En Ibiza hay más Budas que en ningún otro sitio». Lo asegura François Camus, uno de los protagonistas secundarios de la docuserie Osel, disponible en la plataforma HBO y que narra la vida de Osel Hita Torres. Yo me la tragué de una sentada y se la recomiendo.
Cuando sólo tenía dos años, Osel fue reconocido como la reencarnación de un venerable lama tibetano, Thubten Yeshe, fallecido en 1984, a los 49 años de edad. El niño fue llevado al monasterio Sera, en la India, donde permaneció estudiando hasta los 18 años. En ese momento, abandonó la vida monástica y se instaló con su madre en Ibiza. Esta increíble docuserie representa para Ibiza una promoción turística gratuita e infinitamente más efectiva que el estand del Consell d’Eivissa en Fitur en los próximos ocho años. Dibuja la Ibiza alternativa, espiritual, altruista y desinteresada de los años 70 y 80 del siglo pasado.

JIPIS

Aquella isla del Mediterráneo atrajo a miles de jipis de todo el mundo y que acabaron instalados en la Isla Blanca, como la describió el magnífico pintor catalán Santiago Rusiñol. Sólo en un lugar de tanta belleza se podía hacer realidad aquel deseo de tantos jóvenes de llevar una vida de absoluta libertad.
Según cuenta la madre de Osel, María Torres, el lama Yeshe estuvo en Ibiza. Cuando sus seguidores le plantearon crear un centro budista en el municipio de Sant Joan de Labritja, dado que ya contaban con el dinero necesario para comprar el solar donde edificarlo, el gran maestro tibetano les disuadió al considerar que Ibiza no era un lugar ideal. Era preferible un emplazamiento mucho más alejado de la civilización, menos poblado y más en contacto con la naturaleza, como acabó siendo la Alpujarra granadina. Lama Yeshe, como buen visionario, debió prever que la isla acabaría siendo lo que ya es, algo que la hacía incompatible con acoger una comunidad tibetana, donde la paz y la meditación son elementos imprescindibles.

Ibiza irreconocible

Aquella Ibiza que atrajo a tantos espíritus inconformistas ya no existe. Nada queda de aquel mundo, por más que quienes amamos esta isla nos resistimos a aceptar que aquello desapareció, quién sabe si para siempre. Pero lo peor es comprobar que, pese a que Ibiza sigue siendo un lugar idílico en muchos aspectos y por encima de todo, un sitio muy especial gracias a un intangible, como es el espíritu de libertad y buen rollo que aquí se respira en todas partes, apenas se presume de eso que muy pocos lugares tienen en el mundo.

En ningún lugar del mundo hay tantos Budas como en Ibiza. Y sin embargo promocionamos en Fitur cosas que siendo muy buenas, otros lugares también tienen: turismo deportivo, gastronomía, senderismo… Todo genial, pero todo tan común en otros lugares e incluso mejor, más asequible y mejor de precio, que parece mentira que hagamos tantos esfuerzos en que Ibiza se asemeje a otros destinos turísticos, cuando sólo nosotros tenemos el espíritu que hizo de la isla, un lugar inigualable en todo el planeta.
Nos esmeramos en diluir la esencia de Ibiza, cuando es lo más valioso de cuanto tenemos. Incomprensible.