Vittorio en su local de Jesús.

Vittorio Chinigo es un milanés que, tras haber estado viviendo en distintos lugares del mundo como París o San Francisco, decidió echar raíces en Ibiza en 2003. Ese año dejó su puesto de coordinador de vuelos en el aeropuerto parisino Charles de Gaulle para tomarse un año sabático en Ibiza, «me encontré con un lugar más cosmopolita que San Francisco», asegura el italiano, de manera que decidió instalarse definitivamente en la isla.

Vittorio estuvo durante diez años trabajando en distintos locales de hostelería y restauración, Bambuda Groove, Sol d’en Serra, Villa Mercedes o Prince hasta que, en 2013, decidió abrir su propio negocio, La Frascheteria, en el pueblo de Jesús. Un establecimiento que concibió como restaurante de comida tradicional italiana. Pronto se dio cuenta de que «una cosa son los sueños y otra muy distinta es la realidad», por lo que pronto cambió el enfoque del negocio para convertirlo en cafetería, con una cocina en la que «prepara cosas sencillas», de manera que transformó el negocio «en lo que la gente pedía». Así, en poco tiempo «me aceptaron en el barrio», tal como explica Vittorio mientras no deja de saludar a los vecinos que caminan por delante de la Frascheteria como si les hubiera convocado en ese momento para reforzar su afirmación.

Pandemia
«Las primeras dos semanas de confinamiento fueron las primeras vacaciones largas en mucho tiempo», reconoce el milanés. Tenía un buen colchón de ahorros y tras mucho tiempo trabajando sin parar, se tomó ese parón obligado con cierta calma. «Pero tras las dos primeras semanas llegaron dos más, y luego dos más…» recuerda Chinigo, de manera que esos ahorros que le permitieron recibir el confinamiento con cierta calma se fueron consumiendo, al igual que esa calma, hasta la llegada de mayo de 2020.

A la llegada de la desescalada del verano de 2020, Vittorio admite que estaba «arruinado pero no tanto», y la temporada estival le funcionó «mejor que nunca» hasta la llegada de las nueva escalada de la incidencia a partir de ese agosto, con la pérdida del mercado turístico británico y alemán. Desde entonces «más o menos fuimos tirando hasta que llegó enero, cuando todo fue a peor».

Cabe recordar que las Pitiusas vivieron su época más trágica de la pandemia en esa época, lo que provocó toda una serie de restricciones que afectaron de manera grave al sector de la hostelería. La Fraschetería no fue una excepción e intentó adaptarse a las normativas y a los tiempos que se atravesaban tratando de poner en marcha un servicio de take away, «hice una inversión de más de 200 euros en recipientes para servir comida para llevar, pero al final me acababa comiendo yo las lentejas. No me funcionó», admite el empresario que lamenta que durante todo ese tiempo «continuaba pagando todas las facturas como si todo estuviera bien».

Con la flexibilización de las medidas y la tímida apertura de las terrazas «tampoco daba para mucho», y es que con el cierre de los interiores, el empresario perdía también una fuente importante de ingresos: la máquina tragaperras, con la que antes de la llegada de la pandemia «sacaba suficiente como para pagar el alquiler del local».

Las restricciones se han ido flexibilizando poco a poco, pero Vittorio no se muestra satisfecho con la marcha del negocio durante esta temporada. De hecho se muestra molesto al «escuchar por todos lados que todo va bien: ¡No es verdad!», se queja.

Argumenta que «quienes han hecho dinero este verano han sido los que trabajan con millonarios, y es un dinero que se reparte entre muy pocas manos y que cuando acaba el verano se acaban llevando fuera, no llega a los de aquí. Solo con pijos y millonarios Ibiza no es sostenible». Lamenta que «quienes trabajamos con gente normal no nos está yendo bien». El avance de la vacunación tampoco le está devolviendo a su clientela habitual previa a la pandemia, explica que «la gente normal va mal de dinero, ya no vienen los currantes y las personas mayores que venían antes no han vuelto».

Ayudas y gastos
Vittorio ha ido tirando de las ayudas que se han ido ofreciendo desde los distintos estamentos: Consell, Ayuntamiento o Gobierno, que le han servido «para poder pagar el alquiler y poco más». También pidió un crédito ICO de 10.000 euros que reconoce que le «será difícil» devolver si las cosas no mejoran sustancialmente.

Hace cuentas: entre el crédito ICO, las demás ayudas y el colchón que agotó tras el confinamiento calcula que han sido unos 30.000 euros los que le ha costado a día de hoy la pandemia «sin contar lo que he dejado de ganar», apunta. Y es que el empresario asegura que la diferencia de la caja que podía hacer durante un día normal antes de la pandemia y la que puede hacer hoy en día es de un tercio menos de recaudación, que también aplica a la máquina tragaperras.

Un cúmulo de obstáculos que lleva a Vittorio afrontar el futuro con «nerviosismo, ansia y preocupación» ante la falta del «colchón» y la subida de los precios que están experimentando desde la luz y la gasolina hasta la cerveza. Asegura que la pandemia le «ha cambiado la vida por completo, y no solo la mía, hay gente que está mucho peor que yo».

No deja de acordarse de quienes «lo han perdido todo», ni del Gobierno de Armengol que «se supone que siendo de izquierdas deberían ayudar un poco más a los pequeños empresarios y emprendedores». Antes de acabar de dar su testimonio saluda Juan, que con la pandemia ha tenido que cerrar su local, «un bareto de rock, el Norma Jean» de la Calle de la Virgen.