Antònia Maria Cirer. | Marcelo Sastre

Qué tienen en común las Pitiusas, Jaca, Madrid y Montpellier? La respuesta la tiene la catedrática en Ciencias Biológicas e investigadora Antònia Maria Cirer (Ibiza, 1957). Jubilada desde 2017, asesora de Ibiza Botánico Biotecnológico y voluntaria medioambiental es quien mejor conoce las lagartijas de las Pitiusas. Comenzó a investigar a estos reptiles a finales de los 70 y fue esta investigación la que la llevó a hacer el periplo por estas diferentes ciudades. En aquellos viajes, la acompañaban las lagartijas dentro de «un baúl de mimbre con pequeños habitáculos de plástico».

¿Por qué decidió usted investigar a las lagartijas?
—Siempre me ha interesado el medio ambiente. Cuando estaba haciendo la carrera en Barcelona, tuve la suerte de tener profesores muy competentes como Ramón Margalef, uno de los grandes padres de la ecología, y, en genética, a Antoni Prevosti, que puso las bases de la genética en todas las universidades españolas. Ambos me hablaron de las lagartijas. Vi que me iba mejor estudiar un organismo que no necesitara grandes inversiones en laboratorios complejos porque los gastos los pagaba yo. Una serie de laboratorios me abrieron sus puertas. No podían pagarme becas y me dejaban trabajar con ellos. Las lagartijas las tenía que llevar yo y eso implicaba pedir permiso para visitar los islotes y conseguir transportarlas vivas a Madrid, Jaca y Montpellier.

¿Usted se iba con las lagartijas de viaje por todos los lados?
—Sí, las llevaba en un baúl de mimbre con unos pequeños habitáculos de plástico. Las cogía en los islotes. Hablamos de principios de los 80 y yo lo que hacía era esperar a que salieran los pescadores y preguntarles si podían dejarme en un islotes. Tuve la suerte de que muchísimos me llevaron y, a mediodía, me recogían. Yo estaba en un islote desde las 6.00 horas hasta el mediodía y esto me permitía, después del trabajo científico, estar horas observando a las lagartijas y hacer un análisis mucho más profundo de lo que inicialmente había pensado.

¿Qué características tienen las lagartijas de las Pitiusas?
—Son herbívoras y esto determina que tengan un tubo digestivo más largo que las continentales para poder hacer la digestión de las fibras. Tienen un cuerpo mayor y tendencia al gigantismo. Son más robustas y voluminosas. Cuando tienes un cuerpo mayor y un organismo que no regula la temperatura corporal porque la toma del exterior, necesitas un sistema de regulación más eficiente. La entrada de calor se hace por superficie, pero es más volumen a calentar. Por esto las lagartijas pitiusas tienen un sistema de captación de calor más eficiente y se detecta en el color. Tienen colores más intensos, más llamativos y más oscuros. Las lagartijas de la Península son verdes o grises.

Las lagartijas de la Península son verdes o grises.
—Exacto. El color, por otro lado, te hace más llamativo para los depredadores. Las lagartijas siempre han tenido una depredación a través de las aves que habitan en las Pitiusas. Esta depredación no ha sido excesivamente intensa. En el juego depredador-presa, las lagartijas tienen colores que pueden ser llamativos para poder captar el calor pero no tanto como para ponerlas en peligro.

¿Cuáles son los colores predominantes?
—Si la zona es de pinos y sabinas, con hojas secas marrones en el suelo, las lagartijas son de ese color. Si es una zona de matorrales con hojas tiernas, los colores predominantes son verde y verde limón.

¿Este equilibrio entre lagartija y depredador se rompe con la llegada de las serpientes?
—Efectivamente. Las serpientes hacen una depredación muy intensa. Más del 50% de su dieta son lagartijas. Para crecer 100 gramos, una serpiente necesita 200 lagartijas. Está claro entonces que el ritmo al que van a desaparecer es acelerado. Por otro lado, las hembras de lagartija ponen un huevo cada año y las de serpiente 10. Con estos números, ya se ve que las lagartijas tienen los días contados.

¿Cómo llegan las serpientes a Ibiza?
—Ibiza es la isla de Bes, el dios que ahuyenta a las serpientes, el protector del hogar. Los fenicios dedicaron la isla a Bes porque aquí no había serpientes. Ahora han llegado por la globalización de las mercancías. Antes, las mercancías venían en barcas y era muy difícil que nos introdujeran animales o plagas. Al llegar en contenedores, es muy fácil que vengan con todo tipo de parásitos. Las serpientes han llegado a través de árboles centenarios que se utilizan para ornamentación, como los olivos. Vienen llenos de agujeros y vicisitudes, con una larga historia biológica y han tenido tiempo de enganchar entre sus tejidos todo tipo de parásitos. Al llegar a Ibiza, estos parásitos encuentran el terreno abonado para poder expandirse.

Salen y se encuentran en una mansión en el centro de la isla...
—Claro. Se encuentran con paredes de piedra seca, que son su hábitat ideal, pero también para las lagartijas. Así que tienen, además, una fuente de alimentación ilimitada hasta que las acaban extinguiendo. En los lugares en los que se han detectado serpientes no hay lagartijas. No coexisten. Hay una competencia ecológica porque ocupan el mismo hábitat.

¿Y qué solución hay?
—La depredación selectiva con trampas. Poner trampas en todos los rincones de Ibiza. Por eso son tan importantes las campañas de voluntariado. Toda persona que tenga un terreno, jardín o finca ha de poner trampas y vigilarlas. Si hay serpientes, se puede hacer esta depredación selectiva para poder bajar esta presión poblacional.

¿Qué riesgo real hay de que desaparezcan las lagartijas?
—Si no hacemos nada, la desaparición puede ser en 10 o 20 años. Ahora bien, considerando que hay trampas que van a controlar la presión de serpientes, podemos parar este riesgo. De hecho, estamos trabajando con organismos y entidades para poder revertir ese destino no deseado.

¿Tan difícil es acabar con las serpientes?
—Sí. Es fundamental que exista un control en las mercancías que llegan a las islas. Hay un llamamiento mundial para preservar la biodiversidad de los ecosistemas insulares. Se promueven unos controles propios de cada isla para que no se nos mezclen las distintas especies. Si no, lo que estamos haciendo es homogenizar y eso significa una pérdida de biodiversidad, que es el mayor peligro que tenemos hoy en día en el mundo.

En el caso concreto de Ibiza, ¿qué hay que hacer?
—Rebajar drásticamente la población de serpientes. Si lo logramos con trampas, llegará un momento en el que tendremos una situación de coexistencia que tampoco nos interesa. Interesa la erradicación. Eso sería posible si pudiéramos entrenar perros que fueran capaces de detectar la presencia de serpientes, como lo hace el perro eriçonet con los erizos. Pero esto sería la siguiente fase, que tenemos que prepararla. Ahora estoy invitando a adiestradores para que empiecen a pensar estrategias.