Una pareja de turistas observa las tiendas de una calle del puerto. | Marcelo Sastre

La sensación de este inicio de temporada para los comerciantes de la Marina y el puerto de Ibiza va por calles. Aquellos que se encuentran más hacia el centro de la Marina ven más movimiento (dentro de la situación actual), mientras que los que se encuentran en la periferia del barrio siguen sin percibir esa vida que llega con cuentagotas.

Tampoco hay consenso respecto a la afectación de las medidas implementadas por el Govern balear para las próximas dos semanas. Mientras unos las observan con indiferencia, dado que indican que más allá de las 21.30 horas no se nota movimiento en las calles, otros hacen notar lo absurdo de obligar a las comercios a cerrar una hora antes que la restauración, a las 22.00 horas, cuando sus negocios son «más seguros» e indican que mientras haya vida en la calle hay potenciales clientes.

Del optimismo al desánimo

La propietaria de la tienda de ropa ‘Chévere’, Laura Guerrero, se muestra optimista respecto a la temporada. Empezaron el 1 de abril y aprecian una evolución positiva en este tiempo. «Se ve gente y habrá más según vayan abriendo los restaurantes», indica. Ya ha contratado a una dependienta, «un salto al vacío», dice, porque «hay que arriesgarse un poco».

Respecto a la restricción de horario manifiesta que no le da mucha importancia, dado que será algo temporal y que a partir de las 20.00 o 21.00 horas ve poco movimiento en la zona. «Imagino que más adelante lo alargarán, ahora cierro a las 21:00 o 21.30 horas y bien».

Al lado está la tienda de souvenirs de Óscar, que dice que cierra a las 20.00 horas «porque a esa hora ya no se ve un alma». «Que se pueda cerrar a las 22.00 horas no me afecta, quizás empiece a cerrar a las 21.00 horas», explica.

Dice que el goteo de gente es todavía escaso, «un barrio así necesita mucha gente para que el comercio funcione», afirma.

Apunta también a la dependencia de la zona de los cruceros y respecto a la propuesta de cruceros nacionales dice que deberán abrirse al extranjero para que tengan un efecto real, «vivimos mucho del crucerista italiano y francés que quiere pasar por Ibiza», precisa.

Un panorama más pesimista plantea Francisca Sánchez en la tienda Eivissa Púnica. «Después de año y medio casi sin ingresos, estoy desanimada. El año pasado estaba más animada y, de repente, se paró todo. Este año vengo desanimada porque no veo que levantemos cabeza», explica.

Dice que abrió en Semana Santa y cerró por el poco movimiento. Ha vuelto a abrir en mayo y no ve que se termine de animar el barrio. De las ayudas indica que son «pocas o no se han visto». Ese panorama le lleva a «echar horas y más horas» a pesar de todo para generar algo de ingresos. Para ella, la obligación de cerrar a las 22.00 horas «no es normal».

«Nosotros hemos estado siempre hasta última hora y cerrábamos cuando se consideraba, ¿por qué ahora no se puede? Tenemos poca gente y encima restricción de horario, es ridículo», apunta. Su tienda está cerca de una zona de bares cuyas puertas siguen todavía cerradas a cal y canto, la falta de esa otra parte del ecosistema comercial portuario marca la soledad de la calle en la que trabaja que espera que cambie pronto.

En el caso de La boheme Ibiza se ha creado esa simbiosis. Jade Brozzoni lleva la tienda al lado del restaurante que regenta su padre. Abrieron hace tres semanas y, aunque no hay demasiado movimiento «hay gente que pasa y no va mal del todo», valora. Es por ello que considera que, en su caso, le afectará la normativa balear aplicable las próximas dos semanas. «No es una medida comprensible y la actividad del restaurante nos genera movimiento en la tienda. Nos frena a los comercios en un momento en el que nos viene bien esa hora porque sí que hay gente que cena tarde y eso son potenciales clientes», valora.

En la calle d’Enmig, la tienda Sa Gavina se encuentra en el límite de la zona con vida. Más allá de su comercio está la nada, una zona de puertas cerradas. Pablo Cardona, que lleva la tienda junto a su hermana Carmen, no quiere hacer cábalas todavía. «En octubre, ya te diré qué tal ha ido». De momento «muy, muy flojo», precisa.

Dice que los restaurantes de la zona no abrirán hasta que no se amplíe el horario y «eso perjudica a la zona». Comercio y restauración son complementarios, si falta uno «afecta» al otro, según precisa. A pesar de ello, considera que la restricción de horario también condiciona negativamente. Su horario de apertura ya es hasta las 22.00 horas para aprovechar al máximo el goteo de gente, «si no se sube no se reactivará la zona».