Un miembro de la Colla levanta la pierna durante el baile payès. | Irene Arango

La Plaza de la Iglesia de Santa Gertrudis volvió a sentir ayer el bullicio de la gente mientras el sonoro repique de la campana marcaba la hora de la procesión.

Decenas de vecinos se aglutinaron en las calles del municipio para contemplar, de nuevo, el solemne recorrido desde la parroquia. «Qué alegría nos da poder celebrar y participar de la fiesta patronal», destacó Margarita Ferrer, residente de la localidad.

Santa Gertrudis celebró ayer su día grande, una de las fechas más esperadas por los vecinos. «Han sido tiempos difíciles para todos, pero este año tenemos la oportunidad de disfrutar de todas nuestras tradiciones», subrayó algo emocionada María Torres, hermana de Margarita.

Para ellas, poder formar parte de esta celebración, tras vivir meses complicados a causa de la pandemia, fue muy especial. «Es como un contraste de emociones. Estás alegre pero, al mismo tiempo, piensas en todas las personas que no ya no están», destacó Margarita con un semblante de tristeza. Muy cerca de ellas, la familia Ferrer. Estos vecinos de Santa Gertrudis, que hace poco incorporaron un nuevo miembro a la familia, sostenían con una mano las típicas orelletes y, con la otra, unos vasitos de plástico llenos de vino dulce. Por su parte, el retoño, que no dejaba de moverse de un lado a otro del carrito, se quedó absorto en la belleza de un espectáculo único; el ball pagès. La actuación de danza, a cargo de la Colla de Santa Gertrudis, empezó a monopolizar una plaza abarrotada de vecinos.
Con la orelleta todavía en la mano, María Ferrer, abuela del pequeño, destacó que lo importante de estas fiestas es poder celebrarlas en familia.

«En casa nos espera una maravillosa torrada con los suegros», puntualizó con rostro alegre. Lo mismo pensaron las hermanas Torres. Estas dos mujeres, que se perdieron la misa solemne por trabajo, no apartaron la vista de la Colla de Santa Gertrudis en ningún momento. «Cuando termine el espectáculo, iremos a casa de nuestra madre a comer y luego iremos al concierto programado de esta tarde», explicaron. En medio de la Plaza de la Iglesia, Vicente Fulmiga, miembro del grupo folclórico del municipio, empezó a colmar todas las miradas.

«Siento pasión por el baile, y más concretamente por el ball pagès. Por su parte, la alcaldesa de Santa Eulària, Carmen Ferrer, estuvo eufórica, durante toda la jornada, al ver el júbilo de los vecinos durante la celebración del día grande.

«Son unas fiestas casi idénticas a las que se vivieron en 2019, antes de la pandemia. Es cierto que las hemos adaptado a la situación de ahora, pero con la misma esencia de siempre», subrayó. Además, quiso destacar que «es hora de presumir, más que nunca, de nuestras raíces».

Para la alcaldesa, Santa Gertrudis es una parroquia de tradición. Por este motivo, subrayó que poder recuperar estas costumbres significa seguir conservando un vínculo cultural con el municipio.