Ángel Pablo Avilés, minutos antes de la charla. | Marcelo Sastre

Ángel Pablo Avilés (1977, Madrid) o Angelucho como le conocen todos, lleva más de 30 años de servicio como Guardia Civil y es experto en delitos telemáticos y ciberseguridad. Desde 2018, lidera el departamento de Seguridad Global de Smart Human Capital, trabajo que compagina con la publicación de libros y las ponencias dedicadas a estudiantes sobre la ciberseguridad ante el ciberacoso. Para Angelucho, estas charlas, como la que este viernes impartió en Santa Eulària, le permiten aportar soluciones y recursos a los más jóvenes de forma más directa y personal. Se considera un ‘ciberabuelo’, su nieto de nueve meses es su gran debilidad y es un «aprendiz musical». Más de una vez ha cantado canciones de rap, compuestas por su hijo, en iniciativas sociales.

Los niños cada vez empiezan antes a tener presencia en Internet. ¿Con qué edad se debería dejar que naveguen solos por la Red?

—Cuando puedan pagarse el móvil [se ríe]. Desde que nacen tienen que utilizar las tecnologías, pero los padres deben acompañarlos en este descubrimiento virtual. A nosotros nos llevaban al parque y a ellos les regalan un móvil; hay que adaptarse a los cambios sociológicos, pero no hay que dejarles solos. Hay riesgo en cualquier parte.

¿Podría destacar uno de los riesgos o peligros en Internet para los más pequeños?

—Claro. Imagínese a un niño jugando al ajedrez desde la tablet. Es un juego inofensivo, así que los padres están tranquilos mientras sus hijos se están divirtiendo, sin pensar que estos juegos son un reclamo para un pedófilo. Estas personas son cazadores en la red y saben cuál es el mejor entorno. Son expertos en utilizar la ingeniería social. No hay que dejar solos a los hijos frente a un dispositivo hasta que no se tenga constancia de que son capaces de comunicar comportamientos extraños en Internet.

¿De qué manera realizan los pedófilos esta ingeniería social a través de los juegos?

—Como le decía, saben perfectamente en qué ambientes moverse. Son auténticos depredadores sociales que quieren satisfacer sus instintos sexuales y saben lo que tienen que decir en todo momento para manipular a los niños. Saber qué artimañas utilizar para obtener información más personal.

Usted da charlas sobre ciberacoso. ¿Qué les dice principalmente a los alumnos? ¿Cree que los centros educativos deberían potenciar estas charlas?

—Principalmente les digo a los alumnos que los riesgos del ciberacoso son muy preocupantes y que se necesita más concienciación y formación para identificar los problemas reales de esta práctica. Contestando a la segunda pregunta considero que no deberían solo potenciarlas, deberían ser totalmente obligatorias. Algo similar a las charlas, autorizadas por el Ministerio de Interior, que imparten las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado al alumnado de los centros educativos sobre los riesgos del consumo de drogas.

Entonces, ¿cree que estas ponencias son insuficientes en las escuelas?

—Quiero ser justo y es cierto que hay centros que se vuelcan muchísimo, pero otros aplican la técnica del avestruz. La mayoría son colegios privados y, claro, en sus centros no puede haber casos de ciberacoso, estaría mal visto. También quiero destacar el papel de los medios. Considero que se hacen eco cuando es tarde. Por ejemplo, de momento, no he visto ninguna campaña como la de Doce meses, Doce causas sobre los buenos usos de la tecnología. Supongo que es más importante ver antes cualquier competición deportiva.

Siempre ha habido acoso escolar, pero parece que se ha asentado también en la Red ¿hay similitudes entre el acoso escolar en el aula y el acoso escolar en Internet?

—Siempre ha existido en el aula, pero cuando sonaba la campana este acoso se terminaba. Ahora no, el ciberbullying continúa las 24 horas del día y los jóvenes no son capaces de gestionar este acoso. No saben pedir ayuda, necesitan pautas y medidas de prevención. Considero que las nuevas tecnologías sirven para comunicarnos, no para acosar. Durante la charla intenté cambiar el chip de los alumnos. Quiero que sepan que, en un caso de acoso, hay varias víctimas y uno o varios responsables. También que hay otros actores que entran en juego como el espectador activo y el espectador pasivo. Quiero que entiendan la responsabilidad de cada actor implicado.

¿Qué pautas les diste ayer para que naveguen de forma segura por Internet?

—Principalmente les dije que tienen que proteger sus contraseñas. El tema de las contraseñas es importante, son solo suyas. Gracias a estas claves cualquier persona puede acceder a tu información personal. También que tengan cuidado con las fotografías, puesto que se quedan guardadas en Google. Cualquier móvil con GPS sabe el lugar exacto donde se ha hecho esa fotografía, hay que tener cuidado con la información que se comparte. La prevención es la mejor medida para evitar estos ataques.

¿Qué puntos fuertes destacaría de la charla impartida ayer?

—Destacaría varios. Por ejemplo, como dirijo un equipo de hackers; les intenté explicar que esta práctica también se puede emplear con fines loables y enfocados a un beneficio común. Destaqué la importancia de analizar todos los perfiles que se encuentran dentro de un caso de acoso, centrando todo el interés en las víctimas del ciberbullying. También abordé en profundidad el tema del suicidio durante la charla.

¿De qué manera se puede tratar el suicidio, un tema tan complejo, como consecuencia del acoso escolar?

—El objetivo es que entendieran que las víctimas de acoso no pueden gestionar lo que pasa y no saben pedir ayuda. Por eso, damos unas pautas de seguridad para ellos mismos. Además, para abordar este tema siempre muestro la historia de Michelle Todd, una joven canadiense de 16 años que, antes de suicidarse, relató su historia mediante mensajes escritos. También enseño un vídeo con cartas de niños antes de tirarse al vacío. Es importante que se vea la realidad, las consecuencias del acoso escolar.

¿Cree que si en España las medidas legales fueran más estrictas existirían menos casos de ciberacoso?

—Considero que muchos de estos jóvenes no conocen realmente la ley, pero esto no les exime de cumplir condena. No solamente es responsabilidad de los adultos evitar el acoso escolar o el ciberbullying. Hay que tener en cuenta que muchos de los adolescentes que cometen ciberacoso tienen más de 14 años y, por lo tanto, son responsables penalmente y pueden ingresar en un centro de menores. Tienen edad para ser conscientes de lo que hacen, muchos tienen comportamientos delictivos. Por ejemplo, al enviar alguna fotografía, el acoso no es culpa de quién haya enviado la foto sino de quién utiliza la imagen. Esta persona se convierte en un delincuente porque difundirla es un delito.