En la imagen, la nueva presidenta del taller, Neus Tur Saura, junto a Antoni Tur Cardona y Peligros Serna. | Daniel Espinosa

Hace unos días el Institut d’Estudis Eivissencs premió con su Menció Jove al Taller de Flauta Dolça Albarca «en reconocimiento a su contribución a la enseñanza cultural y especialmente musical dirigida a niños desde el año 1996». No le falta ni un ápice de razón.

El proyecto que en su día pusieron en marcha en la escuela unitaria de Sant Mateu Peligros Saura y Antoni Tur Cardona ha marcado a varias generaciones de jóvenes ibicencos que descubrieron con ellos el maravilloso mundo de la música, y varios años después o bien se han dedicado profesionalmente a ello o simplemente les ha servido «para ser mejores en su día».

Con el tiempo, la presidencia cambió hacia Neus Tur Saura pero el espíritu de Antoni y Peligros sigue más vivo que nunca porque, entre otras cosas, ellos se han seguido encargando, antes de que llegara la pandemia, de las excursiones familiares y del Esplai musical que se celebraba todos los sábados.

—¿Cómo nació esta idea que más de 20 años después se ha convertido en algo emblemático para nuestra isla?

—Peligros Saura: Fue en 1996, cuando yo era profesora en la escuela unitaria de Sant Mateu. Allí me di cuenta que los niños casi no tenían actividades para disfrutar en su tiempo libre y me plantee hacer un taller de música los sábados por la tarde. Después, vino aquel maravilloso viaje de fin de curso a Gredos que lo cambió todo.

—¿Por qué? ¿Qué pasó allí?

—P.S. Porque fuimos a un curso de música de cámara con nuestras flautas dulces y allí nuestros chicos descubrieron otros muchos instrumentos. Aún me acuerdo de una niña, Rosa, que cuando volvió le dijo a su padre que quería tocar el violonchelo. Él vino a nosotros para saber que era aquello y finalmente entre todos conseguimos que siguiera estudiando y ahora es profesora en el conservatorio.

—¿Y por qué hacerlo en Ibiza?

—P.S. Muy sencillo. Porque cuando volvimos nos dimos cuenta que organizar campamentos de verano fuera de Ibiza era caro y peligroso y nos planteamos hacerlo cada verano aquí. Así que decidimos contactar con los profesionales que creíamos que eran los adecuados y nos lanzamos a la aventura.

—Así que todo nació en el pequeño pueblo de Sant Mateu.

—P.S. Sí. Fue al principio, y después organizamos otros cursos en Sa Cala. Lo cierto es que lo que empezó con pocos niños fue creciendo y cada venían más, desde pueblos tan diversos como Corona, Sant Miquel e incluso Vila. Se fue corriendo la voz de que era algo que funcionaba muy bien y que, sobre todo, los niños disfrutaban muchísimo con algo que hasta entonces no se había hecho en la isla.

—¿Del taller han salido muchos músicos?

—Antoni Tur: Sobre todo ha salido gente que ha descubierto en la música algo muy importante. Algo con lo que disfrutar y algo que les ha marcado para siempre. Y eso también ha sido posible a que durante todo este tiempo han pasado por el taller más de 70 profesores y monitores, muchos de ellos antiguos alumnos.

—¿Cuál es la filosofía que ha hecho tan especial al taller?

—A.T. La fundamental es que no queremos enseñar música como en los conservatorios sino como una herramienta divertida con la que poder comunicarse con otros amigos de la misma edad. No que fuera como una carga de trabajo a añadir en las tareas que ya tenían en el colegio.
—P.S. También el ofrecer un tipo de campamento de verano diferente a los demás. Hay muchas opciones en fútbol, baloncesto, balonmano y otros deportes pero faltaba algo para los muchos niños que tienen inquietudes más artísticas y buscaban algo diferente. Creo que parte del éxito ha sido ofrecer también algo diferente y distinto. Enfocar la música como algo lúdico y atractivo.

—Si hay una cosa buena de los campamentos es que, por lo general, haces amigos para toda la vida. O conoces gente de la que siempre te acuerdas.

