Santi Rodríguez saluda a los lectores de Periódico de Ibiza y Formentera.

Santiago Rodríguez Ramiro (Jaén, 1965), es conocido popularmente como Santi Rodríguez o como El frutero gracias su papel en la serie de televisión Siete vidas que le metió en los salones de toda España. Sin embargo a base de trabajo, normalidad, cercanía y su capacidad innata para encontrar siempre algo divertido entre las cosas más cotidianas, se ha convertido en un monologuista y cómico de gran éxito que ha llenado teatros con El Club de la Comedia; 5hombres.com; Ave Sosía de la compañía Los Ulen; Infarto, no vayas a la luz en la que pone humor a un hecho tan duro que él mismo vivió y con su recién estrenada Espíritu, una comedia para morirse de risa donde reflexiona sobre la vida y a la muerte. Además, tiene tiempo para ejercer de embajador de la Asociación Síndrome de Down de Jaén y provincia con una gala anual que reúne a distintos famosos. Uno es su amigo José Boto quien le ha convencido para ser uno de los platos estrella de la primera edición del Festival del Humor de Santa Eulària con su actuación el domingo en el Palau de Congressos de Ibiza.

— Acaba de estrenar obra de teatro y el domingo estará en el Palau de Congressos de Ibiza. ¿Se siente un afortunado con la que está cayendo?
— Realmente sí. Afortunadamente poco a poco se va recuperando la normalidad después de un tiempo muy duro en el que hemos vivido constantemente en el alambre. Siempre pendiente de si se suspendía una función o no. Incluso a mi me ha pasado de anunciarnos que se paraba la actuación al haberse cambiado la normativa en plena prueba de sonido. Una auténtica locura.

— Estamos ante la eterna discusión de si la cultura es segura...
— Tremendo. Es algo incomprensible que los de uno y otro lado hayan dejado entrar en restaurantes o estadios de fútbol y en teatros o cines no. Es tremendo el poco respeto que se ha dado a la cultura por parte de los gobiernos sin pensar en toda la gente que da de comer.

— Y menos cuando da la sensación de que la cultura es tremendamente útil con todo lo que estamos viviendo.
— Pienso que sí. A mí, que me gusta quedarme después de cada una de mis representaciones a hablar con los espectadores, he podido comprobar que salen muy contentos y con las pilas cargadas porque al final es un rato en el que pueden desconectar de la realidad tan dura del día a día. Y eso es muy importante porque hay que reconocer que no estamos viviendo momentos fáciles.

— ¿La risa es la mejor medicina?
— No se si la mejor pero si que es una muy importante. Está comprobado médicamente que cada vez que nos reímos movemos 400 músculos de tu cuerpo. Tanto que dice un amigo mío que desde lo sabe prefiere reírse más y hacer menos footing.

— ¿Cómo se consigue sacar una sonrisa de todo?
— En mi caso basándome en mi propia experiencia personal. Yo siempre he sido muy desastre en todos los sentidos pero nunca he tenido problema de reírme de mí mismo y de todo lo que hago mal. Soy una persona bastante normal, con mis defectos y mis problemas como muchos otros igual que yo, y por eso creo que al final acabo conectando tanto con el público.

«Ha sido muy duro vivir en el alambre de si se suspendía o no una función. A mí me ha pasado de que nos informaran que se cancelaba la obra en plena prueba de sonido»

— Pero, ¿corren buenos momentos para el humor?
— Sí pero también es cierto que cada vez es más difícil hacerlo. De hecho yo el martes tuve un problema enorme en Twitter cuando lancé una sencilla pregunta sin interés político de ningún tipo. Me han puesto a parir de todos los lados por una simple pregunta porque a día de hoy parece que hagas lo que hagas siempre va a ver alguien que lo considere como una falta de respeto. Y así, al final, es complicado trabajar.

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— ¿Y cómo hemos llegado a eso?
— Porque pienso que nunca nos paramos a analizar el contexto en el que se dicen las cosas. Ni tampoco el momento en el que se dice según que chiste. Pienso que a día de hoy todo lo vemos con doble sentido cuando todo es mucho más sencillo que eso. Simplemente se trata de pasar un buen rato y disfrutar de lo maravilloso que tiene la vida sin querer llevar siempre la razón de forma taxativa sino pensando que todo es discutible mientras se hable con respeto.

