Pep Ribas, frente al público asistente a la jornada. | Irene Arango

Salpicadas en pequeños núcleos en la costa de Sant Agustí hay en torno a 130 casetas varadero. Un patrimonio protegido que en su momento, a principios del siglo XX, supuso una fuente de riqueza y lugar de encuentro social para los vecinos de la zona. Hoy en día siguen siendo centro social para organizar arroces de domingo y en muy pocas se puede encontrar un llaüt o embarcación de ningún tipo y alguna, incluso, sirve como vivienda turística, sin licencia, en primerísima línea de costa.

Pep Ribas tuvo a bien compartir este domingo todo lo que sabe sobre estas casetas dentro del programa de las fiestas de Sant Agustí. Un evento que estaba programado para el 5 de abril de 2020, pero que la pandemia obligó a aplazar hasta el pasado domingo. Ribas hizo un recorrido por los principales núcleos de casetas, que van desde cala Molí hasta la Punta d’es Pinet, en la bahía de Portmany.

En aquel momento, principios del siglo XX, sin una Ley de Costas, aquel que quería hacerse una caseta tenía que negociar con el propietario de los terrenos. En la charla se enseñó una de estas escrituras, que con un lenguaje llano daba cuenta del permiso del propietario a la primera caseta que se construyó en cala Corral. «El dueño le cedía 60 metros a Bernat de s’Hereva, un pescador de Sant Agustí, en 1917», explicó Pep Ribas, «a partir de ese momento, Cala Corral se convirtió en el núcleo de pescadores más activo durante todo el siglo XX». De hecho, existe una fotografía de Raoul Haussman de los años 30 en la que aparece ya Cala Corral completamente llena de casetas.

Durante toda la mitad del siglo XX se convierte en el centro de actividad pesquera por excelencia del litoral de Sant Agustí. «Era un centro social. Todavía no había turismo, no había urbanizaciones ni restaurantes y se sacaba mucho pescado de allí. Tenía un valor económico importante», según los datos recogidos por Ribas. Ese pescado se llevaba a Vila en bicicleta para venderlo o se embarcaba en dirección a Sant Antoni y, desde allí, se llevaba en una furgoneta a Vila e, incluso, se enviaba a Palma.

Aparte de Cala Corral hay otros núcleos de casetas importantes, como el de Port d’es Torrent que también comenzó a construirse en los años 30 y 40 del siglo pasado. «Al principio sólo había cinco casetas, pero a partir de los años 70 se construyen muchas más.

Actualmente hay 21, que son las que caben, se hicieron más, pero el mar las arrasó».
También se habló de las casetas de pescadores, que utilizaban para pasar la noche si se hacía tarde o tenían que salir temprano. Eran típicas las veladas de pescadores en las que jugaban a las cartas, charlaban y bebían antes o después de faenar.

Los asistentes pudieron hacer un recorrido en fotografías de cómo estaban el año pasado estas casetas. Un patrimonio que se ha convertido en estampa de nuestras costas.