Soledad Manzano. | Daniel Espinosa

Cuando su hijo tenía 11 años, Soledad Manzano y su entonces marido decidieron poner fin a la relación. En un ejercicio de responsabilidad, buscaron la ayuda de un psicólogo para que la ruptura fuera lo menos traumática posible para todos. Su hijo, sin embargo, no llevaba bien el cambio y ese fue para Soledad el primer signo de que algo estaba fallando. Dos años más tarde, y ya en plena adolescencia, fue el psicólogo el que avisó de que «el niño se estaba cerrando», rememora hoy Manzano, en el Día Mundial de la Salud Mental.

Hasta llegar al diagnóstico definitivo de una patología dual, la familia ha recorrido un largo viaje de «oscuridad y tinieblas» en el que se han tenido que enfrentar no solo a la enfermedad mental, sino a la adicción que lleva aparejada. Un viaje que les ha llevado a un duro proceso de aprendizaje sobre cada uno de ellos, pero también de perdón, comprensión y empatía. Hablar con Soledad Manzano es entrar de lleno en ese mundo en el que nada es lo que parece y la lógica pierde todo el sentido.

«Cuando te dan un diagnóstico», explica esta empresaria alegre y asertiva, «no te dicen realmente nada. No hay un protocolo claro, como cuando tienes otro tipo de enfermedad. No te dicen con lo que te vas a encontrar. Es más, te van cerrando puertas y esto te lleva a llamar a otras. Nosotros llegamos a llevar a nuestro hijo a un centro de desintoxicación privado porque creíamos que, si dejaba de consumir, dejaría de existir el problema. Pero en estos centros no tratan la enfermedad mental. Además, cuando vuelven a casa, vuelven a consumir. Yo he llegado a la conclusión de que él lo hace para dejar de sufrir».

A la dificultad de poner un nombre concreto a la enfermedad y un tratamiento hay que sumar cómo todo esto golpea a una familia. En el caso de Manzano, la patología dual trajo consigo emociones tan difíciles de gestionar como la culpa o el rencor. «Todo el mundo te dice lo que tienes que hacer, todos opinan pero nada sale bien y tú, como madre, no dejas de preguntarte qué estás haciendo mal», recuerda.

Primer usuario

Su hijo fue el primer usuario de la Unidad de Patología Dual de Ibiza. Llevaban ya una década de profesional en profesional buscando un diagnóstico certero y un tratamiento efectivo. La apertura de este servicio coincidió con un ingreso involuntario en Psiquiatría que fue «muy doloroso». Fue la familia la que obligó al hijo de Soledad Manzano a entrar en esta Unidad de Patología Dual. Y fue allí donde tanto el paciente como sus allegados encontraron «una nueva forma de ver la enfermedad».

Algo que, asegura, Manzano nunca agradecerán «lo suficiente». Se encontraron «con un profesional que no criminalizaba el consumo», que les ofrecía pautas a todos y que a ella le sirvió «para cambiar» no solo la actitud con su hijo sino hacia sí misma. «De una adicción», aprendió esta madre coraje, «no se sale solo y una enfermedad mental necesita mucha empatía».

Concluye Manzano explicando que ahora atraviesan un «momento dulce» en el que empiezan a «ver la luz». La enfermedad siempre va a estar ahí, «es una cosa crónica», pero, añade antes de despedirse, «tenemos que verlo como una diabetes y no asustarnos más de lo que nos asustaría ese diagnóstico».

Esperanza en el Día Mundial de la Salud Mental

El de Soledad Manzano es un mensaje de esperanza en el Día Mundial de la Salud Mental. Le duele ver a otras familias “perdidas” en el largo camino que ella y la suya han recorrido durante más de dos décadas. Sin embargo, afirma que en Ibiza las cosas “ya no son como antes”. Servicios como la Unidad de Patología Dual le permiten hablar de “esperanza”.

Pone como ejemplo el hecho de que esta unidad sirva tanto para los pacientes como para los familiares. “A mí me ha servido y me sirve de mucho”, explica, “además de poder hacer terapia, tienes siempre a un profesional al que puedes llamar en un mal momento y eso es de agradecer”.   

Manzano afirma que este servicio es “una luz pequeña” ante una enfermedad de la que no hay aún cifras claras en Ibiza. Sin embargo, quiere creer que la Administración será algún día realmente consciente de la importancia de atender como toca a estos enfermos y a quienes les rodean.