— En ese sentido usted siempre ha tenido la imagen de alguien que no se mete en problemas. ¿Se considera el frutero más famoso de la historia de la televisión?
— (Risas) Posiblemente sí. Pero no por ego sino porque es un papel que nunca me podré quitar de encima afortunadamente para mí. Es un personaje al que tengo un cariño infinito porque me ha dado muchísimo a lo largo de mi carrera y que tengo que reconocer que me ayudó a abrirme camino hasta llegar hasta donde estoy ahora. Además, aunque pasen los años, me sigue regalando mucho cariño por parte de la gente y eso no se paga con dinero.

— Nacido en Jaén, en alguna entrevista ha dicho que era un niño muy tímido al que le costaba abrir la boca para no meter la pata. ¿Cómo acaba Santiago Rodríguez Ramiro siendo Santi Rodríguez?
— Pues un poco por casualidad e inercia. Es cierto que una vez fui creciendo siempre fui bastante payasete y gamberro y eso ayuda a la hora de lanzarte encima de un escenario. Después, según vas contando las cosas que te pasan en tu día a día a tus amigos de forma normal, en una charla o mientras tomas algo, y ves que se parten de risa, piensas que a lo mejor esto es lo tuyo y que puedes acabar dedicándote profesionalmente a esto. Pero siempre teniendo los pies en el suelo y sin perder la humildad.

— ¿La cercanía se aprende o se hereda?
— Pienso que es algo que se hereda dependiendo de lo que te enseñen en casa o tu hayas vivido. Es fundamental como te eduquen y más ahora cuando parece que se echa en falta algo más de cercanía entre algunos profesionales de todos los ámbitos. Creo que nunca podemos olvidar de donde venimos y qué es lo que somos porque si lo haces al final la gente te lo agradece con su simpatía y su cariño.

— Y el sentido del humor, ¿se entrena o se lleva de serie cuando se nace?
— Una mezcla de las dos cosas. Está claro que tienes que llevarlo dentro pero también tienes que desarrollarlo siendo consciente de que no hay nada malo en reírse de las cosas que te hayan pasado porque eso al final nos ayuda a ser mejores y a ver la vida de otra manera. Te hace un poco más feliz a pesar de que haya momentos en la vida que sean duros y complicados.

— Me lo dice usted que fue capaz de hacer una obra de teatro en la que se rió del infarto que sufrió. No creo que haya mucha gente que se atreva a ello.
— Ese es el problema. Hay que romper tabúes y líneas rojas. Prácticamente todo se puede llevar al terreno de la comedia buscando ese punto tal vez surrealista que nos despierte una sonrisa. No tenemos que tener miedo a hacer un chiste reflexionando sobre lo mal que nos quedan esos camisones de los hospitales que nos dejan todo el culo al aire. O contar que yo tuve un infarto de bazo «que no es de los buenos» o que entendí mal a la médico cuando me dijo que mi infarto era esplenico y yo entendí que era espléndido.

— Al final, como hablábamos antes, ¿la clave está en saberse reír de si mismo?
— Claro. Sinceramente no entiendo a la gente que va por la vida amargada y triste dentro de un bucle tóxico en el que todo es negativo y que cuando hablas con ellos te lo acaban contagiando. En la vida tienes dos opciones, una hundirte en la miseria de tus propios pensamientos negativos y la otra disfrutar de la vida buscándole siempre el lado positivo aunque seamos conscientes de que hay momentos que son duros y complicados. Yo, personalmente, siempre he apostado por la segunda y la vida me ha ido razonablemente bien.

— ¿Esa es una de las cosas más bonitas de su profesión?
— Por supuesto pero sin duda la mejor es el cariño que te demuestra la gente. Ese agradecimiento que te transmiten cuando salen de una obra de teatro o de un monólogo tuyo. Y también el que me sigan viendo como una persona normal, igual que ellos.