Maite, Marga y Esther, poniéndose fuertes y mostrando una gran actitud positiva.

Maite, Marga y Esther esperaban junto a la puerta de entrada del centro FisioActividad. Se reían, compartían anécdotas e intercambiaban rumores antes de comenzar el entrenamiento con el instructor Ismael Sureda. Las tres mujeres, que han tenido cáncer de mama, se reúnen aquí cada martes y cada jueves para, entre otros motivos, disfrutar del placer de su mutua compañía. Mientras Esther aplicaba las técnicas de respiración impartidas por Sureda, Marga cogía un juego de pesas de la misma forma que Maite agarraba con fuerza las anillas de este centro. Mientras todo esto sucedía, en los labios de Marga se podía leer: «Somos unas supervivientes. Todos los que nos estamos enfrentando a esta enfermedad lo somos». Las tres mujeres se aferraban con fuerza a esta frase mientras realizaban sus ejercicios de entrenamiento.

De izquierda a derecha, Ismael Sureda, Marga Guasch, Maite Martinez, Esther Boo y Paco García.
Fotos: Daniel Espinosa.

Las tres han padecido un cáncer de mama en los últimos años, pero tras recibir un tratamiento de quimioterapia y, en el caso de Maite, la administración de radioterapia tras cirugía, la enfermedad está controlada y estable. «Me diagnosticaron cáncer de pecho en 2020. Con la quimio disminuyó bastante el tumor, pero me produjo insuficiencia cardíaca», subrayó Esther, que se tuvo que someter a una operación de vaciado y reconstrucción. También indicó que la cardiotoxicidad provocada por la quimio le obliga a tomar varias pastillas diarias para el corazón. «Empecé a trabajar, pero tuve que dejarlo porque mi labor no es compatible con esta enfermedad. Así que solicité la incapacidad», señaló Esther entre ejercicio y ejercicio.

Retrasos en las revisiones

En este sentido, apuntó que asiste a estas clases porque también tiene osteoporosis y mucho dolor. «Cuando vengo aquí noto mucha mejoría en las articulaciones», explicó. También se quejó de la situación del servicio de Oncología en Can Misses. «Se supone que tengo revisiones cada seis meses, pero desde julio que no me ve nadie. En diciembre me hicieron una ecografía y una mamografía y todavía no me han dado el resultado», puntualizó.

Muy cerca de esta mujer estaba Marga, que no dejaba de entrenar con las pesas. A esta vecina de Sant Jordi le detectaron un cáncer de mama bilateral en 2018, al observase en uno de los pechos que el pezón se proyectaba hacia dentro. Marga recuerda que después de un día entero en Can Misses haciéndose pruebas, la doctora le acercó una caja de pañuelos cuando le quiso dar el resultado. Pero ella se adelantó: «¿Cuándo empiezo el tratamiento?».

Marga explicó que el pecho izquierdo estaba más afectado, y le recomendaron hacer quimio primero y luego, al reducir el tumor, operar los dos senos. Una operación que duró alrededor de 12 horas. También señaló que cuando le vaciaron los dos pechos, se quedó sin fuerza. «Perdí un poco la energía, pero jamás el humor. Pese a la mochila de desgracias que llevo, siempre intento estar animada. El apoyo de mi familia es muy importante para mí», apuntó.

Grabado en su corazón

Al preguntarle por esta «gran mochila», Marga destacó especialmente el fallecimiento de un hijo en un accidente de moto. Un recuerdo que Marga tiene grabado en su corazón y quiso compartir. «Era una persona demasiado especial», señaló. Marga explicó que luchó con todas sus fuerzas contra esta enfermedad por sus hijos. Un camino que no ha sido fácil, ya que ha tenido que sobrellevar dos hidrocefalias y metástasis en dos vértebras. No obstante, se mostró agradecida y explicó algo emocionada que este miércoles le hacen la reconstrucción mamaria en Palma.

La más joven de este pequeño grupo es la paciente Maite. Una mujer que, en tan solo dos años, ha pasado de vencer a la enfermedad a sentir cómo tenía una recaída una vez se reconstruyó la mama. «Cuando me diagnosticaron el cáncer por segunda vez. Mi cirujana, muy cariñosa y cercana, me explicó que estos casos son improbables, pero no imposibles. He tenido mala suerte», subrayó esta mujer, que no tuvo que esperar ni una semana para volverse a operar. «Después de la operación empecé la radioterapia. Tengo que reconocer que esta segunda vez me ha afectado mucho más que la primera», apuntó Maite. Esta gran chef de cocina, que continúa trabajando pese a las sugerencias médicas, indicó que lleva ya cuatro años en tratamiento, pero que nunca ha perdido esa fuerza que la mantiene siempre con ganas de hacer diversas actividades. Entre ellas, pasar tiempo con sus dos hijos pequeños. No obstante, reconoce que es muy duro. «Todavía me quedan tres años de pinchazos; me duelen los huesos por la quimioterapia y tengo artrosis, pero hay que moverse. Por eso vengo a este centro. Ellos me han ayudado a ser más independiente. Cuando llegué no podía ni mantenerme en pie», explicó esta mujer al finalizar su ejercicio de anillas mientras Sureda observaba los movimientos.

Adaptación

«Nos adaptamos a cada persona, ya que los tratamientos contra el cáncer no afectan de la misma manera. Los primeros días, los ejercicios se realizan de forma suave. Es importante trabajar mucho la confianza», explicó Sureda resaltando que las tres son «veteranas» en clase. «Los nuevos al entrenamiento llegan algo deprimidos y derrotados, pero a las dos semanas notamos un gran cambio a nivel de actitud. Entre todos ellos se apoyan. Esto es como una especie de grupo de apoyo», subrayó mientras las tres mujeres continuaban con los ejercicios.

En este sentido, Paco García, director de FisioActividad explicó que gracias a la Asociación Española Contra el Cáncer, que es la encargada de financiar este entrenamiento, los pacientes de cáncer pueden entrenar aquí en base a las necesidades de cada uno con el objetivo de paliar los síntomas de la enfermedad haciendo ejercicio. «Con la ampliación del espacio, la asociación ha aumentado el número de plazas ofertadas a 12», puntualizó.