Antonio Planells Palau, el jueves, sentado en una terraza del centro de Vila. | Daniel Espinosa

Los ibicencos nacemos donde queremos» recuerda Antonio Planells Palau, nacido en Madrid en 1959, pero cuyos orígenes familiares se sitúan en Can Bassetes, en Sant Jordi. Sus raíces familiares tienen mucho que ver con su trayectoria en el Ejército y las «horas en el Club Náutico» están detrás de su apuesta por la Marina. El pasado marzo el comandante general Planells Palau pasó a la reserva tras más de 40 años de carrera profesional con servicios en numerosos puntos calientes del planeta.

—Su padre fue coronel del Ejército de Tierra y su abuelo sargento. La vocación le viene de familia, pero usted hizo carrera en la Infantería de Marina...
—Pues desde luego algo tuvo que ver. El hecho de que mi padre fuese militar no cabe duda que me marcó, y la faceta marinera quizás me venga de mis vivencias en el Club Náutico de Ibiza donde desde muy joven aprendí lo que era la mar y donde forjé unas amistades que aún hoy perduran y que marcaron mi vinculación con la isla.

— En algún momento se marcó como objetivo o pensó que podría llegar tan alto, comandante general de la Infantería de Marina.
—Jamás me pude imaginar que podría llegar a alcanzar la más alta responsabilidad en el Cuerpo de Infantería de Marina. Mi ilusión era hacer lo que hacía, pero como dice la canción: «hice camino al andar» y al final, los sacrificios se vieron recompensados.

—Una carrera como la suya requiere de mucho esfuerzo y también de sacrificios.
—Como le decía antes, efectivamente requiere de esfuerzo y sacrificios que yo diría más, recaen especialmente sobre la familia, que es la que sufre las prolongadas ausencias y las incertidumbres obligadas que estas imponen. En mi caso, como en el de cualquier hombre o mujer que se dedique a la milicia y en concreto en la de los que servimos en la Armada, cuando lo hacemos por verdadera vocación de servicio, podemos decir aquello de «sarna con gusto no pica», realmente no somos conscientes de ellos y los aceptamos con voluntad.

—Echando la vista atrás, ¿qué valoración hace de su dilatada carrera profesional?
—Pues le podría decir que ha sido una experiencia única. Le podría contar algo que le decía a un amigo mío que me hacia la misma pregunta el mismo que día que dejaba el cargo, el día que pasaba a la reserva, al que le contesté con un símil al decirle que tenía la misma sensación de estar despertando de un sueño plácido y gratificante del que de repente suena el despertador y hay que volver a la realidad. La sensación es que ha sido un sueño muy corto y me hubiese gustado que durase más, pero soy consciente de que hay que dejar paso a los que vienen detrás para que con sus fuerzas y ganas renovadas sigan remando para que el barco no se detenga.

—Su experiencia internacional es muy amplia. En octubre de 2019 asumió el mando de la EU NAVFOR en Somalia, ¿cómo fue aquella experiencia en la lucha contra la piratería?
—Pues la verdad es que ha sido una experiencia extraordinaria y más aún al final de mi carrera. El haber tenido la posibilidad de mandar una Fuerza Naval con el prestigio y la importancia que para la UE tiene, en una de las zonas del mundo más importantes para el tráfico marítimo como es el Océano Índico y sus accesos al Mar Rojo, ha sido un auténtico privilegio. El lector lo habrá podido comprobar en estas fechas con el asunto del ‘Ever Given’ en el Canal de Suez. Por mi parte, heredar de mis antecesores una operación plenamente establecida con unos resultados que a la vista están, ha sido un reto importante para estar a la altura. A ello hay que añadir además, el hecho de haber disfrutado del traslado del Cuartel General desde el Reino Unido a España, desde donde se dirige en la actualidad. Traslado que, quiero destacar, fue la primera vez que se ejecutaba para un Cuartel de estas características, y fue realizado en plazo y forma por un almirante español, el almirante Antonio Martorell Lacave a quien relevé posteriormente. En mi caso, además de liderar la misión durante el periodo Covid, me correspondió la revisión del mandato que regula la misión, en el que el pasado 1 de enero se aprobó la extensión de dos años más y en el que se han incluido otros cometidos que permitirán fortalecer el papel de la Unión Europea en la zona.

—Anteriormente, estuvo al frente de un subgrupo táctico de Infantería de Marina en la misión de SFOR en Bosnia Herzegovina ¿Qué recuerdos guarda?