—P.S. Sin duda. Además, en el Taller de Flauta Dolçe Albarca hay otra cosa fundamental. Y es que no se pone ningún requisito para participar. Cualquier niño puede venir y hacer música, sea cual sea su edad y su nivel. No es una cuestión competitiva sino de diversión.
—A.T. Aquí no se discrimina a nadie y no pasa nada porque el resultado no sea el perfecto. De hecho hay muchos padres que se quedan sorprendidos con los avances que han hecho sus hijos cuando vienen porque no se esperan que pudieran lograr algunas cosas. Se trata, simplemente, de disfrutar con lo que se hace.

—Una de las cosas más bonitas también de su taller es la representación que hacían al terminar cada campamento. ¿Eso también une a los niños y fomenta el compañerismo?

—A.T. Por supuesto. Ten en cuenta que los profesores siempre adaptan cada parte de la partitura al nivel de cada niño para que nadie se quede atrás y todos se sientan involucrados con el proyecto.
—P.S. Se trata de hacer algo en común no de ser los mejores. Por eso cuando se compraba una partitura nosotros siempre la adaptábamos a los instrumentos que teníamos y a cada niño. Y creo que el resultado siempre ha sido muy positivo.

—Después de más de 20 años, ¿de que se sienten más orgullosos?

—A.T. Del apoyo de la gente.
—P.S. De las vivencias que nos hemos llevado y de lo que hemos aportado a la juventud en la medida de nuestras posibilidades. Y también en demostrar que nuestros jóvenes se divierten de otra manera que no son las discotecas o la fiesta… contribuir a formar jóvenes sanos y, sobre todo, buenas personas.

—¿Son conscientes que su Taller de Flauta Dolça Albarca ha marcado a varias generaciones?

—P.S. Sí, y eso es precioso. Saber que ha habido jóvenes que vinieron aquí siendo menores de edad y que luego se han unido al proyecto aportando su granito de arena es algo que siempre llevaremos en el corazón. Es algo inolvidable y nos hace sentirnos muy orgullosos.
—A.T. Saber que lo que nosotros humildemente pudimos aportar a la sociedad ibicenca sigue vivo es increíble. Es cierto que ha cambiado la dirección del taller, que han venido chicos con sangre nueva, pero siempre podrán contar con todo nuestro apoyo y nuestro material porque los más importantes son los niños y niñas de Ibiza.

—¿Les ha afectado mucho el coronavirus?

—A.T. Realmente sí. Nos ha dado un palo muy grande porque hemos tenido que suspender buena parte de nuestras actividades más importantes, como los talleres que los sábados impartía Peligros o las excursiones que organizaba yo desde hace más de diez años.

—¿Pero seguirán adelante cuando todo esto pase?

—A.T. Lo vamos a intentar. Que nadie lo dude pero ahora es complicado recuperarlo todo porque tendremos que hablar de nuevo con los centros y algunos han cambiado de dirección. Además, están las distancias, las medidas, los grupos reducidos... pero sí, vamos a luchar hasta el final por seguir.

L’Esplai Musical es la base del taller

Antes de que llegara la pandemia del coronavirus para cambiarlo todo el Taller de Flauta Dolça Albarca tenía en el Esplai musical su actividad estrella. Lo impartía todos los sábados Peligros Saura y era un gran éxito.

En él se han iniciado muchos niños a partir de los 3 años y la filosofía siempre ha sido la misma desde que se puso en marcha en 1991 para llenar un déficit de enseñanza musical que había en la isla. «Fomentar inquietud por la música para posteriormente, con el paso de los años, acabar disfrutando de ella».

De hecho, su equipo de monitores está compuesto por antiguos alumnos de la cantera del Taller de Flauta Dolça Albarca y ellos, «mejor que nadie saben que los objetivos principales son la comprensión y tolerancia». Por ello, todos juntos trabajan «mezclando en un mismo grupo niños de diferentes edades, para que puedan aprender unos de otros y crear mayores vínculos, con actividades que se basan en aprender los contenidos básicos de la música para poder disfrutar de ella».

Y es que como aseguró Antoni Tur Cardona «la música potencia y desarrolla la memoria y concentración, haciendo a las personas más creativas, pensadoras y críticas».