Ellos (los políticos) son muy importantes (quería decir que son poderosos) y todo esto pero se han de respetar las normas. ¿Por qué lo han hecho?». De esta forma, literal, reaccionó Mauro, mi hijo mediano, 12 años recién cumplidos, el pasado viernes cuando le enseñé, como hago en muchas otras ocasiones, la noticia de la comida de Armengol, Ruiz y Agustinet que publicamos en Periódico de Ibiza y Formentera el jueves, no porque tenga interés en que él, Yago o Claudia encaminen sus vidas profesionales hacia el periodismo, que para eso es necesaria vocación, sino para que perciban que su padre, al que no ven durante la mayor parte de la semana, está haciendo algo útil para la sociedad.

No suelo escribir de mi vida personal en los artículos dominicales, pero hoy la excepción está justificada. Rápidamente, tomé el lápiz y el bloc de notas que tengo sobre la mesa del escritorio de mi casa de Es Castell y anoté las declaraciones con el objetivo de usarlas para empezar Los faros de esta semana. Se lo dije y confieso que le hace mucha ilusión ser protagonista de mi encuentro semanal con los lectores de Periódico de Ibiza y Formentera.

Mauro lleva un año sin poder jugar partidos de fútbol. Un año. Hace pocos días que ha empezado a entrenar, antes lo hizo sin contacto y eso no es entrenar, y porque cumplió 12 años y le han subido de categoría, que el virus se transmite menos a esa edad y, gracias a ello, se les aplica una normativa más laxa. Estuvo tres meses encerrado en casa. Tiene la marca de la mascarilla en la cara porque no se la quita durante el tiempo que juega en el raquítico espacio del patio del colegio que le han asignado a su clase burbuja. Se ha quedado sin poder ir a ver a sus abuelos a Galicia y se ha quedado sin ver a sus abuelos de Mahón durante meses. Él y sus hermanos conviven con las restricciones de forma estoica.

Es admirable la capacidad de adaptación de los niños a las circunstancias. Y también, la de simplificar. El coronavirus es malo, puede matar y por este motivo hay que cumplir sin rechistar las restricciones, que es lo único que nos puede salvar. No rebuscan si son ponderadas o desproporcionadas, justas o injustas. Las dictan adultos que se supone saben lo que hacen y ya es suficiente.

Por este motivo, reaccionó de la forma relatada. Le salió del alma. Después de acabar de formularme la pregunta de «¿por qué lo han hecho?», no pude más que darle la razón: «Porque son tontos». Esa es la pregunta que me hago desde que tuvimos conocimiento el martes por la tarde de que se había celebrado la comida privada en Can Botino y nos pusimos a investigar para aclarar todos los extremos de la misma que fueron publicados en la edición del jueves.

Se iba a saber.
¿En serio pensaban Rafa Ruiz, Francina Armengol y Josep Marí Ribas Agustinet que no iba a trascender una comida celebrada en Can Botino, convocada por el servicio de protocolo del Ayuntamiento, a la que asiste la presidenta del Govern y su séquito en el único Audi A6 negro con chófer que hay en Ibiza y que solo usa ella, y de la que tenían conocimiento una veintena de personas? ¿Ese es el nivel de la cúpula del PSOE?

Porque de lo que no hay duda es de que no querían que se supiera, por eso la ocultaron de sus agendas oficiales, no la difundieron en las cuentas de Twitter en las que cuelgan cualquier chorrada, el Govern dijo que era una reunión privada y el Ayuntamiento, una reunión de trabajo. Y a estas horas aún tratan de edulcorar el mensaje, sin éxito, con eufemismos que les retratan.

Y, obviamente, se pensaban que no se sabría la comida secreta o la comida clandestina, tal como la han definido medios nacionales como El Mundo y ABC , que, dicho sea de paso, están dando una mayor cobertura al caso que los medios de Mallorca y Menorca.

Nadie puede pensar que para el Govern que ha montado una elefantiásica maquinaria de propaganda, que tiene la redacción más numerosa y mejor dotada de Baleares a su servicio, plantilla de asesores que, además, no deja de crecer, no analizó el riesgo que había para su imagen si se conocía la comida, cuando la imagen lo es (casi) todo para este gobierno. Toda la acción política gira en torno a ella. Por este motivo, se montan reuniones, una tras otra, por Zoom, se montan Pactos por la Reconstrucción con todo el boato, se convocan ruedas de prensa para decir lo que todo el mundo ya sabe porque ya se ha dicho, se pone en marcha el Recinto Ferial para vacunar y que parezca que se trata de una vacunación masiva cuando se podría haber empezado en cualquier centro de salud, habida cuenta de la raquítica previsión que truncó la suspensión temporal de Astrazeneca.

Así que sí, la cúpula del PSOE no quería que se supiera la comida y, lo que es peor, es que se pensaba que no se sabría, como demuestra que no tenían preparado el argumentario con el que reaccionar. Todo ello, además, después de que Armengol se salvara del Bar Hat porque Pedro Sánchez no vio el momento de ajustar cuentas con ella y hacerla caer. Todo muy reconfortante y tranquilizador.