—También fue una experiencia que me enriqueció considerablemente, tanto desde el punto vista personal y humano por la relación con los hombres y mujeres con los que compartí los seis meses que duró el despliegue, como también desde el profesional. En nuestro caso, estábamos desplegados en una zona aislada en la entidad Serbia de Bosnia y Herzegovina, en la República Srpska, próxima a la frontera con Montenegro, en un momento en el que la tensión estaba a flor de piel por los bombardeos que la OTAN había llevado a cabo a lo largo de 1999 sobre la antigua Yugoslavia, hoy Serbia, a raíz de la Guerra de Kosovo.

—Los marines participaron en las maniobras Balearex 19, unas maniobras que se cerraron en Ibiza y en las que usted jugó un papel destacado. ¿Qué supuso para usted la presencia del Juan Carlos I en Ibiza?
—El famoso ejercicio Balearex-19 tuvo dos objetivos. En primer lugar, el del adiestramiento de las fuerzas anfibias de la Armada y puesta en práctica de nuevos conceptos que, con los medios adecuados y el desarrollo doctrinal y de procedimientos derivados de las enseñanzas obtenidas, nos permitirán afrontar posibles necesidades operativas que en el futuro se nos puedan demandar.
Y en segundo lugar, recordar y con ello celebrar el 90 aniversario de la primera vez que la Armada llevaba a cabo unas importantes maniobras en nuestra isla, en concreto en sa Caleta. En aquel entonces, se trataba de demostrar, apenas 4 años después del famoso desembarco de Alhucemas, la plena validez de las operaciones anfibias y con ello la necesidad de que la Armada contase con una Infantería de Marina.

—Recientemente, antes de pasar a la reserva y como colofón a su carrera fue Almirante de la Flota, el primer infante de marina que ocupa el cargo…
—Bueno, conviene puntualizar que lo fui con carácter interino, es decir de forma temporal y hasta que se nombrase el titular. Mi nombramiento se producía por el hecho de ser el oficial general más antiguo de la Flota en el momento en el que el titular, el almirante Martorell Lacave, fue nombrado almirante Jefe del Estado Mayor de la Armada al relevar al Almirante Teodoro Lopez Calderón que como saben fue a su vez nombrado Jefe del Estado Mayor de la Defensa. Por lo tanto, efectivamente, era la primera vez que un general de Infantería de Marina ostentaba dicha responsabilidad, pero el hecho no deja de ser una anécdota o casualidad y debe entenderse con toda normalidad como lo que en las Fuerzas Armadas entendemos como sucesión de mando.

—¿Cómo ha sido este último año con la pandemia?
—Pues la verdad que ha sido un año complicado, que nos ha obligado a adaptarnos en el trabajo diario para poder seguir cumpliendo con los compromisos operativos que se nos demandan. Por parte de la Infantería de Marina para atender las necesidades derivadas de las operaciones en curso en Mali, Irak o a bordo de los buques allá donde se encuentren desplegados. Y en la operación contra la piratería en aguas de Somalia, en el marco de EUNAVFOR ‘Atalanta’, tuvimos que ser capaces también de adaptarnos para poder seguir cumpliendo nuestros cometidos de protección de los barcos del Programa Mundial de Alimentos de la ONU y el de la lucha contra la piratería. Para que se haga una idea del enorme cambio que ello ha supuesto en este último caso, las dotaciones de los barcos que operan en aquellas aguas no pueden salir del barco durante todo el periodo que dura el despliegue, desde que salen de España y hasta que regresan a la Base Naval de Rota, lo que supone un periodo de casi seis meses completamente aislados a bordo.

—A pesar de las restricciones, tuvo una despedida con honores en la base de San Fernando.
—Efectivamente tuve la suerte de que mi despedida se produjo precisamente al darse por concluida la tercera fase de la pandemia y, aunque se adoptaron todas las medidas que para este tipo de actos se establecen, tuve la oportunidad de poder despedirme de la bandera, como es tradición, frente a una representación de todos los componentes de la Fuerza de Infantería de Marina.

—Antonio Planells Palau nació en Madrid pero su familia es originaria de Ibiza, de Can Bassetes (Sant Jordi). ¿Qué recuerdos tiene de su infancia y días en Ibiza?
¿Residirá ahora en la isla?
—Efectivamente nací en Madrid en pleno verano por razones médicas de mi madre, pero a los pocos días estábamos de vuelta a la isla, con lo que como dice el refrán «uno no es de donde nace sino de donde pace» o mejor como dicen otros: «los ibicencos nacemos donde queremos». En cuanto a mis recuerdos, son los de pasar todas las vacaciones y las ausencias de mi padre en casa de la abuela en «es recó de plaça». Es aquí, como dije antes, donde forjé mis amistades que perduran hasta hoy. En cuento a lo de residir en la isla, puedo decirle que ya lo estoy.

—Es padre de dos hijos, el apellido Planells tiene continuidad en el Ejército….
—Pues no, mi hija es profesora de universidad y mi hijo es ingeniero. Ninguno de ellos se ha decantado por la milicia.