Francisca y su pareja cargan una bombona de butano mientras Pepi cierra la puerta del almacén. | Toni Planells

El precio de la botellas de butano tradicional alcanzó hace una semana su máximo histórico con una subida de casi el 5% para llegar a los 17,75 euros. El kilo de gas cuesta 1,4 euros. Se trata de un incremento del 33%, más de cuatro euros, respecto al precio de hace un año, cuando la bombona costaba 13,3 euros. La subida de precio respecto a septiembre de 2020, cuando el precio de la bombona era de 12,09 euros, alcanza el 40%.

Hay que tener en cuenta que el precio del que se habla es para el tipo de bombonas cuyo precio está regulado por el Estado: las de metal de toda la vida de 12,5 kilos. La bombona ligera de 12 kilos tiene un precio libre, que parte de los 19,40 euros recomendados (1,6 euros el kilo de gas butano) pero que pueden alcanzar los 26 euros como se puede comprobar en cualquier gasolinera de Ibiza (más de dos euros por kilo de butano).

Esta nueva subida, la novena consecutiva, viene provocada por el alto valor de las cotizaciones de la materia prima, pese a haber disminuido un 9,37 % respecto a la última revisión, el incremento de los fletes (transporte) un 35,21 %, y la depreciación del euro frente al dólar, que retrocede un 2,8 %.

Cargando con la bombona
Ion Pananides se encontraba ayer cambiando su bombona de butano en sa Creu, en Sant Rafel. Considera «abusivo» el precio de este combustible que solo usa como método de calefacción en su estufa catalítica. Consume una media de dos bombonas al mes durante los meses de más frío y su experiencia le ha hecho establecer «estrategias» a la hora de encontrarlas. Se refiere a que «no siempre es fácil encontrarlo y sobre todo hay que estar siempre a la búsqueda de la bombona clásica», tal como apunta Panamides, quien recuerda que «también es verdad que se puede hacer un contrato y que te lo traigan a casa». «Somos esclavos de la energía», sentencia Ion, que considera que «es una necesidad primaria y necesaria, su precio debería estar más controlado».

En la misma línea se manifiesta Francisca, mientras cambia dos bombonas vacías junto a su pareja por otro par listo para usar en sus estufas catalíticas. Asegura que cada una de ellas le dura «unas dos o tres semanas», y que pese a la subida de precio las cuentas le salen, «es más económico que la calefacción eléctrica». Mientras, Pepi Costa abre y cierra el habitáculo en el que almacenan las bombonas. Costa asegura que «el pasado sábado (22 de enero) se agotaron todas las bombonas en una hora», cosa que reconoce que no suele ser habitual. «Normalmente, las 30 bombonas que tenemos nos suelen durar, en invierno, un día entero». Explica que tiene que escuchar protestas respecto al precio de la bombona de manera habitual, «sobre todo protestan por el precio de la bombona pequeña, que la tenemos a 23,50 euros; me han llegado a decir que es una estafa y que les estaba engañando».

Otros establecimientos que vienen ofreciendo este servicio desde hace décadas, y que prefieren no identificarse, se están planteando dejar de hacerlo. Apuntan, por un lado a razones de rentabilidad «los márgenes de beneficio que nos deja la venta de butano son mínimos», y por otro lado a razones de logística ya que «el tiempo que se invierte por parte del empleado en ir y venir cada rato no nos sale a cuenta, además de todos los controles que hay que pasar y el espacio que debemos dedicarle». Reconocen que «si seguimos dando este servicio es por que lo hemos dado toda la vida y nos sabe mal dejar de ofrecérselo a nuestros clientes», concluyen.