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¿En manos de quién estamos?
Así titulé el 20 de septiembre de 2020 esta sección después de la ceremonia de la confusión del cierre perimetral de l’Eixample, el cribado masivo, los turistas en los hoteles y la prohibición de poder ir a compra al Mercat Nou de Vila. ¿En manos de quién estamos, gobernantes capaces de montar una comida secreta convencidos de que no iban a ser descubiertos?

La segunda pregunta, esta ya no me la hizo Mauro, es ¿para qué? Y la verdad es que no tengo respuesta. Lo siento. Descarto que fuera por votos, la primera hipótesis que hay que poner sobre la mesa siempre que se trata de políticos. Había muy poca gente, seis empresarios, y uno de ellos, Alfonso Rojo, estaba convocado a la reunión que pocas horas después se había convocado en el Consell d’Eivissa, esta sí, reunión de trabajo y con luz y taquígrafos. Los otros cinco, si había tanto interés en conocer su opinión, podrían haber sido invitados perfectamente al encuentro de la Avenida España, haber recibido una llamada de teléfono de la presidenta, o haber sido convocados a otra call conference.

El contenido no era confidencial, ya que se trató del plan de ayudas del Gobierno. Ni el menú ni el entorno propiciaban un encuentro memorable ni placentero. Tampoco creo que ninguno de los asistentes lo recuerde como algo digno de colocar en la mítica foto que se pone en el salón de casa para lucir en plan yo fui uno de los seis elegidos que estuve en una comida con Armengol, Agustinet y Ruiz en el Salón de Plenos de Can Botino.

La comida no fue improvisada, ya que, a la propia logística de preparar una sala que no es un comedor, de contratar el menú a una empresa especializada, se le añadió tener la precaución de preguntar a Salud si se podía celebrar.

La norma y su espíritu.
El aspecto nuclear no es que se cumpliera el BOIB o se dejara de cumplir. Como tenemos tal galimatías montado de normas y contranormas, de fases con refuerzos por aquí y por allá, ni los policías saben si es sancionable o no. Por si acaso, la Policía Local no fue avisada no fuera que a un agente díscolo con exceso de celo le diera por sacar el bloc de sanciones y expidiera un informe, que luego todo se sabe cómo pasó en el Bar Hat.

El aspecto central de este asunto es que la comida contraviene el espíritu de la norma, los mensajes institucionales y la justificación de otras normas discutibles, absurdas y discrecionales. Y los subsidiarios es que no era necesaria, de hecho era absolutamente prescindible, y su convocatoria fue absurda y un error, como seguro que piensan hoy los que la organizaron. Que nos trataron de engañar ocultándola, que llueve sobre mojado y que a día de hoy no solo nadie ha pedido perdón, sino que Armengol, chula ella, ha dicho que lo volvería a hacer. Cesarismo repugnante.

Todo ello, mientras ayer la hostelería no pudo trabajar porque la climatología no acompañaba para estar en una terraza.

Gestión de la crisis.
La gestión de la crisis también ha dejado mucho que desear. Atacar a la TEF, cuya directora es la autora de la información, junto a un servidor, porque el día que celebró su 25 aniversario invitó a la plantilla a unas pastas para desayunar. Atacar a Periódico de Ibiza y Formentera acusándole de obviar parte de la información que sí dijo (la versión de Salud) y de difamar sin decir qué parte de la información publicada es incorrecta simple y llanamente porque no hay ni una parte que lo sea, como ha hecho de forma muy inteligente y elegante Elena López, quien ha actuado como perro de presa de la avestruz Ruiz, quien no respondió a las llamadas de este periódico para dar una explicación, o al menos intentarlo. Atacar a la presidenta de la federación hotelera como ha hecho la concejal de Turismo, acusándola de no trabajar (tiene mucho tiempo libre) por poner un twit diciendo lo que todo el mundo piensa en base a que no acudió a las reuniones de un plan estratégico que no servirá de nada, en el que el sector hotelero ha sido representado, al menos, por Grupo Playa Sol y los hoteles Argos, Royal Plaza, Ses Figueretes, Torre del Mar y Gran Hotel y por Fomento del Turismo. No es precisamente reconfortante. Al igual que tampoco lo es el silencio cómplice de Unidas Podemos cuyo líder Aitor Morras se enteró de la comida por la prensa, como González de los GAL, pero no ha abierto la boca por la afrenta ni por el despropósito.

Si no les ha gustado la información a los socialistas, que no hubieran convocado la comida y no habrían dado pie torpemente a ella.

Insistir machaconamente con que la comida fue legal es cansino. Eso faltaría que, además, de bochornosa y vergonzante fuera ilegal y hubieran metido en un lío a los seis pobres empresarios que fueron allá donde les invitaron. Faltaría más.

«Cuando los que mandan pierden la vergüenza, los que obedecen pierden el respeto». Atribuida a Georg C.Lichtenberg. Pues eso. Feliz domingo.